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Matador

No han llegado a cederles los trastos y ya les están inventando incompatibilidades insalvables para la gobernanza

Vicente Barrera, próximo vicepresidente de la Generalitat, Carlos Flores, cabeza de lista al Congreso y el secretario del Congreso y presidente de Vox Valencia, Ignacio Gil Lázaro.

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Metaforizando “soledades” cantaba Sabina en forzoso pareado aquel absurdo por inverosímil de “un torero detrás del telón de acero”; y hoy, para asombro de añorantes soviéticos, y ex agitadores universitarios émulos de las comunas parisinas, el verso se ha hecho carne en la persona de Vicente Barrera, matador de toros.

Leo, escucho y veo a mucho opinante de la orilla izquierda vituperando al de Vox (302.885 votos) como si por su pasado en los ruedos fuese indigno y abyecto, descalificándole apriorísticamente para ocupar la bancada azul en Les Corts, y ya no digamos toda una Vicepresidencia del Gobierno de la Comunidad Valenciana. No han llegado a cederles los trastos y ya les están inventando incompatibilidades insalvables para la gobernanza.

Semejante mojigatería de sepulcros blanqueados enrojece de vergüenza aún más al trasnochado colorado comunista, y amarillea –discriminatorio– el morado republicano que importado de la Francia revolucionaria preconizaba: “Libertad, igualdad y fraternidad”.

O sea, la libertad en obviedad de un partido político testado democráticamente para denominar libremente a un ciudadano o ciudadana de su absoluta confianza representativa, esté en una mesa de negociaciones o como alto dignatario si así lo han decidido las urnas; igualdad en diferencia de derechos civiles, proceda de donde proceda su educación y naturaleza profesional; y “fraternité ou la mort”, que es precisamente el grito del pueblo contra cualquier tipo de “aristocracia”, incluida la intelectual que cínicamente se capacita a sí misma muy por encima del resto de los mortales.

El norteamericano Hemingway escribió: “Las corridas son una institución española y existen, no por los extranjeros y los turistas, sino a pesar de ellos”. Y así seguirá siendo a disgusto de los intentos prohibicionistas (“prohibido prohibir” era el lema de Mayo del 68) de podemitas, verdes que os quiero verdes y demás “animalistas” urbanitas, mientras persistan los llenazos en las plazas de toros hispanoamericanas, y un padre lleve por primera vez a su hijo a una corrida para disfrutar del artístico duelo entre el hombre y la casta brava, metiendo el cacho, jugándose la vida para delinear pases entre el amor y la muerte.

Eso es lo que hizo Vicente Barrera, y no saliendo del lumpen y la pobreza como nos contaban las hoy añosas películas sobre ascensos personales de maletillas a base de valor y arrojo, sino que Vicente fue novillero y matador de toros en contra de la voluntad familiar, acomodados negociantes diversificando textil y hostelería, a quienes les hubiera encantado verlo como abogado y asesor legal de empresas propias, carrera que estudió por darle gusto a sus padres, cuando su verdadera vocación era llegar tan alto en el escalafón y arte de Cúchares como su abuelo Vicente Barrera Cambra.

Por no saber del padecimiento de su madre tantas tardes pegada a la inquietud del teléfono, Vicente se metió en otras artes casi tan peligrosas como los morlacos haciendo extraños derrotes: la política, deambulando por distintas siglas hasta fichar por el naciente Vox. Y entre medias de veleidades con la cosa pública, aún cerca estuvo de que lo empitonaran por culpa del amiguito Francisco Camps (PP) cuando éste se vestía con pocas luces en la suite del Ritz madrileño.

Confundir a un maestro que salió por la puerta grande sevillana con el “bombero torero”, sólo es necedad de necedades por parte de izquierdosos/as comentaristas enrabietados y ridiculizados en las recientes urnas, y ahora ya paranoicos faltones, absolutamente pavoridos con el trazado de las encuestas para el inmediato 23-J. Quieren que gobiernen los suyos aún después de muertos (políticamente), y eso, al menos históricamente en Valencia, quedó para El Cid.

A ver si nos enteramos de que, y porqué, Carlos Mazón no es nadie para elegir con quien negociará como socio, y mismamente adversario político dentro de la propia casa de la derecha valenciana. Sería tanta y cuanta presunción como si a la inversa Vox exigiera al PP que el alcalde de Finestrat, Juan Francisco Pérez Llorca no pudiese sentarse como asesor en la mesa de negociaciones, o participar en un futuro gobierno del Consell. Bastante ha conseguido Mazón con que Vox mande a un arrepentido maltratador, el catedrático Carlos Flores, a que lo balden en el foro madrileño, donde y con toda probabilidad se volverá a plantear la cuestión de las humillaciones psíquicas (se supone que en ambas direcciones: hombre-mujer y viceversa, amén de otras discriminaciones intrafamiliares, laborales, deportivas…) que pueden inhabilitar (en política) para toda la vida.

En el próximo Parlamento Español la cosa, como en otras cámaras legislativas tercermundistas, puede acabar a puñadas cuando de los insultos gruesos defecando voceríos se pase a las manos. El PP ya ha dicho redobladamente lo de “ni un paso atrás” en los derechos de la mujer. Si los socialistas y sus cabreados palmeros no quieren ver a los supuestos maltratadores de Vox en gobiernos y mandando en instituciones públicas o semipúblicas, sólo tienen que abstenerse.

Lo demás es subvertir la democracia, asaltando por la fuerza leninista los palacios de La Moncloa y el Palau de la Generalitat Valenciana.

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