Sí a la libertad horaria
Me cuenta uno de los asiduos de las cenas dominicales que su hermana estudiante ha acabado su contrato de domingo en una tienda. Como ella, varias amigas tienen sus contratos en el aire
Domingo por la mañana, hoy se me han pegado un poco las sábanas. Lo reconozco. Bajo a la plaza, café con leche y prensa. Hoy no me apetece cocinar, compro la paella de la casa de comidas de enfrente, sin bolsa de plástico, eso sí, que ya llevo la mía. Siesta y por la tarde a Valencia, en tren, que es como mejor se va al centro. Otro café y hasta la cena, que hoy hay dos por uno. Nos reunimos cinco a la mesa, y entre discusiones varias sobre lo denostada que está la política últimamente y lo bajito que está el nivel del discurso político llegamos a la novedad de la semana: en Valencia ya no se trabaja en domingo. Bien, realmente se trabaja pero de otro modo.
Me cuenta uno de los asiduos de las cenas dominicales que su hermana estudiante ha acabado su contrato de domingo en una tienda del centro comercial. A Elena le venía bien, dedicaba toda la semana a estudiar, y el domingo, sin madrugar demasiado, iba a abrir la tienda de ropa. Como ella, varias amigas tienen sus contratos en el aire ahora que el gobierno de Valencia y la Comunitat Valenciana se han conjurado para que, algunos, no puedan trabajar en domingo.
Me cuenta que una de las diputadas de la izquierda morada, de las más combativas en esto de ejercer el derecho al trabajo en domingo, estuvo el pasado fin de semana en la tienda de ropa de su hermana. Y sí, en domingo. A mí me viene a la mente el siempre recurrente viaje de ciertos representantes políticos que aprovechan cualquier festivo para volar a la otra parte del mundo. Azafato, piloto y demás personal mediante. El domingo es para descansar o ir a misa, dijo el alcalde de Valencia. O para ir a trabajar, si me apetece.
En qué momento la izquierda adoptó el discurso pro familia lo desconozco. Lo que sí sé es que en domingo trabajan, trabajamos, mucha gente. Cocineros, camareros, periodistas, conductores de tren, policías, médicos, acomodadores de cine, barrenderos, azafatos, autónomos e igual hasta algún político, si tiene algún evento al que no puede fallar.
Ponerle puertas al campo desde la incoherencia más absoluta en la era de las compras por Internet, sin horario ni limitación alguna. Ayudar al pequeño comercio, dicen. Quizás, sólo quizás, lo ayudarían más bajando impuestos y reduciendo trabas y burocracia, pero claro, habría que recortar otros gastos. Y eso, ¡ay eso! Las anguilas que entran por las que salen.
La competencia, dicen. La competencia no se da entre la gran IKEA de muebles baratos y de calidad media y el fabricante de mueble caro y de alta gama. Por poner un ejemplo.
Derechos de los trabajadores, dicen. De los trabajadores que ellos, la izquierda y sus ayudantes naranjas, deciden. El camarero no tiene derecho al descanso en domingo, porque claro, ya se sabe, la hostelería “es lo que tiene”. El que conduce el tren, el taxista, el de las entradas del museo tampoco. Derechos para unos sí, para otros no.
¿Legislar para que se pueda combinar conciliación familiar y trabajar en domingo para qué? Es más fácil prohibir, prohibir y prohibir. Y ya sabe, que como no está complicada la cosa, ya han decidido los políticos por usted. El domingo en casita, que se está la mar de bien.