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La ciudad no es para mí. Sublimina que algo queda

Llámase subliminal aquella imagen, fotograma, forma, gesto, expresión, palabra, sonido, tono, acento … que se cuela –por sorpresa- en discurso ajeno.

La ciudad no es para mí. Sublimina que algo queda

Publicado por
JM Felix

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Apenas percibido por el receptor, y no siempre desde la primera vez, su reiteración suele producir pingües resultados económicos o políticos (o ambas cosas) a emisor descarado y pertinaz.

Claro que pudieran defenderse mensajes subliminales bondadosos, solidarios y altruistas en sus razones y objetivos; pero aún así el vehículo del engaño y el oportunismo queda desautorizado por aquello tan jesuítico de los fines y los medios.

Hay una suerte de anidamiento de lo subliminal más directa –aunque no menos sutil- que lo incluye explícito, con timidez diseñada, en un conjunto más o menos complejo. A menudo señalado por una leve contradicción o desarmonía menor. Una nota discordante y atractiva, que añade modernitat.

Anda por las redes sociales y viaja por whatsapp la evidencia de la sustitución de la imagen de la corona real por otra en la actualización del logo de la Generalitat (Valenciana). La nueva tiene connotaciones condales, al parecer. Saquen vostés sus propias conclusiones.

En el “nuevo psoe” de Pedro Sánchez lo subliminal es mucho más complejo. Se trata de una estrategia de autoritarismo –y pelín de revancha- cimentado en un tipo de populismo (tantos hay que compiten con los de estulticia) en virtud de la comunión entre leader y bases. Engels y Marx, tal vez perdonados in extremis no lo quieran, pudiera resultar una deriva decreciente del socialismo español verdaderamente democrático que algunos añoramos y otros atacan con virulencia.

Subliminar es lo mateix pero en catalá. Que en ocasiones resulta más rudo, más crudo, más directo. Y para subliminar el “proces” –que no prócer- fugado sacando a relucir imanes terroristas en el testimonio twitero de su hégira permanente a ningún lado.

Licencia comunicativa o transgresión moral, tal habilidad de tahúr se ha instalado en la sociedad del conocimiento para incidir en el núcleo de los hábitos populares.

Rufianes y otros sujetos de semejante catadura, aunque de innecesaria coincidencia ideológica, gustan de citar al dictador que parecen –subliminalmente- añorar, ignorando cuánto hieren a quienes luchamos contra él.

Entre las formas más perversas y dañinas, lo fake, la noticia falsa y –en el colmo del cinismo- la llamada posverdad (que nos apresa), difundidas ya por aguerridos y en ocasiones prestigiosos comunicadores, ya expandidas por las redes sociales por no menos aguerridos y anónimos ciudadanos.

Bienvenidos los hackers a la administración. (Si es que no estaban antes)

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