La amnistía aprovechada y Mazón o el Gatopardismo
Sánchez ha vendido el país a un delincuente golpista y, lo que es más, lo ha vendido cuando el tipo se reafirma en el golpe.
Vamos con Mazón antes de ir con esa amnistía que, lejos de cualquier interés general es solo interés particular de unos cuantos apesebrados, evidentemente capitaneados, que quieren seguir cobrando y disfrutar del momio de un sueldazo por pasear folios, reunirse para no hacer nada y tener escoltas, cargos suculentos y billetes de transporte público por la jeta.
Cuando entró Mazón a presidir la Generalitat - yo soy uno de los miles de gilipollas que en el verano del 77, en Luceros, mientras Panadero Sandoval asesinaba a Miguel Grau de un macetazo desde el ultimo piso, gritaba “Libertad, amnistía y estatuto de autonomía”. Más me valía haberme estado calladito y quieto. Lerma, nada. Zaplana, menos. Oliva, nada de nada - alguno me dejaré por insignificante en su reinado-. Puig nada de nada. Mazón va por el mismo camino y siento decirlo porque lo he visto varias veces de cerca y parece un buen chico. Con Mazón parecía que todo iba a cambiar. Dentro de la teoría más pura del “Gatopardismo”, ha cambiado todo, fundamentalmente los cargos y los que cobran, para que nada cambie. He sido testigo en primera fila. Tomen nota. Se lo cuento y esto es un acta notarial. No añado ni medio detalle. Es lo que presencié.
Edificio del Teatro Arniches en avenida de Aguilera esquina a plaza de la estrella. Entra una señora de setenta y tantos años, arreglada, impecable y hasta guapa. La para expeditivamente – como en las filas de antisdurbios en las manifestaciones fascistas- un guarda jurado sin contemplaciones - es increíble cómo se viene arriba la gente cuando le das una porra, un escudo, un cordón que une la hombrera con el bolsillo de la camisa y más aún le pones un escudo con un águila, un tigre o cualquier otro fiero animal -. El guarda jurado suelta con autoridad: ¿Dónde va? La señora educadísima contesta: voy a la vivienda para ver un asunto de ayuda a los alquileres. No se puede pasar, dice resolutivo el guarda. De inmediato, no sé de dónde, surge otro individuo ni alto ni bajo, algo entrado en kilos que dice sin saludar: ¿Qué quiere? - noten como los dos inquisidores preguntan sin decir ni buenos días-. La señora, elegante, pero con personalidad, contesta: no le voy a contar el problema que vengo a resolver a un señor que no sé quien es, en un hall con gente pasando y cruzando. Quiero ir a donde esté la trabajadora social o quien corresponda. No se puede subir – responde el fámulo, cuyo nombre, empleo y ocupación desconozco porque no llevaba identificación alguna-.
Si usted quiere algo de alquiler tiene que rellenar estos papeles y enviarlos, pero subir a los despachos no se puede.
Me hierve la sangre pero me callo porque quiero ver dónde desemboca esto. La señora recoge los papeles y educadamente se va. Yo salgo detrás de ella. Estamos en pleno “gatopardismo” ha cambiado todo para que nada cambie.
Cuando dirigía el psiquiátrico de Fontcalent fui a hacer cola para la declaración de hacienda. Delante de mi una chica joven embarazadísima hacía gestos raros como de no encontrarse bien. Le pregunté qué le pasaba y, casi con vergüenza contestó: no me puedo aguantar. Me estoy orinando - no he estado nunca embarazado pero parece que es algo muy común en las señoras en ese estado-. Faltaban diez minutos para abrir la delegación, entonces, en Eusebio Sempere. Entré decidido y le dije al individuo guardián: esta mujer necesita entrar urgentemente al aseo. No se puede, contestó categórico, lo mismo que el guarda y el fámulo del Arniches. Perdone, insistí. No le he preguntado si puede entrar, le he dicho que va a entrar. Y cogí a la muchacha con su barriga de ocho meses y le hice pasar al aseo, con el Torquemada de la puerta indignado porque no hubiese respetado su autoridad. Ni entonces ni ahora vi una sola feminista furibunda - de aquí en adelante FF - defender a aquella embarazada ni a esta señora mayor. Llamé al subdelegado del gobierno, a su teléfono personal y le monté un pollo de tres pares de cojones al que había sido mi profesor en Criminología. Tanto que al rato me estaba llamando el Delegado de Hacienda para pedirme disculpas explicándome lo maravilloso que era aquel portero.
He dirigido cuatro cárceles y alguna otra cosa: cada martes he dedicado siempre la mañana a recibir a personas para que expresaran sus peticiones y sus necesidades. Miles de testigos tengo. No pretendo ponerme como ejemplo, Dios me libre, que solo tengo la autoridad que me da la jubilación y el fracaso. Pero yo recibía a los familiares y a los presos porque no hay que tratar a le gente como expedientes, como montones de papeles ni a patadas.
¿Qué se han creído estos tipos? ¿Mean colonia? ¿No van al médico general ni al oncólogo? ¿ La próstata no se les rebela? ¿ Los desahucios, los abandonos o los divorcios no van con ellos? ¿ La precariedad la desconocen? ¿No saben que los ciudadanos les pagan lo que cobran y no pueden tratarlos como sátrapas ni como si fueran el marqués de pollapelada?
Salí tras la señora y me explicó que quería ser libre y vivir lejos de su marido con el que llevaba desde la guerra del Rif, pero con una pensión de miseria - los hoteles son para los cayucos de Canarias, cosa que está muy bien, pero hay que atender también a las abuelas de aquí-, con esa pensión mísera no puede permitirse un piso de alquiler y tiene que tragar quina junto al mameluco.
Dejemos a la buena señora, a la que casi estuve a punto de llevarme a mi casa y pasemos a la situación grave en que nos encontramos.
Genéticamente soy contrario a Feijóo, a Rajoy y a Aznar. No puedo votarlos, pero Feijóo hoy tiene razón porque ha dicho algo que adelanté yo hace dos semanas en estas mismas páginas: El PSOE no existe, ha muerto.
Sánchez ha vendido el país a un delincuente golpista y, lo que es más, lo ha vendido cuando el tipo se reafirma en el golpe.
Situamos al país en una posición de mendicante, de debilidad extrema y todo por seguir en el sillón monclovita.
He leído entero el acuerdo del PSOE - supuestamente partido de izquierdas- y de Junts - partido de derechas que ocupó el sitio de los Pujoles-. Está plagado de mentiras desde la primera línea. Dice por ejemplo: “la situación política española permite alcanzar un acuerdo para abrir una nueva etapa y contribuir a resolver el conflicto histórico sobre el futuro político de Cataluña”. Pocas veces he visto tantas mentiras juntas en solo dos líneas.
Me coloco de inmediato al lado de Felipe González, Alfonso Guerra, Juan Alberto Belloch y Rodríguez Ibarra. Este acuerdo no resuelve nada. Es una bajada de pantalones clarísima de Sánchez y los que se benefician del pesebre para seguir en el machito. Solo eso. Puigdemont y sus adláteres no han cedido ni un milímetro y han conseguido todas y cada una de sus peticiones a cambio de siete votos. Veremos ahora qué dicen los Ezquerras, los Bildus y los PNV. No crean que estos no van a pedir también. Situamos al país en una posición de mendicante, de debilidad extrema y todo por seguir en el sillón monclovita.
No les caliento la cabeza con ese fárrago que no soporta un análisis mínimamente razonable. Sigo.
El golpe del 1 de octubre de 2017 es considerado legítimo. No solo no hubo delito sino que el Borbón, cuando firme la ley de amnistía, tendría que darle algún medallón gordo a Puigdemont. El referéndum lo van a hacer y a ver qué hacemos los demás cuando se publiquen los resultados. Es acojonante.
Se amnistía un delito y en el acuerdo a bombo y platillo se dice que lo que se hizo se va a volver a hacer. Paso de escribir más. Señor llévame pronto aunque sea a Ruanda, a Burundi, a Mauritania, a Gaza…. Este es un país de locos.
Resumamos la situación: El país se ha vendido por siete votos y los ciudadanos no son atendidos en lo que llaman pomposamente Estado del bienestar.
Para postre resurge el terrorismo pegándole un tiro en la cara a Vidal-Quadras en nombre de ya veremos que terrorismo fascista. Y dicen Sánchez y Puigdemont que “la situación política española permite alcanzar”…..puro utilitarismo en beneficio propio. Señor, por favor, que me voy a volver creyente: llévame pronto.