La Gran Valencia y el transporte metropolitano
Nuestros políticos deberían evitar lanzar el mensaje de que el que no llora no mama. Eso es patriotismo, la igualdad. Lo demás, politiqueo barato
Pasan pocos minutos de las ocho y media de la mañana. El tren llega puntual, suerte. Hoy no me siento, pero total, son sólo dos paradas. Las noticias del día aparecen en la pantalla del móvil y en ese trocito de trayecto hasta la Estación del Norte tengo tiempo de leer con calma alguna noticia. Los Presupuestos Generales del Estado siguen estando en aire. Rajoy ya tiene el sí de Rivera y del PNV. Parecía imposible hace tan sólo dos semanas, pero ahora que el tema catalán ya no abre tantas portadas, la derecha vasca vuelve al escenario y a la negociación.
La nula inversión de los Presupuestos en el transporte público metropolitano de Valencia es también noticia. Como siempre, volvemos a recibir cero euros para mejorar, y aumentar, frecuencias de metros, trenes y autobuses. Si la culpa la tiene el Gobierno por no invertir lo mismo por cada ciudadano, viva en la Comunidad Autónoma que viva; los diputados valencianos por no reclamar lo que es justo; o los propios ciudadanos valencianos por no movilizarse y protestar, es una cuestión que desconozco. Supongo que es una mezcla de las tres.
Recibir dinero para mejorar el transporte metropolitano puede suponer que acabemos y aumentemos, de una vez por todas, la red de metro de Valencia. La Ciudad de las Artes, a pesar de ser una de las más turísticas de la ciudad, y por poner un ejemplo, adolece la falta de metro y tranvía desde hace años. La EMT acaba, por el sur, en una calle divisoria donde unos balcones son de Alfafar y otros de Valencia. El fin de semana, por la noche, falta servicio de Renfe y Metro como sí sucede en otras grandes ciudades de España y de Europa.
Todas estas cosas podrían solucionarse, poco a poco, con una mejor financiación. Y sí, claro, si los gobernantes valencianos gestionaran mejor y recortaran de donde sobra e invirtiesen donde falta, también podríamos solucionar parte de la situación. Pero es de justicia de lo que estamos hablando. Los valencianos tenemos el derecho a recibir lo mismo por parte del Gobierno que cualquier otro ciudadano de España. Desde la lealtad constitucional, sin estridencias, pero sin masoquismos.
Nuestros políticos deberían evitar lanzar el mensaje de que el que no llora no mama. Eso es patriotismo, la igualdad. Lo demás, politiqueo barato. Yo no sé ustedes, queridos lectores, pero yo cuando me levanto no pienso en sí las falleras llevan la falda más o menor corta o si el político de turno ha perdido, o no la enésima batallita interna en un salsa rosa político interminable. Hablemos de lo que importa. Y el transporte, es de esas cuestiones que nos importan y afectan cada día.
Quizás, sólo quizás, algún día empecemos a ser tratados con igualdad, con justicia. Si los valencianos dejamos de estar de espaldas unos a otros, mientras nos arrodillamos a Madrid o Barcelona, seremos capaces de solventar una cuestión de vital importancia como esta.
La gran Valencia no es sólo la ciudad. Son también sus conurbaciones urbanas del sur, oeste y, aunque en menor medida, también del norte. Valencia no son sólo sus casi 800.000 habitantes. Son los 163.000 que viven pegados, literalmente, en l’Horta Sud. Valencia son las pedanías y municipios de l’Horta Nord. Valencia, también, son grandes ciudades como Xirivella, Alaquàs, Aldaia, Quart de Poblet o Torrent.
Valencia son los 800.000 habitantes de la ciudad y los más de 700.000 que vivimos en su área metropolitana. Peleemos por lo que es justo. Luchemos por un transporte metropolitano que nos acerque a nuestros trabajos, centros de estudio, que nos permita conocernos y que nos permita vertebrar la Gran Valencia y, por qué no, dejar el coche en casa. Por favor, hablemos de transporte, por favor.