Efeméride valencianista: 10 años para poner a cada uno en su lugar

La singladura liguera que el Valencia CF estaba viviendo a lo largo de la campaña 2007-08 bien podría catalogarse de tortuosa y, por momentos, esperpéntica.

La destitución de un gris Quique Sánchez Flores dejaría paso a una más que controvertida apuesta personal de Juan Soler por el otrora sensacional líbero holandés Ronald Koeman. Pero rápidamente se podría intuir que lo rudos métodos -apartó, de un plumazo, a tres pesos pesados de la plantilla como Albelda, Cañizares y Angulo- de ex defensa del FC Barcelona no contarían con el beneplácito de la mayor parte del plantel.

Precisamente, ese triste deambular por la competición de la regularidad en el cual, las derrotas (sobre todo en Mestalla) se convertían en el pan nuestro de cada día, obligaba a aferrarse al torneo del K.O. como si del mejor asidero posible se tratase. Y el Valencia cada vez parecía más empecinado en asemejarse a la novela de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, siendo su cara positiva, obviamente, siempre la de la Copa.

Y así es como fueron cayendo de su lado de forma incesante las eliminatorias; destacando esos cuartos de final en los que sería capaz de -debido al valor doble de los goles en feudo contrario- dejar en la cuneta a un equipazo como era aquel Atlético de Madrid de Javier Aguirre, ya con jugadores del calibre de Diego Forlán o el "Kun" Agüero en sus filas; o, muy especialmente, la librada en semifinales frente al todopoderoso FC Barcelona, en una batalla que acabaría por consagrar definitivamente a dos hombres que no contaron en absoluto en los planes del actual técnico del Espanyol: Timo Hildebrand y Juan Mata.

Capítulo al margen merece el, aún a día de hoy, magnífico mediapunta internacional; quien se erigió en el principal artífice del pase a la final, tras noquear al Barcelona mediante dos tantos suyos de bella factura que llevarían el electrónico de la vuelta en hasta el 3-2 favorable (1-1 en la ida).

Con el fantasma del descenso de categoría aún relativamente cercano, el conjunto valencianista afrontaba la final del Vicente Calderón. Una final, en la cual todos los analistas coincidían unánimemente en dar al Getafe de Michael Laudrup como favorito. No en vano, los azulones venían ya de quedarse a la puertas en forma de subcampeonato frente al Sevilla en la edición anterior; así como de poner contra las cuerdas a todo un Bayern de Munich, días atrás, el marco de la Europa League.

Sin embargo, a diferencia de lo que venía ocuriendo en la práctica totalidad de sus choques ligueros, los de Koeman saltaron al césped extra motivados. Alexis Ruano y el propio Juan Mata ya habían puesto tierra de por medio sin, ni siquiera, las manecillas del reloj haber alcanzado el minuto 10. El tanto de penalti de Esteban Granero servía para que el Getafe acortara distancias al filo del descanso; si bien Ronald Koeman volvió a mostrar -por enésima vez durante la competición- el buen manejo de sus recursos que era capaz de llevar a cabo; al sentenciar un recién ingresado en el terreno de juego Fernando Morientes, mediante una acción repleta de oportunismo, con el 3-1 final.

Cuatro días más tarde, para incredulidad de algunos, el actual seleccionador holandés era destituido de su cargo a raíz de caer su equipo con estrépito en San Mamés. A buen seguro - y más en un día como el de hoy - muchos habrán reculado a la hora de catalogarle como un técnico inapropiado para un club como el Valencia CF, por aquel entonces convulso en esencia. Las posteriores etapas de los inoperantes Neville, Ayestarán o Prandelli deberían de haber contribuido a ello.