Menfotisme
Llorar sobre la lluvia no servirá de mucho, salvo de momentáneo consuelo, si de una vez por todas no reconocemos nuestros errores urbanísticos
Menfotisme o menfotismo (va por barrios y comarcas) es una palabra muy alicantina que expresa caracteres y actitudes, tanto individuales como colectivas, de apatía, indiferencia, pasividad, indolencia o por trasladarlo al lenguaje actual: pasotismo. Supongo que pertenece al diccionario de tópicos con que los españoles descalificamos al vecino ibérico: hortera valenciano, chulo madrileño, vago andaluz, roñoso catalán, cabezón aragonés, paleto manchego, insolidario separatista vasco y así una larga ristra no por más simplona e inconsistente, menos descalificatoria y deleznable para el adjetivado en cada caso por el trivial argumentario del topicazo.
Sin embargo, a veces nos preguntamos si estos vocablos tan peculiares no pueden llevar algo de razón, y esta vez quiero extenderme a toda la Comunitat Valenciana, porque nuestros característicos ríos (montañas cercanas al mar), ayer Vinalopó y, sobre todo Segura, hoy Magro, Turia y Júcar, que en pocas horas pueden pasar de manejables arroyuelos a brutales cauces amazónicos bastantemente capaces de arrasar cientos de vidas, miles de enseres, y, sobre todo dolorosas y largas reconstrucciones tanto en el ámbito personal por deudos y bienes desaparecidos, como a nivel social ante tanta devastación causada por una climatología que, si bien comúnmente nos otorga en nombre del Levante Feliz y feraz, en ocasiones (cada vez más frecuentes) la habitualmente beneficiosa Dana se convierte desgarradora y genocida gota fría.
Encima, nuestros dilectos políticos han dado el peor ejemplo de los comportamientos acusatorios y mendaces, esencialmente desde el Gobierno Central contra el Autonómico como si el contrario tuviese la culpa de lo que cae del cielo por esos anómalos designios de la incontrolable naturaleza.
Mazón es el mono de feria que recibe bofetadas de todos lados como si fuera el dios responsable de las tormentas; Sánchez apaleado y huido de Paiporta cambiando de coche oficial agredido; el rey Felipe VI y Leticia poniendo la cara para que se la partieran, a punto estuvieron; y así cualquier dirigente político, excepto los municipales, que asomara por los pueblos anegados ¿Para qué fueron?. Los medios de comunicación progubernamentales le echan la culpa a la extrema derecha, pero nada hablan de la extrema izquierda que también anduvo por allí con simbología republicana. Tanto hablar de “desinformación” para luego dar constancia de una manipulación mediática insostenible por cínica. Esperemos al informe de la Guardia Civil para saber quiénes fueron los agresores y sus signo político.
En cualquier caso, llorar sobre la lluvia no servirá de mucho, salvo de momentáneo consuelo, si de una vez por todas no reconocemos nuestros errores urbanísticos que sus buenos dineros han dado a los desaprensivos e irresponsables especuladores sobre planos de planes parciales e incluso generales de urbanismo. Eso sí deberían estar en la cárcel, y no los cabreados que insultaban y zarandeaban los vehículos con matrícula oficial.
Alicante añade a su condición de martirizada por las riadas, la añadida amenaza de una activa zona sísmica (fallas telúricas de Torrevieja y el Bajo Segura) que también trajeron muertes y feroz derribo de casas y enseres, pero nadie ha respetado las normas urbanísticas preventivas contra este tipo de desdichados fenómenos. ¿Tiramos todas las casas en peligro? ¿Se puede hacer tanta reubicación vecinal en apenas 2 años? ¿Desviamos autopistas, autovías y carreteras de diferente calificación y tránsito? ¿O mejor se emprenden grandes obras de canalización e ingeniería para reconducir barrancos, cursos naturales fluviales, desagües de zonas pantanosas susceptibles de peligrosidad testada históricamente? Y otro largo etc. interrogante.
Escasamente costaba algo más de 220 millones de euros el plan registrado hace pocos años para evitar lo que finalmente ha ocurrido, cuya reparación ahora supondrá miles y miles de millones, ahora no podemos ser cicateros al diseñar y por supuesto gastar los cuantiosísimos, pero ineludibles fondos necesarios. El Gobierno Central no debe volver a pecar de “menfotista”, tampoco los autonómicos dejar de ser solidarios (mañana les alcanza algo parecido); y obviamente la Comunidad Europea como cuando ayudó a Italia en el terremoto de 1980 y en 2009, y a Grecia y Turquía en 2020 por no hablar de las inundaciones del 2014 en el sureste europeo, debe dejar Bruselas de recurrir a un presupuesto extraordinario para ayudar a Utiel-Requena, La Hoya de Buñol, l’Horta de Valencia y La Ribera, ayer la zona hortofrutícola e industrial más rica de la Comunitat Valenciana, y a día de hoy pura y paupérrima fatalidad.
Hoy que la televisión es tan explícita como inmediata el mundo nos mira pavoridos, y sólo esperamos asociada reciprocidad ante la calamidad, pero debemos empezar por nosotros mismos, todos los valencianos de la Comunitat, sacrificando proyectos no acuciados de inmediatez. Es hora de “demostrar que somos quien somos”, y el “menfotisme” un término en desuso.