Los 6 icebergs que amenazan al Titànic/Botànic en 2018
A la presidenta del PPCV le encanta decir que el Consell del Botànic es el gobierno del Titànic. Y al presidente Puig que su flotabilidad (él dice estabilidad) es la mayor conocida hasta ahora. Pero en 2018 hay icebergs a la deriva dispuestos a impactar. Hemos identificado 6 grandes bloques de hielo.
Es verdad que éste es el Consell más estable de los que ha tenido la Comunidad Valenciana desde los años ochenta. O sea, desde que es Comunidad Valenciana. Pero no es menos cierto que eso ha sido así no porque los mandados por Ximo Puig hayan resultado ser unos consellers ideales sino más bien porque no hay manera de deshacerse de ninguno de ellos sin cargarse el delicado pacto del Botànic. Especialmente si el peor de todos milita en tus propias filas.
Por eso la flotabilidad de este barco va a quedar sujeta durante el año entrante (el último completo y presupuestado antes de las Autonómicas de 2019, si es que Puig no decide adelantarlas) a que no se descosan algunas costuras mal hilvanadas.
Primer iceberg: las heridas de la sanidad
La principal de esas suturas es la sanitaria. Porque es la parte del león de cualquier presupuesto, porque es en la que más fácilmente y en carne propia pueden notar los ciudadanos sus deficiencias, y porque en esa parcela se ha apostado por la ideología y no por la eficiencia. Las crecientes listas de espera y el conflicto con el IVO (todos tenemos algún conocido que padece o ha padecido cáncer y sabemos lo sensible que puede llegar a ser este asunto) son sólo síntomas de que algo no va bien en el departamento de Carmen Montón, a quien vanamente algunos esperaban ver cesada desde casi el inicio de su gestión, cuando en realidad cualquier atisbo de crítica obliga a reforzarla aunque sea a base de tragar sapos.
Los recientes reveses judiciales en materia de sanidad universal y jubilación obligatoria del personal sanitario, y sobre todo el recurso pendiente sobre la no prolongación de la concesión en el departamento de La Ribera (medida que conlleva cierta inseguridad empresarial a los ojos de futuros inversores que Puig personalmente intenta disipar -como dice Podemos- esforzándose por "llevarse bien con la gran empresa") son otras vías de agua para la consellería de más directa incidencia de todas. El Mundo apunta sin embargo que la excusa para no rescatar las concesiones radiológicas en el Hospital General de Valencia (retraso a la hora de comprar equipos propios) podría ser también aplicada para La Ribera.
Segundo iceberg: la buena educación
La segunda gran conselleria es la de educación. Aquí también hay una componente claramente ideológica sustentada sobre el plurilingüismo mezclado con el derecho a decidir de los padres. El famoso decreto que premiaba con más inglés a los que más valenciano estudiaran va a ser sustituido tras enconada batalla judicial con la Diputación de Alicante por una ley, que la institución alicantina por boca de su presidente César Sanchez ya ha anunciado que va a estudiar con detenimiento por si considerara que tiene que volver a actuar.
Imponer el valenciano en Alicante no va a ser tan sencillo como los que nunca han vivido en esa ciudad (y muchas otras de esa provincia) se habían pensado. Y más cuando los barracones (el PP quería que se les llamara “aulas provisionales”) no han bajado significativamente en número desde que gobierna la izquierda pese a un plan fracasado previo al actual Edificant (en el que los municipios van a ser determinantes). Para completar el cóctel, el centro-derecha valenciano busca y rebusca (y encuentra periódicamente) casos de presunto adoctrinamiento catalanizante, que en muchos casos es simple laxitud o laisser faire pero siempre en una misma dirección. “Casos aislados”, ya se sabe …
Tercer iceberg: À punt y fuego
La próxima primavera habrá televisión pública valenciana. El rosario de informaciones publicadas por éste y los demás medios privados valencianos durante los últimos meses permite concluir que: estará en manos de Compromís, propiciará el intercambio de contenidos con medios catalanes, y se regirá por modelos de comportamiento homologables con los de los vecinos del norte. Sin complejos. Eso le granjeará notables críticas a un año vista de las elecciones y suministrará munición abundante al centro-derecha valenciano, y más con el procés catalán aún pendiente de resolución efectiva y las claras simpatías al respecto (repasen sus tuits) de quienes ocupan los puestos clave de la segunda RTVV.
La ocurrencia atribuida al conseller en cap del Consell Rector, Rafael Xambó, de ir acostumbrando al público a otros acentos puede ser determinante. Y quien crea que eso no da votos (de momento dispersos) tiene algunos números para equivocarse, visto el poder de convocatoria de determinadas concentraciones recientes y el escaso afecto que los valencianos han demostrado históricamente a las figuras del cagatió y el caganer. Sobre las bolsas de trabajo de À punt pesan los intentos de impugnación de las asociaciones de profesionales de la información, que presumiblemente decaerán en cuanto un juez decida pedirles una fianza para continuar el proceso.
Cuarto iceberg: las víctimas del victimismo
La catalanización está por ver si da a la oposición los mismos, mayores o menores réditos que el Botànic espera seguir cosechando con el victimismo, por otra parte tan empleado en sentido partidario contrario en tiempos de Francisco Camps y José Luis Rodríguez Zapatero. Hace bien Ximo Puig en destacar la evidente desigualdad entre personas por territorios que se da en España, aunque al final lo que el ciudadano va a notar es si la sanidad o la educación (que sabe que están descentralizadas) funcionan bien o mal, sin preocuparle si el origen de esos problemas está en desiertos remotos o en montañas lejanas.
La izquierda valenciana seguramente tendrá una piedra de toque para este afán en su irrelevancia en las estructuras del Estado -equiparable a la de la derecha en la etapa anterior (y en la actual hasta De la Serna)- que se demuestra por ejemplo en su incapacidad para llegar a acuerdos con el Gobierno que mejoren las oportunidades para esta Comunidad, como otros hacen para los casos vasco y canario. Los PGE de 2018 son el próximo tren que los valencianos vamos a perder. Lo que no exime de responsabilidad -máxima- al partido actualmente en el gobierno central (y antes con mayoría absoluta) en la tarea de ahormar consensos que permitan hacer justicia con los valencianos en materia de financiación e inversiones.
Quinto iceberg: pendencias y dependencias
¿Hizo mal Mónica Oltra en asumir las competencias de menores y dependencia en vez de quedarse como reina madre a la altura del president, por encima del día a día de la acción de gobierno? La conflictiva situación en los centros de menores (con escándalos concretos publicados cada equis meses) y el avispero de la dependencia (con notables y vitales retrasos en los trámites de sus posibles beneficiarios y en los consiguientes pagos) no parecen hacer ningún bien (tampoco grandes males de momento) a la vicepresidenta, que debiera haber previsto que llegaría el día (discurso de Año Nuevo de 2018, después de la Marcha Radetzky) en el que su superior jerárquico, el presidente Puig, hiciera autocrítica en tres de sus departamentos por mor de los barracones, las listas de espera quirúrgicas … y la dependencia.
Sexto iceberg: viva la diferencia
Lo que nos lleva al iceberg definitivo, el que deriva en mares internos, y que consiste en la necesidad de cada socio de Botànic/Titànic por empezar a marcar distancias con los otros dos. Le ha pasado a Puig con Oltra en este caso concreto de Año Nuevo, y al líder de Podemos, Antonio Estañ, con el president, cuyo discurso se ha apresurado a calificar de “conformista respecto de los intereses de los valencianos”. Hay que ir destacando las diferencias. Y sorteando los icebergs para llegar a buen puerto.