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Opinión

Juan de Oleza

Cañas y barro

Las consecuencias de la DANA podrían haberse evitado en gran parte si, en su momento, se hubieran realizado las necesarias inversiones en las infraestructuras proyectadas

Una mujer da agua a otra mientras saca agua y barro de un sótano afectado por la DANA, a 10 de noviembre de 2024, en Catarroja.Europa Press

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Hace 37 años, exactamente el 4 de noviembre de 1987, el río Segura desbordaba en Orihuela y por el cauce se esperaban 600 metros cúbicos por segundo en una avenida superior a las del 82 y el 86. Mi hijo Juan Antonio no había cumplido todavía los tres años y desde el balcón, acompañado por su madre, contemplaba el agua en la calle y el angustioso ir y venir de los servicios de emergencia. 32 años después, él y sus colegas se calzaron las botas y fueron a sacar cañas, barro y enseres de las casas de la partida rural de Correntías que, al igual que el resto de la comarca, había sufrido los efectos devastadores de la DANA que asoló a la Vega Baja del Segura en septiembre de 2019. En unas pocas horas (entre la mañana del día 12 y la mañana del 13) se acumuló de promedio en la comarca el equivalente a la lluvia de un año. El valor registrado durante el episodio, del 10 al 14 de septiembre, en la red SAIH del Segura fue de 521 litros por metro cuadrado en Orihuela. El temporal no había tenido precedentes en los últimos cien años.

Con este bagaje de experiencia a cuestas, él y su mujer Mireia no dudaron en coger el coche a primera hora del segundo día de la tragedia valenciana y plantarse en Alfafar para ver en qué podían ayudar. El fin de semana siguiente, mi nieto Guillermo, que vive en el cap i casal, se plantaba con sus compañeros de bachillerato en Paiporta para echar una mano en la limpieza de calles y casas. Otros miles de ejemplares voluntarios sin acepción de ideologías dieron y siguen dando la mayor lección de solidaridad popular a los políticos, ocupados en sus disputas desde el primer momento y enfangando todavía más el fango del que ellos –y sólo ellos- son responsables.

No perderé un minuto en añadir calificativos a los muchos –justos y variados- que les vienen dedicando, a golpe de sufrimiento, los vecinos afectados que han perdido familiares y pertenencias fruto del trabajo de una vida. Pero no puedo ni quiero dejar la ocasión para ponerles ante el espejo de sus responsabilidades y subrayar la tremenda lección de solidaridad desinteresada que las jóvenes generaciones han dado a quienes cobran por ello y no cumplieron como debían en la gestión de la crisis. Un episodio meteorológico de las dimensiones históricas como el sufrido días pasados no puede impedirse, pero los ciudadanos tenemos derecho a exigir que la respuesta sea la adecuada en una sociedad moderna y, sobre todo, que se haga visible que el Estado funciona a todos los niveles, sin excusas fútiles ni pretextos inverosímiles.

Leo en la prensa valenciana que la Confederación Hidrográfica del Júcar tiene pendiente de ejecutar por falta de presupuesto, desde hace más de quince años, obras previstas contra las riadas en la zona inundada de l’Horta Sud. Entre tanta denuncia por lo acontecido en Valencia todavía no he escuchado ninguna voz que se ocupe de esta verdadera dejación de funciones mantenida en el tiempo. El extraordinario fenómeno meteorológico ocurrido hace dos semanas no podía más que anunciarse por la AEMET. Pero, sin duda, sus consecuencias podrían haberse evitado en gran parte si, en su momento, se hubieran realizado las necesarias inversiones en las infraestructuras proyectadas. Y aunque cuando se desata la fuerza de la naturaleza es imposible controlarla, seguramente la DANA no hubiera terminado en drama.

"Más de la mitad de las actuaciones previstas se quedaron en nada, todo se ha quedado en anteproyectos, sobre todo en el caso de la Confederación Hidrográfica del Segura"

Cuando el agua ya no circula con fuerza y en las calles de los municipios valencianos afectados quedan las cañas y el barro, es la hora de que recordemos también la DANA que hace cinco años arrasó buena parte de la Vega Baja, aquella riada sufrida entre el 11 y el 17 de septiembre de 2019. No hubo fallos reseñables de alerta ni tampoco de respuesta en la urgencia del momento, pero con el paso del tiempo -“voy de mi corazón a mis asuntos” que diría Miguel- las promesas quedaron, una vez más, incumplidas. 

El anterior gobierno valenciano del Botànic que presidía Ximo Puig puso en marcha el Plan Vega Renhace, pero se marcharon sin terminar la mayor parte de lo previsto, incluido el apartado previsto para contribuir a la resiliencia con un mínimo apoyo al desarrollo económico. El Consell de Mazón, quien criticó desde la Diputación la falta de ejecución del Plan, nada más llegar, cambió el nombre –que sería lo de menos- y también redujo los presupuestos, que es lo peor. “Más de la mitad de las actuaciones previstas se quedaron en nada, todo se ha quedado en anteproyectos, sobre todo en el caso de la Confederación Hidrográfica del Segura. El organismo de cuenca apenas dragó el año pasado la desembocadura y continúan los tramos ciegos por la maleza en muchas partes del río”, me comenta un veterano regante. Parece que el grueso de las obras está proyectado para iniciarse en 2025. Por este camino, el del cortoplacismo de la política, habrá que esperar a que llegue otra tragedia para que se activen de nuevo los proyectos pendientes.

Se quejan los regantes, por ejemplo, de que siguen sin ejecutarse las grandes obras de infraestructura imprescindibles para prevenir nuevos episodios de lluvias torrenciales, entre las que citan aquellas destinadas al aumento de la capacidad de laminación del cauce del Segura, la construcción de corredores paralelos, alternativas a los “embudos” de su cauce que suponen los cascos urbanos de Orihuela y Rojales (téngase en cuenta que la capacidad de la ribera apenas alcanza los 340 metros cúbicos por segundo, cuando las crecidas pueden superar los 500), y la renaturalización del río hasta su desembocadura para laminar el agua de los desbordamientos.

Otras actuaciones pendientes son las destinadas a laminar los caudales de las avenidas de la rambla del río Chícamo (Abanilla) para desviar una parte a Santomera, o la eliminación del efecto barrera que hace la N-332 en la desembocadura del Segura en Guardamar mediante la ampliación de los azarbes de riego que desembocan en el cauce viejo del Segura. Pese a la reiterada insistencia de personas sobradamente conocedoras de la situación como el alcalde de Benferri, Luis Vicente Mateo, solamente ha sido adjudicada la redacción del proyecto de la presa de Tabala, que estaba pendiente desde 1992, y que permitirá retener la avenida de los barrancos que desembocan por la margen izquierda del Segura entre Murcia y Alicante. Su ejecución cuesta más de 60 millones de euros. También está en exposición pública un polémico proyecto de dragado de los lodos de la desembocadura del río. Y me dicen que la Confederación Hidrográfica del Segura, organismo dependiente del Gobierno de España, tiene comprometidos 840 millones de euros en el Plan de Gestión de Riesgo de Inundación (PGRI) en la Cuenca del Segura hasta 2027 (343 de ellos para la Vega Baja), pero no se han iniciado las principales actuaciones.

A la hora de poner en perspectiva la cuestión, es importante dejar también constancia de que los 27 ayuntamientos de la comarca (todos a una por encima de ideologías) reclamaron paralizar el Plan de Acción Territorial de la Vega Baja que pretendía poner en orden en la ocupación acelerada del territorio, porque para ellos es más importante atender al sector inmobiliario como motor económico de la comarca. Cuando el barro y las cañas desaparecieron de las calles de los municipios, se olvidaron las tremendas consecuencias de la DANA de 2019 y nadie hace caso ya de las limitaciones que impone a la construcción el Plan Territorial Frente al Riesgo de Inundaciones (Patricova). Ya nadie se acuerda del episodio de gota fría que sufrió la Vega en aquel septiembre donde se registraron en Orihuela hasta 521 l/ m² en dos días, lo que originó multimillonarias pérdidas en cultivos, daños en infraestructuras básicas y viviendas.

Por otra parte, vecinos de Orihuela Costa alertaban estos días de que el estado de la rambla río Nacimiento es muy peligroso por la falta de limpieza y mantenimiento. Con el miedo en el cuerpo, viendo lo sucedido en Valencia y ante la posibilidad de que haya lluvias torrenciales en la zona, varios residentes en el litoral oriolano remitieron cartas al Ayuntamiento y a la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), advirtiendo “del peligro que supone su inacción” y haciéndoles partícipes “de las responsabilidades legales en que podrían incurrir si sucede algo, máxime teniendo en cuenta el conocimiento fehaciente del grave riesgo y perjuicio”. La asociación de vecinos ‘Unidos por la Costa’ lleva años denunciando el estado de abandono, por falta de mantenimiento, de las distintas ramblas que discurren por el término municipal de Orihuela, especialmente aquellas que lo hacen por el litoral.

“En el momento actual –señala el escrito de la organización vecinal- las ramblas se encuentran abandonadas, sin limpieza ni mantenimiento y con las infraestructuras maltrechas, cada vez con mayor presión urbanística y con actividades ilegales que estrechan tanto las zonas inundables como los cursos naturales que las avenidas de agua deben seguir", al mismo tiempo que manifiestan que "el Ayuntamiento incumple sistemáticamente sus obligaciones legales, ignorando lo estipulado por la normativa comunitaria, estatal, autonómica y municipal, haciendo oídos sordos a las denuncias vecinales y colocando en una situación de riesgo constante a las personas que habitamos en la Costa de Orihuela”. Incluso, los vecinos se han visto forzados, ante la inacción del Consistorio, a limpiar ellos mismos algunos tramos, “algo inadmisible que denota el abandono que sufre la Costa oriolana por parte del Ayuntamiento”, afirman.

Concluyo. Hablando de lo que sabe, mi admirado José María Lozano dice en su artículo de esta semana que “Hay que prepararse para el paso siguiente, cuando el entusiasmo decaiga y aflore el cansancio”. Es decir, añado yo, cuando se hayan retirado completamente las cañas y el barro. Ésa será –algunos lo sabemos por experiencia- la hora de la verdad.

Otrosí digo.- Se atribuye al dominico Vicente Ferrer, durante su visita a Orihuela en 1411, esta frase referida al río Segura: “ese lobo se comerá a la oveja”. Antes y después, fueron numerosas las inundaciones que arrasaron la huerta oriolana, llevándose por delante vidas humanas y propiedades. Al menos que sepamos, desde la famosa riada de Santa Teresa (1879), cuando había amenaza de inundación, se practicaba en épocas pasadas la piadosa ceremonia de llevar la imagen de la Virgen de Monserrate, patrona de la ciudad, hasta el Puente de Levante y arrojar al río el ramo de la Patrona para que librase a la ciudad y la huerta de los efectos de la avenida. La escena quedó incluso inmortalizada en algún cuadro. Eran otros tiempos.