¿San Valentín o San Calcetín?
Rompamos con aquellos mitos románticos negativos que colocan “un muro de hormigón sobre nuestra libertad, sobre nuestra propia integridad y personalidad”:
Ante esta disyuntiva de celebración general, nuestra sociedad responde con dos grandes corrientes completamente contrapuestas: aquellos que están de acuerdo con una tradición como lo puede ser San Valentín y los que, como yo, adoptan la postura de la celebración de “San Calcetín”… es decir, otro día cualquiera.
El corazón me suele palpitar a gran velocidad. Noto cierta aceleración repentina que se produce, que lleva muchos hematíes al torrente sanguíneo a bombear con fuerza por el flujo del caudal y demandar gran cantidad de oxígeno que pide corazón cuando llega esta fecha tan marcada del 14 de febrero.
En este día, cuyo significado es como un gran título de cine, “el día de los enamorados” en nuestra demagoga sociedad de costumbres arraigadas en los que actuamos la inmensa mayoría como personajes de la serie “Black Mirror”, sometidos por las campañas propagandísticas y el consumismo para favorecer la economía del mercado general con el constante visionado de elementos que puedan servirnos para contentar a alguien que sin lugar a dudas “amamos”…
¿Pero saben qué?… ¡Yo celebraré el día de San Calcetín!...
Es un día que ves corazones rojos por todas partes y de todos los tipos, escaparates decorados con ilustraciones fantásticas, previsión de cenas románticas y reservas para las mismas, pasteles, dulces, golosinas y tartas decoradas con símbolos del amor, joyas de todos los tipos, perfumes y cosméticos, viajes a lugares paradisiacos en rincones apoteósicos o ciudades que simbolizan el amor. Y tantas otras cosas en las que pensamos para seguir amando, para demostrar nuestro gran amor, que le queremos y poderle sacarle una magnifica sonrisas y por supuesto cierta felicidad a nuestra pareja… Una alegría que a todos nos gusta.
Pero… ¡no me gustan los estereotipos machistas que huelen a calcetín mojado!... Voy a explicar el porqué:
El amor no es patrimonio del patriarcado, no es tampoco un tema superfluo que pueda tratarse como exclusivo y simbólico para solo un público de personas heterosexuales. Debe de estar basado en las relaciones afectivas igualitarias, libres y sanas entre personas; alejadas de los celos obsesivos y de las formas de control. Si la tradición huele a machismo… ¡Me niego a seguirla!...
Rompamos con aquellos mitos románticos negativos que colocan “un muro de hormigón sobre nuestra libertad, sobre nuestra propia integridad y personalidad”:
La media naranja, los polos opuestos se atraen, quien bien te quiere te hará llorar, perdona pero aguanta, el amor todo lo perdona… Empecemos de una vez a tumbar el muro de la incomprensión, sigamos nuestros propios caminos sin que nos manejen como a grandes grupos de rebaños de borregos y sin que manipulen nuestras acciones sociales con reclamos de propaganda que influyen en nuestros cinco sentidos.