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La Pobla de les Fembres Peccadrius: la mancebía de la ciudad Valencia (I)

La mancebía de la ciudad de Valencia, a finales del siglo XV, podría encontrar equivalencia en el actual Barrio Rojo de Amsterdam por lo conocida que era

La Pobla de les Fembres Peccadrius: la mancebía de la ciudad Valencia (I)

Publicado por
Carlos Mora *

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Recientemente la ciudad de Ámsterdam decidió regular las visitas turísticas guiadas por su Barrio Rojo. También conocido como Red Light, no necesita presentación, pues es ampliamente famoso en todo el mundo. A finales del siglo XV bien podríamos encontrar en dicho puesto a la mancebía de la ciudad de Valencia. Se trata de una cuestión de relevancia, ya que el estudio de la prostitución constituye una pieza clave en el análisis de diferentes aspectos sociales: la violencia, el control social, las mentalidades colectivas, etc. Por consiguiente, a esta temática dedicaremos una corta serie de artículos.

Es un error bastante común, casi como un acto reflejo, contemplar la prostitución de la época medieval y moderna desde un prisma actual, considerándola y comprendiéndola como un fenómeno disperso presente en calles, carreteras o polígonos de una manera más o menos clandestina y conocida. No obstante, resulta necesario despojarse de nuestra experiencia cotidiana.

En primer lugar, el concepto se utilizaba de forma mucho más amplia y englobaba muchas situaciones distintas que compartían únicamente su transgresión de la moral permitida y ser atípicos y marginales para la sociedad del momento. Un adulterio o la simple amistad carnal, actos en los que no se produce el intercambio de sexo por dinero, pueden aparecer en la documentación como parte de la prostitución ilegal. Por lo tanto, resulta más adecuado hablar de formas de prostitución, como diversas eran también las causas que empujaban a las mujeres a ejercerla.

Característica compartida con la sociedad actual es la riqueza terminológica aplicada a esta actividad. Para el caso de la Valencia foral, se conocía a las prostitutas como dones de guany, fembra avol de son cos, çàbia, goça, torta hull de caroll... Particularmente cruel era su descripción como morbo pestífero, equiparándolas a la maligna enfermedad, la peste, lo cual justificaba recluirlas y alejarlas del resto de mujeres para prevenir el “contagio”.

En cierto modo, la marginación de las prostitutas no procedía tanto de su conducta deshonesta y pecaminosa como del temor que su presencia pudiera provocar importantes y frecuentes alteraciones del orden público. En efecto, se consideraba que su existencia en calles o mesones constituía una fuente inagotable de problemas. En torno a ellas gravitaba todo un mundo de rufianes, delincuentes, ladrones, tahúres y gente de mal vivir, lo que implicaba riñas, violencia por cuestiones de precio, etc. Por todo ello, las autoridades municipales se esforzaron por regular el ejercicio de esta actividad bajo determinadas condiciones para proteger el orden sexual y la moral pública.

Nos puede resulta incoherente y paradójico que los poderes públicos de una sociedad tan religiosa y represiva en lo sexual estableciesen los cauces legales para la práctica de tal infame oficio. Sin embargo, junto al desprecio también encontramos una mirada utilitaria hacia las prostitutas. Al fin y al cabo ejercían un importante rol social, un modo de canalizar la violencia sexual. Contribuían a evitar, por ejemplo, otros hechos más escandalosos, como la homosexualidad y el bestialismo. Notables canonistas y teólogos excusaron este comportamiento extraconyugal apelando al bien común.

Ya a finales del siglo IV San Agustín de Hipona estableció la noción del mal menor y la necesidad social de la fornicación con putas. En el siglo XIII Santo Tomás de Aquino señaló la necesidad de que las ciudades contasen con un burdel. Cuestión sobre la cual también reflexionó el a la postre patrón de la ciudad y reino de Valencia, San Vicente Ferrer. Para el dominico el burdel tenía cabida en la sociedad a causa de los vicios femeninos y la incontinencia de los hombres, si bien bajo términos de aislamiento y control del poder político, dado el beneficio colectivo que representaba para la paz ciudadana.

Los teólogos lograron con éxito una difícil tarea: hacer converger preceptos divinos condenatorios con necesidades sociales amparadas jurídicamente por el poder político. Aunque hay indicios anteriores, un real privilegio de Jaime II en 1325 estableció de manera oficial la ubicación de la mancebía al otro lado de la muralla musulmana que por aquel entonces aún rodeaba la ciudad, lugar en el que debían residir todas las mujeres que comerciasen con sus cuerpos. El objetivo que se perseguía con tal medida era triple: eliminar la prostitución callejera, aislar en lo posible a las prostitutas y ejercer un mayor control sobre las mismas.

Al igual que las propias meretrices, el lugar sería conocido por muchos nombres: Bordell, Pobla de les auls fembres o Pobla de les fembres peccadrius, entre otros. Nacía así la famosa mancebía de la ciudad de Valencia y esta se mantuvo en el mismo lugar a lo largo de sus más de tres siglos de existencia.

* Doctor en Historia-UV. Dottore di ricerca-UniCa.