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Ximo trasconejado

Quienes ya tengan sus añitos recordarán aquella ocurrente e irónica réplica al eslogan socialista: “PSOE, 100 años de honradez”

Ximo Puig

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Ya estaba tardando Carlos Mazón en abrir y demostrar al honorable votante los cajones de doble fondo que su antecesor Ximo Puig repletó de trapisondas económicas y colocación de amiguetes y adeptos con buenos sueldos, y sin mayor examen ni oposición que la del adepto incondicional a la causa botánica. Las cifras, de momento (esperen, que viene mayor retranca) resultan tan apabullantes como vergonzosas, no solamente para los socialistas valencianos, sino para sus socios seudo-independentistas y podemitas, quienes también sacaron tajada y no poco magra. Talmente 4000 contratos no autorizados en el sector público o allegado, y un pastizal a personas y empresas por decreto del dedazo, ojo al dato: 700.000.000 EUR. Toda una “red” de favoritismos económicos, amén de directamente personales capturados al albur del oportunismo con el cebo del dinero ajeno: “Y luego dicen que el pescado es caro” (Sorolla).

Ahora Pedro Sánchez, pelillos a la mar de cuando Ximo se puso arte y parte con Susana Díaz versus los Madriles, lo manda a París en una canonjía como embajador en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), nuncio político que para sí la quisiera cualquier retirado con buen gusto intelectual y sobre todo selectividad gastronómico, si se conocen esos pequeños restaurantes familiares de cocina comarcal, como contaba un servidor hace poco en este mismo periódico cuando volví de la capital francesa. Y para que se abrigue el expresidente desnudo, el presidente minoritario lo cubre con un sueldecillo de nada: 130.000 EUR anuales, premio más que suficientes e inmerecido para un bon-vivant que acaba de perder las elecciones.

Quienes ya tengan sus añitos recordarán aquella ocurrente e irónica réplica al eslogan socialista: “PSOE, 100 años de honradez”, añadiéndole a tan longeva vanagloria publicitaria un cachondón: “pero ni un segundo más”. A buenas horas Felipe González y su arisco lugarteniente Alfonso Guerra hubieran consentido a Convergència i Unió, hoy empoderados como Junts per Catalunya, las ventajistas horcas caudinas de la desigualdad por la que quieren hacernos pasar al resto de españoles de cuya nacionalidad abominan. Claro que entonces se presumía entre los políticos una medianeja honestidad hasta que se destapó lo de la familia Pujol y su 3%, y a partir de ahí empezaron a descubrirse lodazales por todas partes y en todas siglas (en Internet se pueden ustedes encontrar un larguísimo listado de corrupciones manifiestas).

Ahora, y aunque ya nos maliciábamos algo desde el derrocamiento electoral de Puig, entendemos perfectamente por qué, ni siquiera a sus más leales colaboradores, había revelado esta “espera de destino” negociada a cara de perro con Sánchez; o su escapismo a la hora de convocar un congreso regional PSPV para elegir sucesor o sucesora. París bien vale una misa y un engañador acto de contrición a 2000 km de donde ocurrió la debacle tripartita, y allá os las apañéis vosotros solitos en una lucha cainita donde los reproches mutuos desempolvarán el peor pasado inmediato: “fuiste tú el culpable o lo fui yo, ¿qué nos pasó?” como cantaban Alaska y Dinarama, concluyendo con aquel: “qué difícil es pedir perdón”. A ver quién se arrodilla contrito/a en las próximas asambleas reconociendo un fracaso cuya penitencia inmediata, en cualquier país civilizado democráticamente, es la dimisión irrevocable entre la nada y el descrédito.

El Botànic, ayer el precioso jardín científico ejemplificador de la ordenada flora mundial, donde los niños mirábamos extasiados una rarísima palmera siberiana, y los amantes comulgaban epidermis, es hoy erial sin bancos ni cartelas explicativas, pastizal caprino bombardeado por el desdoro y la corrupción. No hay sendero limpio y expedito de Podemos, ahora bifurcado-fagocitado en Sumar, y el resto todo es tropa malavenida; o la vía de un Compromís fluctuante entre Unión Valenciana contemporaneizados y Esquerra Republicana de Cataluña; y más leña al mono, sobre todo mañana mismo que tendremos que pagar peaje al llegar a Vinaroz o rodear por Aragón si queremos evitar el sablazo catalán.

Tanta gloria y mejor vidorra alcances trasconejado en París, querido Ximo, como pollo dejas montado a tus compañeros del metal socialistas, y paz al resto que ya no tendremos que debatir constantemente en qué lengua debemos comunicarnos, enseñar a nuestros hijos regla y suspenso en mano, amarnos u odiarnos, opositar a cargo público…: pensar y expresarnos en definitiva como elección personal y nunca imposición dictatorial desde el poder político sustrayendo la lengua materna de cada cual. Personalmente amo al catalán que aprendí con mis compañeros universitarios, pero de forma absolutamente voluntaria e integradora por mi parte, si me lo hubieran obligado nunca lo habría estudiado.

Traidor, desertor, escapista, fugado, evadido… Juzguen ustedes mismos mientras él se solaza en una terracita con calefactor, trasegando un Chablis y una sopa de cebolla. Ande yo caliente y ríase la gente, pues eso: a aprender francés empezando por Víctor Hugo, siguiendo por Gustave Flaubert y acabando en la pareja Sartre. Tiempo tiene hasta que vuelvan los populares, quienes, por el camino que lleva Pedro Sánchez jugando al teto con los independentistas, no han de tardar.

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