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¿Qué sabemos del director general de Cooperación?

Para un área de la relevancia de la suya, limitar su figura al rol de acompañante parece un bagaje algo escuálido.

Francisco Buyolo

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El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, ha reiterado el “nuevo impulso” que el Consell quiere dar a la cooperación valenciana. La vicepresidenta, Mónica Oltra, proclamó, en su viaje a Gaza y Cisjordania, que quería “devolverle el prestigio”, una misión sin duda necesaria después de quedar hecho añicos durante la dirección del exconseller Rafael Blasco. La partida destinada a cooperación internacional ha ido creciendo en los presupuestos autonómicos. Y, mientras tanto, ¿qué sabemos del máximo responsable del ramo, el director general de Cooperación y Solidaridad, Federico Buyolo?

Su relevancia ha caído en el organigrama de una conselleria, la de Transparencia, que cada día lucha por lograr visibilidad en un contexto de pragmatismo, donde la gestión de sus homólogas de Educación, Sanidad o Hacienda tiene más transcendencia informativa y acapara mayor atención periodística y social. Para asomar cabeza en la vorágine de noticias, el conseller, Manuel Alcaraz, centra prácticamente todo el protagonismo y el sujeto de los titulares de las notas de prensa. Apenas deja un reducido hueco para su segunda, la secretaria autonómica Zulima Pérez.

¿Y qué queda para el pedagogo ilicitano Federico Buyolo? Aparte de una ronda interminable de reuniones con diferentes colectivos que publica casi a diario, a modo de agenda, en su cuenta de Twitter, poco más. Desde el 1 de agosto hasta el 1 de noviembre, fecha de la última nota de su conselleria que encabeza, ha intervenido como actor principal –o así oficialmente deja constancia la web de Transparencia-, en cuatro actos. El 3 de agosto asistió al envío de ayuda humanitaria a Tinduf; el 24 de septiembre participó en un congreso de municipalismo en Colombia; el 17 de octubre se sumó a los actos de Pobreza Zero y el 1 de noviembre acudió a la llegada, en Valencia, de una caravana de coches eléctricos.

En todos los casos –cuatro- se trata de acciones que no organiza directamente Cooperación y Solidaridad, sino otras entidades. A ellas asiste el director general aportando su presencia y respaldo personal sin, aparentemente, más apoyo en cuanto a recursos o iniciativa. Como también lo hizo, aunque con sigilo informativo, en la visita de la vicepresidenta a Palestina. Para un área de la relevancia de la suya, limitar su figura al rol de acompañante parece un bagaje algo escuálido, sobre todo cuando sus superiores han recalcado la importancia de la cooperación valenciana.

Cierto que el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, le ha demostrado su confianza y consideración al nombrarle presidente de la Comisión de Ética del PSPV, pero en ese cargo orgánico de su partido se queda. Quizás le aporte mayor reconocimiento entre la militancia socialista, más posibilidades de despuntar en el tramo final de mandato. De superar su actual grado de conocimiento, una cuestión que para un político no resulta baladí, máxime si quiere defender la supuesta eficiencia de su gestión y aspirar a repetir en algún cargo de relevancia tras las elecciones locales y autonómicas de 2019.

Un supuesto empuje de la gestión de Federico Buyolo permitiría, sobre todo, que el ciudadano de a pie palpara que el área de Cooperación y Solidaridad valenciana funciona y actúa, que desarrolla iniciativas y que demuestra fuerza. De paso, ayudaría a recuperar el prestigio que con acierto enfatizó la vicepresidenta y no quedaría diluida en esa argamasa que constituye la Conselleria de Transparencia, Responsabilidad Social, Participación y Cooperación, donde dejan, efectivamente y como su propia denominación indica, la cooperación para el final. Al igual que ocurre con la propia trascendencia pública de Federico Buyolo, que, como político, sabrá ese axioma tan repetido por los asesores de comunicación de los partidos: “lo que no se cuenta, no existe”.