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No a las juventudes de los partidos

No a las juventudes de los partidos, sí a los jóvenes en política. No podemos permitirnos aprendices de políticos que visten igual que sus superiores, como si fueran muñecos de Playmobil

No a las juventudes de los partidos

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‘Si me queréis, irse’, dijo Lola Flores ante una iglesia abarrotadísima en el día de la boda de su hija Lolita. Es lo que debió pensar el señor que entrevistó el siempre dicharachero Gonzo en el Intermedio a tenor de la doble crisis política por la que atraviesa la Comunidad de Madrid después de las pilladas varias a su ya ex presidenta, Cristina Cifuentes. Paréntesis.

Digo doble crisis porque considero que España vive en una crisis política permanente en la que, aunque parezca mentira, hemos dejado de hablar de política para hablar de sentimientos, fugados y demás morbo partidista.

El buen hombre dijo a cámara que en su opinión hacía falta gente joven en política que viniese a sustituir a la actual clase política. A esta clase que algunos antes llamábamos establishment y que luego otros llamaron casta. Entiendo lo que quiso decir el buen hombre, sombrero en mano, en pleno Callao, pero sí y no. Hace falta gente joven, sí, pero no jóvenes de DNI. Y sí, creo que para acabar con la corrupción en España hay que hacer muchas cosas, una de ellas es la de dejar de emitir políticos en serie formados en escuelas y juventudes varias acostumbrados a callar y a aplaudir.

¿Alguien recuerda a algún joven que se haya levantado dentro de su partido para denunciar corruptelas, incoherencias o mentiras? Ninguno, los echan. Sí, vale, Talegón tuvo un momento estelar cuando evidenció los excesos del socialismo europeo ahora reconvertido en una descafeinada socialdemocracia. Pero yo me refiero a ejercer de joven. Juventud es combate, sangre, entusiasmo e ideales. Lo siento, pero es que me invade la tristeza cada vez que veo a jóvenes detrás del político de turno aplaudiendo en sus aburridos mítines de fin de semana.

No a las juventudes de los partidos, sí a los jóvenes en política. No podemos permitirnos aprendices de políticos que hasta visten igual que sus superiores, como si fueran muñecos de Playmobil. ¡No a la chaqueta, a la corbata y a la gomina!

Decía en artículo anterior ‘Indignarse con (toda) la corrupción’, si uno sólo se indigna con la corrupción del adversario político y no con la propia realmente no le indigna la corrupción. Y esto, por desgracia se reproduce mucho en las juventudes de los partidos de nuestro país. Si los jóvenes de los partidos replican las viejas actitudes de los políticos viejos no hemos avanzado nada. He visto viejos de edad con ideas más jóvenes que muchos jóvenes de edad.

Llamadme purista, pero creo que si un aspirante a político jamás ha limpiado mesas, fregado suelos, aguantado a clientes engorrosos o haber trabajado y tocado esa sociedad a la que dicen querer representar, le falta algo. Creo que política debería ser amor a la sociedad, al suelo que pisas y al aire que respiras, y nunca ansias de poder, puñaladas y carreras. Eso no se aprende en la sección de juventudes.

Dicho en otras palabras: creo que para aspirar a cargo electo, si hay un sueldo completo en juego, se debe poder demostrar experiencia laboral, para evitar que la política se convierta en una adicción y una manera de vivir acrítica y desideologizada. ¿Cómo vamos a tener políticos que deciden sobre temas laborales si nunca han trabajado? ¿Cómo vamos a tener políticos legislando sobre temas fiscales si no han pagado más impuestos que el IVA del último concierto de Taburete, o de Txarango?

No repitamos los errores de los políticos viejos y fabriquemos diputados y concejales en serie sin más ideario que el partido. En las instituciones deberían estar los mejores. Hagamos de la meritocracia una bandera y dejemos atrás las fábricas de políticas. ¡Abajo la caspa! Sí a los jóvenes en política, no a las juventudes de los partidos.

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