La ciudad no es para mí. Del rosa al amarillo.
"En esta historia de lazos y panteras cabría un trueque de objetos y cromías y –con el dicho español- ponerse mejor una vez colorao que ciento amarillo".
Cincuenta y cinco años más tarde de la peli de Summers, maduros los niños que la protagonizaron y más que talluditos los adultos, esas historias de amor por defecto o por exceso han perdido interés en el panorama de lo políticamente correcto. Liberados de la censura implacable de un régimen autárquico toca la autocensura original –todos puros o puretas- del rey desnudo. Colas y otros refrescos light, mucho quinoa, riesgo cero en creatividad y tolerancia cero en tolerancia.
El rosa de la pantera de Miquel Navarro –la de Sellers no destiñe- adoptado por runrún popular, una suerte de proto participación ciudadana, fruto del paso del tiempo y del juego del sol con la fuente del escultor de Mislata, s'ha tornat vermell reivindicando sus orígenes. Satisfecho el autor, complacido el edil de urbanismo, de ausente la bicefalia cultural municipal, de perfil el resto de habituales y hasta cansinos actores de la intelectualidad valenciana.
Treinta y cinco años después de su implantación a mitad de la década de Pérez Casado –Rita cosechaba entonces votos autonómicos de AP- para celebrar al Turia y conjurar sus crecidas asesinas, olvidando la imposibilidad anunciada por Heráclito, la escultura urbana vuelve (¿sin mácula?) a su roja inocencia primigenia. (El rojo siempre resulta más excitante).
Más difícil lo tiene el lazo que la pantera en su viaje hacia el rojo
El amarillo de celos y engaños, tractores y submarinos; de vendettas y traiciones, de papas y emperadores nipones; el de la mala suerte y del “no es oro todo lo que reluce” se ha instalado en forma de lazo en la solapa de entrenadores de fútbol con jet y presidents de parlament con jeta. Con mucha jeta.
Prietas las filas, reluciente sobre fondo negro de togas apesebradas y adelantadas al caganer del 18, un torrent de estupidez levantó las pesados posaderas de la jerarquía jurídica catalana en el templo laico de la justicia barceloní -en l'atre estaven encadenant-se més joves pero no mes estúpids- en armonía con el gregoriano –en catalá sisplau- de la siempre tan atenta eclesiástica. Hay que joderse.
Más difícil lo tiene el lazo que la pantera en su viaje hacia el rojo. Primarios con el azul, no admiten involución ni disfraz pasajero. No hay tránsito posible “del rojo al amarillo” (o viceversa). Así que en esta historia de lazos y panteras cabría un trueque de objetos y cromías y –con el dicho español- ponerse mejor una vez colorao que ciento amarillo.
Ambos cohabitan en la bandera, y con Marta Sánchez, siempre en difícil equilibrio inestable.