Cuando Valencia perdió la batalla de la ´V´

Esta semana una revista anglosajona especializada en temas de defensa publicaba que parte de las tropas de la coalición internacional anti DAESH -desplegada en Iraq- iba a evolucionar en su misión “pasando de BPC a operaciones AAA”.

Supongo que un porcentaje muy alto de quienes ahora estáis leyendo esto os habréis quedado como cuando ojeamos sin ganas –sí, yo también- las típicas revistas del colegio oficial de médicos que adornan las salas de espera en las consultas. El tema de los acrónimos, y que además suelen ser en inglés, es un obstáculo importante para los que nos gusta escribir sobre temas de defensa y seguridad.

Sigamos con el ejemplo que me ha inspirado para lo que os estoy contando hoy:

Una misión BPC (Building Partnership Capacity) es una misión para ayudar a formar un ejército o unas estructuras de defensa en un país fallido. Los instructores “forman” a las tropas locales (en este caso al Ejército de Iraq). Los instruyen, intentan cohesionarlos y los mandan a combatir.

A veces, según la operación de la que se trate, ésta puede mutar a misiones AAA (Advise Assist Acompany). En este caso, los instructores no sólo se dedican a “crear” una fuerza militar, sino que también les acompañan mientras se foguean en combate. Los “formadores” se convierten luego en “asesores” y pueden corregir en el campo de batalla aquellos aspectos técnicos y operativos que la nueva unidad militar no ha acabado de consolidar en su fase BPC.

¿A que así parece más fácil?

Una curiosidad -poco conocida- sobre acrónimos militares es la de la denominación del Aeropuerto Internacional de Kabul en siglas OTAN: KAIA (KAbul International Airport) ¿Por qué “Kabul” aporta dos letras? Pues porque el acrónimo KIA ya tenía un significado previo al despliegue de la OTAN en Afganistán…. Killed In Action (“muerto en combate”).

Los acrónimos acompañan al militar toda su vida, y en los ejércitos OTAN la estandarización es fundamental para que el uso de los distintos fonemas no dé lugar a dudas ni confusiones. Como podéis imaginar, no es conveniente deletrear mal una palabra en el fragor de la batalla…. Sobre todo si tienes que pedir un apoyo de fuego vía radio y el que está a la escucha se equivoca de letra…., y por lo tanto de cuadrícula donde disparar.

El primer intento de acordar a nivel internacional un alfabeto fonético común fue en los años 20, cuando la Unión Internacional de Telecomunicaciones creó por primera vez -y a nivel mundial- un código basado en ciudades y países que serviría para que todos deletrearan de igual manera.

Y sí, la V se reservó para Valencia: ni Verona, ni Varsovia, ni Viena, ni Venecia, ni Vancouver. La V se diría “Valencia”. Por desgracia para los valencianos, a los pocos años surgieron otras “versiones fonéticas” auspiciadas por distintas entidades y organismos.

En 1949 nacía la OTAN con 12 países y varias fonéticas. El tema aún se complicó más en 1952 con la entrada de Grecia y Turquía, y en 1955 con el ingreso de la República Federal Alemana.Había que cerrar cuanto antes la cuestión de cómo nombrar cada letra, así que finalmente el 21 de febrero de 1956, con efectividad de 1 de marzo, la Alianza Atlántica adoptó oficialmente su alfabeto fonético.

Este nuevo código aprobado por la OTAN no fue el de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, sino que se basó –principalmente- en otra norma, la de la Asociación Internacional del Transporte Aéreo, en el que la V se denominaba “Víctor.”

Y esta es la historia de cómo por esta decisión, Valencia perdió la batalla de la V, ya que el “alfabeto OTAN” pronto se impondría a los otros códigos fonéticos que poco a poco desaparecieron, sin pena ni gloria, al entrar en desuso. Hoy se cumplen –pues- 62 años desde que la Alianza Atlántica se cargó la V de Valencia, pero vamos, que tampoco hay que ser rencorosos ¿no?

*Experto en Seguridad y Geoestrategia