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Pastissos Catalans

Carles Puigdemont es hijo y nieto de pasteleros. Y eso imprime carácter.

Palos catalanes (pasteles catalanes)

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Lo estamos viendo estos días en los que tantas referencias al chocolate belga vinculadas al expresidente catalán encontramos en las redes sociales. Pero aún más comprobando jornada tras jornada el pastel que el gerundense ha dejado en su patria chica, en su patria media, y en su patria completa. Y entiéndaseme por chica Cataluña, media los llamados Païssos Catalans, y completa España. Empleo conscientemente la palabra patria porque ahora ya se puede, como consecuencia de la crisis catalana y tras cuarenta años de eufemismos en los que el concepto había declinado hasta hacerse exclusivo para las autonomías con aspiraciones de nación. También los kurdos y los gitanos son eso que tan discutido y discutible es, naciones, aunque cada uno de ellos disponga de varias patrias y estados posibles.

Volviendo a Puigdemont, el pastel que el expresident ha amasado con constancia, paciencia y mucho dinero se lo ha endosado principalmente a sus conciudadanos catalanes, sobre los que ahora se cierne la amenaza de la recesión económica y la certeza del ridículo internacional. Si antaño lo catalán era sinónimo de serio y fiable los exgobernantes de esa comunidad han conseguido echar por tierra en cuestión de meses la reputación del territorio (región aún no se puede decir) más dinámico de España. En el haber del exmandatario cabe incluir el resurgimiento en el resto del Estado del espíritu patriótico bien entendido, el que no tiene vergüenza de decir lo que se es sin espetárselo a la cara a nadie. Nunca se habían visto tantas banderas de España fuera de un partido de fútbol de la Selección.

Puigdemont y los suyos también han interferido decisivamente en la economía y el clima social en el conjunto de España, y, particularmente, en las comunidades vecinas a la suyas. En la Valenciana, sin ir más lejos. Lo que para sus socios de ERC y la CUP (que ha prodigado recientemente sus excursiones a Valencia) no es más que una parte de los Païssos Catalans va a ver ralentizada su economía como consecuencia de la crisis catalana provocada por el expresident y los suyos. La patronal CEV advierte del fenómeno combinándolo con otros también perniciosos, como el freno en la política expansiva del BCE, el impacto del Brexit, y el proteccionismo de Trump, nada menos. Las relaciones comerciales valencianas con Cataluña son tan intensas que el traslado de las sedes de dos grandes bancos y el desvío al puerto de Valencia de algunos cruceros no compensan la previsión negativa (moderadamente negativa) en términos de dinamismo y empleo para el último trimestre del año.

Por estas razones económicas y sociales someramente expuestas se entiende mal el apoyo que desde la Comunidad Valenciana algunos políticos de grado medio y algunas autoridades en grado sumo han prestado a la causa secesionista catalana en general y a sus cabecillas irredentos en particular, mezclando los legítimos sentimientos independentistas que desde hace cinco años tiene la mitad de la población catalana (antes eran muchísimos menos) con la actitud chulesca y golpista de las autoridades que la otra mitad de los catalanes ha padecido en los últimos tiempos. ¡Claro que el problema catalán de intolerancia a las instituciones españolas no se resuelve encarcelando políticos! Pero tampoco se soluciona violando leyes. De hecho, de haber quedado impunes los dirigentes catalanes hubiéramos creado dos problemas aún mayores, el de la quiebra del Estado de Derecho en el que ya todo valdría, y el problema español de desafección (que de momento sólo es hartazgo) hacia lo catalán. Otros dos Pastissos Catalans.

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