El candidato ideal para 2019: osado, yerno, bon xic
El perfil de éxito que buscan ansiosamente algunos partidos para sus futuros candidatos n es el de OT: es una rara avis en los tiempos que corren que responde a unas premisas muy concretas.
Con todas las objeciones que se quieran poner a la conducta privada en el caso del estadounidense, la Historia no ha reservado un mal lugar para ninguno de los dos. Al revés, con el paso del tiempo la imagen de ambas figuras -en sus respectivos marcos políticos- ha salido reforzada.
Kennedy es la figura renovadora mundial que gente con tanto cartel internacional como Bill Clinton lució como aval en campaña sirviéndose de una foto en la que el presidente le daba la mano siendo él un muchacho. Suárez, superadas las heridas de la Transición y a los cuarenta años de la Constitución de la que fue impulsor, es un hombre de Estado, unánimemente reconocido, que Albert Rivera y Ciudadanos reivindican constantemente, por encima incluso del PP en el que milita su hijo. Suárez, cuando estaba políticamente activo -especialmente en el CDS- se declaraba de centro-izquierda.
Ambos líderes se asocian, recortadas sus aristas con el paso del tiempo, con la imagen del empuje y la osadía necesarias para cambiar las cosas. Outsiders los dos, cada uno a su manera, Kennedy desde una familia bien pero irlandesa y católica, Suárez desde el Régimen pero estudiante justito y de clase media. Ninguno era de la “casta”.
Pero, a diferencia de lo que sucede con esos nuevos agentes políticos que ni llevan toda la vida viviendo de los partidos o las instituciones, ni pueden aspirar a hacerlo porque son flor de un momento histórico, Kennedy y Suárez transmitieron ilusión por construir desde lo que había, no contra ello. Y los ciudadanos se lo agradecieron. La frase del presidente español de “tuvimos que cambiar las cañerías sin cortar el agua” ilustra el método.
Hoy en día la fórmula magistral para llegar al votante parece volver sobre esas viejas ideas del empuje y la osadía pero con algunos complementos estéticos renovados. Ahora por ejemplo se impone el “sincorbatismo” por contraposición al efímero “chanclismo”, condenado a la desaparición porque al experimento de que nos gobierne cualquiera con ocurrencias disparatadas y peculiares protestas en la calle por sistema ya no le queda gas.
Los ciudadanos quieren gente normal, ésa que “no se ríe de las resoluciones judiciales” como decía Inés Arrimadas. Porque “en una democracia no se debate si la ley debe de cumplirse” como precisó Gabriela Bravo. Ni se rodean las instituciones. Cada vez más se demandan “bons xics”, con la vida resuelta que se decía antes (y que no es lo mismo que con la vida asegurada), que no precisen medrar en política para asegurar su modus vivendi, que podamos aceptar como nuestro yerno/nuera ideal.