Desavenencias en el Govern de la Nau ponen en riesgo el sueño de Juan Roig
Uno de los últimos proyectos personales del empresario de Mercadona pasa por la construcción de un gran pabellón en Valencia.
Un Arena al estilo de las nuevas instalaciones recientemente inauguradas en Berlín o Londres, con capacidad para 16.000 espectadores y unos 150 millones de € de inversión. Estos serían, en líneas generales, los fríos datos que acompañan al ambicioso y, a su vez, de gran calado institucional proyecto que Juan Roig pretende llevar a cabo aprovechando la parcela libre situada en la Avenida Antonio Ferrandis, colindante con L'Alqueria del Basket, complejo ya en marcha y, hasta el momento, de demostrada solvencia y repercusión (positiva) internacional.
De concretarse todas las operaciones necesarias; Valencia volvería a colocarse en la pole organizativa en lo que se refiere tanto a eventos baloncestísticos (15 años sin albergar una fase final de la Copa del Rey), así como de otro tipo de acontecimientos - destacando muy especialmente los de índole musical- que, a día de hoy, no acostumbra a acoger con frecuencia, habida cuenta de la falta de instalaciones adecuadas que presenta.
Reticencias del Gobierno Municipal:
Es lo que, a fecha de hoy, supone la mayor fuente de conflicto para el desarrollo del proyecto. El impedimento, de cariz administrativo, estaría fundamentado en la férrea negativa de Valencia en Comú (formación afín a Podemos que gestiona la concejalía de Patrimonio) a ceder los terrenos en cuestión. Tanto es así, que la única alternativa que María Oliver, portavoz (no acudiremos desde aquí a la utilización del término "portavoza") del grupo de dicha formación política en el cap i casal, o es otra que la de la concesión del solar a 50 o, incluso, a 80 años; descartando así cualquier opción de venta o permuta del mismo. "Toda venta significa una operación comercial que nosotros, al no ser una inmobiliaria, no contemplamos", ha llegado a manifestar recientemente.
Sin embargo, las discrepancias en torno a este asunto no se han hecho esperar en el seno del Govern de la Nau; siendo gente de confianza del propio alcalde Joan Ribó la que ha admitido sin tapujos que una operación de este calibre tendría lugar dentro de los parámetros que el mercado marca y, de la misma manera, supondría una inversión en una infraestructura de garantizada rentabilidad para la ciudad.
Igualmente, se considera desde ese entorno poco viable la propuesta de Oliver, al no existir la creencia de que heredar una instalación como esa tantos años después proporcionara rédito alguno.
Así pues, salvar este último escollo parece constituir el único problema para llevar a buen término esta más que atractiva pretensión. Y, máxime, tomando el ejemplo de L'Alqueria del Basket (ya de sobrada utilidad pese a sus aún pocos meses de funcionamiento). Y es que volver a poner a Valencia en el mapa de la organización de los grandes eventos nacionales e internacionales no debería de ser asunto baladí.