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La ciudad no es para mí. Con la judicatura hemos topado

Pablo Iglesias

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La judicatura –amplio paraguas de balanza y venda- se ha colocado en el punto de mira de un pueblo español consentido precisamente por ella en la fantasía de su soberanía, orillando su ignorancia. Y estimulado en ocasiones por sus más vocingleros representantes.

La sentencia de La Manada ha actuado como un aglutinante capaz de crear una masa extraña pero efectiva en su reclamo. Los independentistas contra los jueces, los más ultras –a derecha e izquierda- contra los jueces, ¿las víctimas contra los jueces?

Leí el otro día de un opinador de postín –no como este modesto opinador de la calle- que la suma de tantas protestas es la extensión de la aversión por el Estado de Derecho. Conscientes antisistema unos, espontáneos e inconscientes otros.

“Tonterías ni una” ha vuelto a dictaminar el sumo sacerdote de la intransigencia morada, con habilidad ninja para atacar a la vez a unos y otros. La ocurrencia del ministro que se pasa de frenada –desahogado como es- no es propia de la derecha y el derecho de propiedad es tabú en la izquierda. De nota el oportunismo ciudadano para golpear a Rajoy en el culo ya amoratado del suyo de Justicia.

El sí pero no del PSOE (es un maestro Sánchez en el manejo del afirmativo y el negativo y sus diversas combinaciones), tras deshojar inicialmente su portavoz parlamentaria otra vez sus discrepancias con el patrón, plantea más incógnitas.

Jueces y fiscales, solos y en compañía, han salido en tromba en defensa de sus intereses corporativos. Erectos y con gesto adusto. Regañando al personal y sonrojando al Gobierno. Sin un ápice de humildad.

Algunos llevan tiempo entretenidos en el estrellato –doblemente entretenidos a la vista de los plazos- alimentando ego con cámaras y titulares de prensa. Y parecerá atrevido recordar que ha existido la corrupción judicial, la prevaricación, y la renuncia a sabiendas a impartir justicia. No piensen en Torquemada, ni en Moro el italiano, ni enel franquista tribunal de orden público, hay casos más recientes. Hay quien al amanecer vio llegar su inhabilitación y acabó asesorando primera dama sureña.

Claro que la crítica extrema atenta al núcleo duro de la independencia de poderes, pero convendría admitir que unos pocos se lo han ganado a pulso. Desde que empezaron a “manchar sus togas con el barro”, a jugar al vaivén de ministrables o consejeros autonómicos, a jugar con la justicia. A pasar a ser fiscales olvidadizos con la presunción de inocencia y obsequiosos con la prensa, acusadores particulares, defensores de delincuentes de élite …

Y claro que son los menos, pero también los más llamativos. Esos otros jueces y fiscales atareados y escasos de medios, omiten sin embargo su queja mientras siguen trabajando por el pueblo que grita.