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La saga Doménech: pasión vicentina

Abuelo, padre e hijo de la familia Doménech llevan años entregando su esfuerzo y pasión al altar del Tossal para difundir los ´milacres´de Sant Vicent

La saga Doménech: pasión vicentina

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Las fiestas, las tradiciones, la capacidad de dotar a una celebración de un arraigo secular, se logran gracias al generoso esfuerzo y a la perseverancia de sagas familiares que aplican la paciencia de un orfebre y la pasión de un escritor ruso a la festividad a la que consagran sus vidas. Los actos de San Vicente Ferrer en Valencia, con los altares, la representación de ´milacres´, las procesiones y, en general, todo aquello que orbita a su alrededor, constituyen una buena muestra.

Estos días, en el altar del Tossal, ganador en el concurso anual, actúa Daniel Vicente Doménech i Sempere. Como el resto de sus compañeros de repertorio, es un niño con una enorme capacidad de memorizar y, sobre todo, de transmitir el entusiasmo que lo ilumina. Representa a Lucifer en la obra El Pols, pero bien podría interpretar cualquiera de los otros personajes, pues recita cada palabra sin equivocarse una sola vez. Con cinco años ya declamaba con un desparpajo que sorprendía y emocionaba a quien lo escuchaba, al público entusiasmado que lo contemplaba sobre la tarima, entregado a su personaje.

De casta le viene al galgo. En este caso, de su padre, Javier Doménech, presidente del altar del Tossal. Antes ejerció de actor, de director de la representación e incluso, cuando ya en época universitaria la fiesta decidió que, a modo de excepción y de conmemoración, los mayores pudieran actuar, asumió el papel del mismísimo Sant Vicent. Hasta tal punto llega su devoción por el santo y por lo que representa que no dudó en realizarse una tonsura y lucir una calva circular real para bordar su papel.

Y otro dicho clásico. De tal palo tal astilla, porque su padre, Salvador, igualmente despuntó como uno de los baluartes de la fiesta vicentina y de su altar. Cuando Javier dirigía a los niños en la representación de ´milacres’, su progenitor ejercía de tesorero en el altar y atesoraba una larga secuencia de esfuerzo, cariño y respeto por el santo valenciano.

Daniel Vicent, o incluso su hermano, el pequeño Néstor, reflejan, con su actuación sobre el altar del Tossal, el esmero de una auténtica saga familiar por trasladar la vida del santo a sus convecinos valencianos. Por expresarse en la lengua vernácula y, sobre todo, por transmitir la pasión que siente por una fiesta a la que abuelo, padre e hijo han entregado enormes dosis de ilusión, de desvelos y de corazón.

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