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El parecido razonable de Inés Arrimadas con Mónica Oltra

Las dos pueden ser presidentas, y las dos de sendas Generalitats (sin perjuicio de que Oltra pueda acabar siendo otra cosa). Pero ambas mujeres tienen otra cosa muy importante en común.

El parecido razonable de Inés Arrimadas con Mónica Oltra

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Las diferencias quizá sean más evidentes, saltan a la vista. La principal es que Oltra es nacionalista (el que va con nacionalistas y vive del nacionalismo es nacionalista), y el partido de Arrimadas nació para hacer frente a los nacionalistas. Ése ha sido el principal pilar del éxito del proyecto de Albert Rivera en Cataluña, y en buena parte de España.

Pero el factor cualitativo que ha hecho que el proyecto Arrimadas esté a punto de triunfar definitivamente en su patria chica (aunque no gane) y de aupar a los candidatos de Ciudadanos en muchas ciudades y comunidades a puestos determinantes en las administraciones tras las elecciones de 2019 no es programático.

La clave es la imagen, la buena imagen. Y que esta cualidad sea bien visible, a la luz del día y sin previa peticiones de perdón. Arrimadas es la única mujer, el único candidato joven, moderno y fresco del 21-D. Lo que le quita de encima la etiqueta de marca blanca del PP, la de carca, y la de machista (por si acaso).

Su discurso es sencillo e invariable frente al de los independentistas, que lo complican y cambian todo a cada ley y a cada mitin. Arrimadas carece de fisuras, complejos y errores, y así se lo han acabado reconociendo todos los observadores políticos habituales de la cosa catalana. Por eso se le teme, especialmente desde el PP.

Lidera un partido -por delante de Albert Rivera, de quien ya nadie puede considerarle un apéndice- desde el que deconstruye independentistas en los debates de televisión y abduce populares y seduce socialistas cada día. Con su pinta de sastrecillo valiente se va a hacer con el voto del 155 pese a ser la parte menos visible del pacto (o quizá por ello), y, por mucho que se empeñen en lo contrario los que han fracturado la convivencia en Cataluña, es la mejor posicionada (¿Puigdemont, Junqueras, García Albiol, Iceta?) para intentar reintegrarles.

Pero hay un factor psicológico decisivo para entender el éxito de Arrimadas: la dulzura. Ojo, no digo la belleza, que allá cada cual con sus cánones, sino la dulzura. La voz le acompaña. Como le acompaña también a Mónica Oltra. El rostro es otra cosa, porque la dulzura incólume de la catalana se trueca a veces en firmeza agria en el gesto de la valenciana.

Oltra es muy consciente del arma que tiene en su voz. La modula de acuerdo con el escenario. Al contrario que en sus mítines artilleros, para las ruedas de prensa de los viernes y las entrevistas baja el tono y se muestra modosa. La feminista Lidia Falcón le llegó a llamar “colmo del almíbar”, con el añadido entre líneas de a mí esos trucos tuyos no me engañan. Imagínense una rueda de prensa conjunta de las dos hipotéticas presidentas, a ver quien lo dice (lo que sea) más suave.

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