Carmen Montón y la crisis del Consell
Una crisis de gobierno es algo muy serio. Tanto que los presidentes procuran hacer las menos posibles para no dar la sensación de que a la primera eligieron mal. Una cosa es que los ministros o los consellers quieran irse, otra que deban irse, y una tercera, que el presidente deje que se vayan. Y si el gobierno es de coalición, más difícil todavía. Lo que desde luego no va a hacer ningún presidente en su sano juicio -como tampoco lo haría ningún entrenador de fútbol en competición si ello fuera posible- es cambiar a medio equipo de golpe. Ximo Puig no va a hacer eso. Por muy mal que se lleven los mestizados Elena Cebrián y Julià Àlvaro, por muy harta que esté Gabriela Bravo, por mucho conflicto que tenga Rafael Climent con el Ayuntamiento de Alicante, por muy quemado que esté Vicent Marzà, o por muy contraproducente que sea Carmen Montón.
Pasada la oportunidad de la agostidad, y con el horizonte puesto en 2018, año previo a las Autonómicas para las que PSPV y Compromís tendrán que hacer campaña de lo bien que han gestionado sus consellerías respectivas obviando lo bien que puedan haberlo hecho los otros, no se adivina el momento (las crisis no se anuncian), pero sí la opción más probable -salvo sorpresas- de crisis. Que pasaría por buscarle recambio a la socialista Carmen Montón y a un conseller de Compromís. El conseller de Compromís no puede ser Mónica Oltra. Tampoco puede ser -insisto, salvo sorpresa por vía judicial o sindical- Vicent Marzà porque él es el cambio, él es el Botànic, y además es amigo de Puig y su política educativa ha sido refrendada expresamente por toda la izquierda, aunque se disienta en alguna de las formas empleadas. No puede ser Manuel Alcaraz, porque es transparente. Y Elena Cebrián es demasiado independiente (aunque propuesta por Compromís) para que se le dé ese premio a su segundo. Así que sólo queda Climent, al que hasta Oltra le quitó la razón por cosas de horarios comerciales pese a ser de su misma coalición, que no partido (Iniciativa y Bloc, respectivamente). Lo que pasa es que, como dijo la coportavoz de Compromís, Àgueda Micó, “Puig no puede decidir cambiar a un conseller de la coalición sin nuestro permiso”. Y ella es del Bloc, como Climent.
Seguramente estas complicaciones son las que evitan -hasta nueva orden o estado de cosas- que Puig dé el paso de relevar a uno de sus consellers aunque sea para tomar impulso. Que no es Vicent Soler porque es su muleta contra el PP. Ni Gabriela Bravo porque trasciende la Comunidad Valenciana y es independiente. Ni la discreta María José Salvador. Ni Ximo Puig. Así que sólo puede ser Carmen Montón, tantas veces dada por políticamente muerta y tantas veces salvada in extremis por carambolas partidarias que nadie debiera dar por imposible una nueva resurrección de la titular de Sanidad. Y sin embargo es la opción más probable de salida del Consell porque es quien más méritos ha hecho para no ser consellera. Primero por su pasada cercanía a Pedro Sánchez cuando Puig ayudó a derribar al madrileño (aunque luego hizo primarias con el morellano y acabó por no ser incluida en ninguna de las dos ejecutivas porque nadie se fía de ella), y segundo por su gestión, que no para de acumular polémicas: desde el asunto de las concesiones hasta la planificación en verano. Pasando por las listas de espera (crecientes) y las encuestas de valoración de usuarios (menguantes), enchufes aparte. Daría para un libro. Así que si no eres eficaz, si provocas incendios, y encima no eres santo de la devoción del jefe (ni de la vicepresidenta), pues tienes muchos números para que te toque la lotería. El problema está en que forma parte de un gobierno de coalición. Por mucho que una fuente de la cúpula socialista valenciana le dijera a OK Diario en referencia a la consellera que “o el presidente y secretario general suelta lastre o nos van a hundir a todos”. Carmen Montón no es que esté en la cuerda floja, es que vive en ella. Y hasta ahora no le ha ido mal.