La hora de Ximo Puig, el minuto de Isabel Bonig
Les Corts celebra cada año dos debates netamente políticos, con permiso del plurilingüismo de Vicent Marzà: el de presupuestos, y el de política general. El de presupuestos, mientras no se cambie el modelo de financiación de las comunidades autónomas, es un calco año tras año, con la Generalitat llorando y el partido del Gobierno criticando que llore. El de política general, o debate sobre el estado de la Comunidad, es otra cosa. Es la hoja de ruta. Y este año además, el punto de partida -al ralentí si se quiere- para las Autonómicas de 2019, en la que al menos dos de los tres del Botànic se presentarán con papeletas distintas. Recuerden que en este debate no interviene Mónica Oltra. Así la cosa, el duelo va a ser entre Ximo Puig e Isabel Bonig, aunque las probabilidades de que la líder del PP cite a su homóloga de Compromís (y renueve su oferta de pacto al PSPV para que Puig se libre de los nacionalistas antes de hora) es alta.
El debate ha de ser como la tradición de llevar en la boda algo nuevo, algo usado y algo azul. Lo azul podría tener que ver con la colaboración público-privada en su más amplia perspectiva. Veremos. Algo usado puede ser el recurso retórico de Ximo Puig a la herencia recibida, que ya debería quedar en un segundo plano para dar paso a ideas y proyectos nuevos con los que ilusionar a los cuadros propios y a los votantes ajenos. Una vez conseguido el propósito de que los periódicos no tengan que abrir cada día con escándalos nuevos vinculados a la corrupción, y conseguida la pervivencia del Consell (que no cohesión) fruto de la necesidad hecha virtud, la idea fuerza de este discurso del presidente de la Generalitat ha de ser forzosamente nueva (aunque no haya dinero) y forzadamente nueva (porque no lo hay).
“El debate ha de ser como la tradición de llevar en la boda algo nuevo, algo usado y algo azul”
Esa es otra cuestión, la de la disponibilidad económica para hacer cosas. Puig, posiblemente, saque pecho con el botín arrebatado a Mariano Rajoy en su reciente visita a La Moncloa. Magra ganancia (no hubo ninguna concreción, aunque tampoco ninguna negativa), pero que en esta tesitura cabe vender como triunfo del president. Tampoco es nada descartable que quien presuma de concreciones sea Isabel Bonig desde la bancada de la oposición delegada del Gobierno, con obras en ejecución o licitadas, con ofertas de negociaciones concretas, y con esa misma ausencia de negativas valencianas de Rajoy (que ella interpretará como soluciones) a las reivindicaciones (que ella interpretará como lloros del Consell).
“No me digan que no resultaría gracioso que el anuncio sonado lo hiciera Bonig y no Puig”
Podemos por tanto estar -sin Oltra en el estrado- ante un duelo Puig-Bonig, en el que las alusiones a la actualidad catalana y a las concomitancias de algunos serán inevitables- en el que la popular intente quitarle la bandera palletera que el president le quiere arrebatar a su vicepresidenta. Para ello la popular se ha movido lo indecible en Madrid estos meses, aprovechando los arietes de AVE y CEV (por separado), la Diputación de Alicante (el poder fáctico del momento con sus recursos al plurilingüismo y puede que hasta a Àpunt), y la inteligencia política de Soraya Sáenz de Santamaría. Los Presupuestos Generales del Estado para 2018 se cierran este mes. Así las cosas, no me digan que no resultaría gracioso que el anuncio sonado lo hiciera Bonig y no Puig.