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El galimatias de Compromís

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Compromís, el conglomerado que abarca formaciones tan heterogéneas como Bloc Nacionalista Valencià, Iniciativa del Poble Valencià y VerdsEquo –sin obviar a los independientes de Gent de Compromís-, afronta la recta final, el paso del ecuador de legislatura, con la necesidad de amoldar su estrategia electoral a su actual rol. La coalición ha pasado de ser oposición hasta mayo de 2015 a gobernar desde junio de ese año. Por tanto, ha avanzado desde la crítica a quien gobierna al desgaste de la gestión diaria. Un cambio nada baladí de cara a afrontar elecciones.

Ahora ya no puede centrarse en denostar al que manda. Porque desde hace dos años y medio dirige la Comunidad Valenciana y la mayor parte de sus consistorios con el apoyo del PSPV. Aunque siempre quedará Madrid y el estigma de la infrafinanciación como antagonista recurrente para la campaña –reseñable la labor de Joan Baldoví, su portavoz en el Congreso-, Compromís deberá abanderar gestión. Tiene que hacer ver al electorado que su política ´por las personas´ y que el cambio que anunció lo está cumpliendo. Cuatro años después, en 2019, no bastará con culpar ´a la herencia recibida del PP´.

Después de esos dos años y medio transcurridos desde mayo de 2015, esta semana ha conseguido que Les Corts aprueben la Renta Valenciana de Inserción. No obstante, del aprobado a la aplicación suele haber un trecho excesivamente largo. Es decir, que hasta que las decenas de miles de personas que se pueden beneficiar lo consigan, deberán continuar más tiempo por su agónica travesía del desierto.

¿Qué ha calado hasta ahora de la gestión de Compromís? La Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas anda enfangada en el espinoso tema de los centros de menores mientras las ayudas sociales, en general, continúan siendo escasas y llegan con retraso. El mayor avance visible, encabezado por el secretario autonómico de Inclusión, Alberto Ibáñez –valor en alza de Compromís-, lo ha constituido el Pacto Valenciano contra la Violencia Machista.

Mientras, el otro estandarte de la coalición de Enric Morera y Mónica Oltra, la Conselleria de Educación, anda sumida en numerosos frentes y manteniendo recortes cuya eliminación lleva años anunciando sin acabar de hacerlo. Los docentes de Secundaria no han vuelto a las 18 horas lectivas, las ratios de alumnado por aula no han descendido en numerosos centros, las sustituciones tardan en cubrirse, y todavía quedan interinos que, tres meses después de haber empezado a trabajar este curso, siguen sin cobrar sus nóminas. Mientras, ha tenido que recular en su proyecto estrella, el decreto que impulsaba el valenciano en los centros vinculándolo a niveles de certificación en inglés, tras sentencias en contra a recursos como el del sindicato CSIF.

Conselleria de Economía ha sufrido el desgaste de la difícil cuadratura de los horarios comerciales y ha padecido diversos cambios en la organización por las desavenencias PSPV-Compromís, mientras que en Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente las discrepancias entra la máxima responsable, Elena Cebrián, y su secretario autonómico y neoadalid de Els Verds, Julià Álvaro, han resultado demasiado visibles y han opacado parte de la gestión en su complejo sector. Por su lado, Conselleria de Transparencia sigue en la lucha por certificar que tiene un sentido, una razón de ser. Por cierto, incluye la Dirección General de Cooperación y Solidaridad, aunque el titular de un área tan fundamental, Federico Buyolo, esté pasando bastante desapercibido.

Primer reto de Compromís: confirmar que su gestión resulta eficaz, que impulsa el bienestar, que “rescata personas” –uno de sus lemas favoritos-. Le queda año y medio para demostrarlo. Y la segunda barrera que tendrá que afrontar consistirá en la selección de sus candidatos. Sí, porque el poder llama al poder. Quien está suele querer repetir, y quien no forma parte de ese selecto elenco de altos cargos aspira a introducirse, sobre todo ahora que ya ha comprobado que su partido toca poder.

Por consiguiente, tanto a nivel local como, sobre todo, autonómico, se enfrenta al reto de las primarias con, posiblemente, bastantes más candidatos en liza que los que aspiraban a formar parte de las listas de 2015. Su encrucijada consiste en encajar mayor participación con preservación de los líderes a quienes considera fundamentales. En 2015 estableció un sistema participativo y, a la vez, garantista, para asegurar que Mónica Oltra y Enric Morera lideraran la lista por Valencia.

Con figuras consolidadas como Fran Ferri, Mireia Mollà o Mònica Álvaro como posibles abanderados también en 2019, deberá cuadrar muchas aspiraciones, además de tener en cuenta sus diferentes corrientes internas y a altos cargos con un perfil más político y relevante, caso el del citado Ibáñez o de Ferrán Puchades, secretario autonómico de Justicia, para confeccionar sus candidaturas a Les Corts por las tres provincias.

Este curso 2017-2018 resultará decisivo para que Compromís comience a desenredar la madeja y a resolver su galimatías. Se enfrenta al reto de demostrar que cumple las altas expectativas que creó en gran parte del electorado que le respaldó en 2015. Sobre todo entre jóvenes nuevos votantes y en desengañados de otras formaciones. De lo contrario, puede caer en el sumidero de los vaivenes de la política y sufrir el castigo por frustración, uno de los sentimientos que más moviliza o que más abstención genera. El voto de las expectativas no cumplidas.

A la par, deberá evitar que las pugnas por formar parte de unas listas que tienen serias posibilidades de tocar poder acabe en conflicto cainita. Los rifirrafes internos constituyen la esencia histórica de Compromís. También, la habilidad para cuadrar sensibilidades y divergencias en el último momento. De cara a 2019 la situación se complicará porque el número de aspirantes a concejal o diputado previsiblemente se multiplicará. Deberá hacer frente todo esto mientras mira de reojo la competencia electoral de Podemos y de Iniciativa. Partidos tan cercanos como rivales.