Voy de una decepción a otra
¿Dice usted – y lo recoge Mónica García, que me gustaba hasta ahora- que en esa red hay presión para tener sexo? ¿Para qué se apunta?
Hasta hace un rato, Mónica García, me gustaba. Esta señora, médico, me ponía, me resultaba guapa e inteligente, con desparpajo y capacidad de comunicación. Creía que era una política buena y votable. Escindida de Podemos, al que yo he votado tres veces y al que no votaré más, se presenta a la Presidencia de la Comunidad, en Guerra con Ayuso, por Más Madrid. Me gustaba. No tanto como el amor de mi vida que es del todo insuperable. No por ahora. Por siempre insuperable.
Leo en prensa algo que me baja irremediablemente a ras del suelo porque yo, con esta mujer, me había venido arriba. Dice el periódico, poniéndolo en boca de Mónica García: “El 57% de las mujeres en Tinder se han sentido presionadas para tener sexo. Proponemos una ley contra la violencia digital, una app pública para denunciar el ciberacoso y protocolos contra la violencia machista en las apps de citas”.
Leo esto, me levanto de mi sillón orejero y me hago una tila mezclada con valeriana. Me tranquilizo y reflexiono. Si uno se apunta a un gimnasio ¿puede luego presentar una denuncia por trabajos forzados si lo ponen a hacer flexiones o a levantar pesas? Si uno va a un colegio inglés – se entiende que para aprender el idioma- ¿puede denunciar acoso y coacciones porque no le hablen en español y se empeñan en mandarle todos los mensajes y darle las clases en la lengua de Lord Byron? ¿A qué cojones ha venido usted a este gimnasio o a este colegio?
Yo no estoy ni formo parte ni formaré de esa red Tinder. Dicen que es una red de contactos y para ligar. Solo me apuntaría a ella, como al firdates, como a la isla del putiferio, o como a cualquier otro sitio similar, si me prometen que me pondrán delante como pareja al amor de mi vida. Nadie que no sea ella, me interesa y …como dice Tariq Alí en “A la sombra del granado”- léanlo- : no hay nada más ridículo que un viejo presumiendo de ojos verdes.
Usted, señora o caballero, se apunta al tal Tinder. Se entiende que va a buscar un ligue, un revolcón, un refocile, una pareja con la pegarse un fin de semana de pasión y desenfreno en el Cabo de Palos, en el de Gata o en el de Machichaco. En Mallorca o en las islas Canarias. No va usted a ese sitio de contactos a buscar gente para hacer los Ejercicios Espirituales de San Ignacio ni a formar un grupo de lectura de los Episodios Nacionales de Galdós. ¿Dice usted – y lo recoge Mónica García, que me gustaba hasta ahora- que en esa red hay presión para tener sexo? ¿Para qué se apunta? Es lo mismo que quien dice que lo acosan con proposiciones sexuales por medio del guasap. Contra el vicio de pedir está la virtud de no dar y si usted no quiere que Pepe Pérez le pida por guasap tener un revolcón en el Cabo de las Huertas, lo bloquea y asunto solucionado.
Voy a tener que fundar un partido para darle a esto un arreglo. Creía que lo haría Mónica García, pero después de la gilipollez de las presiones sexuales en el Tinder, creo que no
En ese sentido, una amiga mía a la que no veo hace bastante tiempo contaba un chiste a la vez que se partía de la risa: “Sinforosa - he buscado un nombre raro para no tener problemas y que me reclamen por acoso-, Sinforosa, dame un beso – dice Segismundo al oído-. No puedo, responde ella decidida. Tengo novio. De hecho ni siquiera deberíamos estar follando – conste que la palabra no me gusta pero aquí es inevitable porque si pongo haciendo el amor queda fatal y hortera como un tranvía con visillos. No se trata de que uno se apunte al Tinder ese y, en la primera entrada, suelte ¿Oye, tú empotras? Pero si te sumas a ese rollo sabes que no vas a rezar en la Adoración nocturna ni a hacer los cursillos de cristiandad.
Otra decepción de la que tomo nota para las elecciones, que ahora empieza la verborrea y me
acaban liando. A vosotros también. Recibo - cómo puede ser así de importante un anciano
jubilado y en la ruina- una carta del Ministro de Seguridad social y migraciones. ¡Ostias! ¡A ver si me han declarado emigrante! Cosa que ya sufrí de pequeño en Alemania. No. De ministro a ministro, que a mi me ha nombrado el cátedro Desantes, Ministro de Propaganda del Régimen Donbiblista, el mejor cargo que he tenido en mi vida, en la Biblioteca de los Libros Felices. De ministro a ministro me dice rimbombantemente: “Hemos revalorizado su pensión un 8,5% igualando el crecimiento medio de los precios”. #mecagoentoloquesemenea Exultante por los cien pavos de aumento, me pego un homenaje en el Granada: dos pinchos de tortilla, dos tercios de Alhambra y un chupito de orujo para matar el gusanillo. Ya estaba yo tirando la casa por la ventana con mi subida de sueldo y pensando: ahora solo falta para que vote a este gobierno otra vez, que me pongan una residencia barata aunque sea en las Hermanitas de los ancianos desamparados y tenga que estar a las órdenes de Sor Gestapo, esa monja con bigote que vigila por las noches para que los viejos no caigamos en el nefando vicio solitario. Una residencia que se lleve solo la mitad de la pensión y me deje la otra mitad para cañas y cortados o tendré que dedicarme al trile para que me mantengan gratis en Fontcalent.
Mi gozo en un pozo. La Declaración de la Renta me ha puesto los pies en el suelo. Yo – en la ruina como estoy- me busco al amor de mi vida, que sabe usar los ordenadores, y le digo como si fuera sudaca: “Mi amooollll”, sácame el borrador de la renta. Ella me lo saca. El borrador y yo le doy a confirmar sin mirar, porque no me voy a poner, sin saber sumar quebrados ni hacer raíces cuadradas, a pelearme con los técnicos de Hacienda. Aquí está el truco del almendruco: una cosa por la otra y las gallinas que entran, por las que salen. Me han clavado mil y pico pavos más que el año pasado. Después de quitarme seiscientos pavos cada mes, tengo que pagar mil pavos más que el año pasado, que también pague. O sea que hacienda, de un pobre pensionista que ha cotizado cuarenta años en los que le ha pasado de todo, se queda entre unas cosas y otras la mitad de los emolumentos.
Le he dicho a Barcala que me compre una cámara para llevarla en el casco de la moto y, con las vueltas que doy con ella cada día, le preparo un dossier de aberraciones de tráfico
Lidia López, Manuel Avilés, Mónica Nombela, Ana Poquet, Mª Carmen de España y Luis Barcala
Voy a tener que fundar un partido para darle a esto un arreglo. Creía que lo haría Mónica García, pero después de la gilipollez de las presiones sexuales en el Tinder, creo que no. Voy al mercado a arreglarme el cuerpo con gambas y quisquillas. Un homenaje que me pego por el descubrimiento del pufo. Me encuentro a Barcala con Ana Poquet – guapísima chiquilla- y otra concejal que se identifica como la de Mercados. Andan ya haciendo campaña, mezclándose con la plebe. Veo, porque salta a la vista que le van a dar una paliza de época a la señora Barceló, la que ha sustituido a Sanguino pero no va a arreglar el desaguisado. Yo mismo, que no he votado al PP jamás, creo que voy a olvidarme de Fraga, de Aznar, de Álvarez Cascos, de Feijóo y hasta del Delegado del Gobierno que colocaron en las Baleares y que cumple actualmente condena por esas historias que salpican a los partidos por aquello de que el poder corrompe. Votaré a Barcala sirva de precedente, a ver si Julio Calero enmienda la gestión del señor enfermero que hacía corralitos para enchufados en Luceros durante las mascletás y terminan las calles cortadas en Alicante por coches en doble fila. Yo le he dicho a Barcala que me compre una cámara para llevarla en el casco de la moto y, con las vueltas que doy con ella cada día, le preparo un dossier de aberraciones de tráfico que va a alucinar la corporación municipal al completo. Andar en moto por las calles de Alicante es tan peligroso
como dormir una noche al raso en las favelas de Rio de Janeiro. Lo que yo les diga.