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El esperpento Puigdemont

España es la patria del sainete, a lo que se ve también del político: el bufón mayor Carles

Decenas de personas durante la concentración para recibir al expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont en el paseo Lluís Companys.Europa Press

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A un simple mindundi, no encuentro mejor apelativo para Carles Puigdemont, le debemos que en la vecindad de la Comunidad Valenciana no se hablase de otra cosa durante la última semana; que en España este jueves se enciendan todos los televisores a las 8:00 de la mañana como si fuera la final de un campeonato mundial; que los móviles echen fuego; que las apuestas hayan pasado de sus expendedurías oficiales a, primero, si el reo podrías detenido antes de entrar en España, o no, (han ganado los segundos para vergüenza de nuestras Fuerzas de Seguridad tanto si ha escapado a los controles por acción como por omisión); y, por último, que si traspasadas todas las barreras policiales, empezando por los Mossos como principales responsables de cumplir las órdenes judiciales en Cataluña, el menda de Amer acabase accediendo a la chistera del mago más conocida como monumento Arco del Triunfo para pasándoselo por los mismísimos, soltar su speech independentista para de nuevo fugarse por el gaterón ante la pasividad o absoluta y mosqueante inoperancia de la policía catalana burlada y consentidora, desertor incluido, ante este artista del “escapismo”, capaz de superar al “Hombre invisible” de la ciencia ficción.

El presidente Sánchez, y por extensión de sus ministros/as desaparecidos para ofrecernos la más mínima explicación sobre este bombazo informativo cuando son los principales responsables de todo, repito “todo” el Estado español

Del “Ja sóc aquí” de un estadista Tarradellas que vino desde el exilio en 1977 para firmar la paz con el resto del Estado español, igualdad en diferencia, a la “rebundancia” de Puigdemont que se ha introducido impropiamente en Barcelona, “encara som aquí” trasconejándose para provocar la guerra civil entre catalanes y de paso la animadversión del resto de españoles observando atónitos su provocador desafío: “lo volveremos a hacer”.

No olvidemos que Carles Puigdemont es decididamente partidario de Els Països Catalans, primero Baleares y después la Comunidad Valenciana, aunque como futurible proyecto que deberá esperar a la más urgente e inmediata consolidación de la independencia de la supuesta República Catalana. No es extraño pues, que el presidente de la CV Carlos Mazón saltase resortizado de inmediato para calificar la trapisonda desaparición-aparición-desaparición de “patochada, teatrillo y farsa”. Muy al contrario del presidente Sánchez, y por extensión de sus ministros/as desaparecidos para ofrecernos la más mínima explicación sobre este bombazo informativo cuando son los principales responsables de todo, repito “todo” el Estado español.

El independentista cubano del XIX, José Martí, dijo que “un hombre puede sacrificarse por un pueblo, pero un pueblo no puede sacrificarse por un hombre”. Quizás sobre eso deberían reflexionar la gente de Junts decidida, después de haber perdido las elecciones catalanas, a reventar por la insurrección y la desobediencia pública lo que no les habían otorgado las urnas. El ataque de cuernos contra Esquerra Republicana supera a Don Friolera, y si Puigdemont no logra escapar de las togas, que esa es otra cuando escribo este artículo, la venganza está servida en el Parlamento español retirando el apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez, aunque tendrían que pensárselo mucho en una moción de censura votando junto al PP y Vox.

En sanedrín jurídico-político de la Generalitat Valenciana ya hay todo un equipo trabajando en ello: simetrías y asimetrías con otros países donde el sistema federal se lee de formas distintas (Suiza, Canadá, Estados Unidos, Alemania…)

Ahora el problema para nosotros, los valencianos, debe centrarse en qué tipo de federalismo nos ajusta mejor, aunque lo ejercitemos de facto, no de jure en esta España de las Autonomías que en su fundamento constitucional sorteaba nombres del catálogo político para evitar enfrentamientos de un pasado relativamente reciente. En sanedrín jurídico-político de la Generalitat Valenciana ya hay todo un equipo trabajando en ello: simetrías y asimetrías con otros países donde el sistema federal se lee de formas distintas (Suiza, Canadá, Estados Unidos, Alemania…); pero y también en sus relaciones y correlaciones con otras autonomías, esencialmente las vecinas, empezando por el norte catalán, cada vez más alejado de cuanto nosotros entendemos por España. A ello hay que añadir un Vox, apenas lo estrictamente necesario a Mazón para la gobernanza, pero a quienes les gustaría ver a la legión paseando por la Plaza San Jaume a las órdenes de su comandante Abascal, acabando con lo que ellos consideran “la tontería soberanista”. El presidente de los populares valencianos confía desde una prudente distancia y exquisita estrategia en la vuelta a su partido de quienes se escindieron por considerarlo “blando” y “mariacomplejado”, incluso culpable al asociarse (o consentir) con el PSOE la apertura hacia el soberanismo disfuncional de Catalunya y Euskadi.

España es la patria del sainete, a lo que se ve también del político: el bufón mayor Carles. Puigdemont ha hecho su número cómico aprovechando el intermedio vacacional en los temas y obras de mayor calado, pero también a punto estuvo de armarla en esta Barcelona que de vez en cuando la monta gorda (la guerra de los segadores, diciembre de 1842, Semana Trágica, etc.). Si no lo consiguió es porque a su llamada apenas acudieron entre 3000 y 5000 hooligans, nada que ver con pasadas diadas reivindicativas que contaron con cientos de miles de manifestantes.

Los Mossos d’Escuadra no han podido hacer mayor ridículo. En el extranjero ridiculizan a nuestras fuerzas de seguridad por inoperantes, aunque peor sería colegir secretas convivencias para que una cuadrilla de cinco proteja a una fregona de 5000 agentes uniformados o de paisano. “Eso con la Benemérita” no hubiera pasado me comentan en el bar donde tomo el aperitivo. Replico que también es responsabilidad de las fuerzas de seguridad dependientes de Madrid gobierno central, tanto por no controlar a quien deberían poner inmediatamente en manos de la justicia, como todavía más grave puede ser el general desprestigio de Pedro Sánchez si Puigdemont llega a cruzar la frontera