La Ciudad no es para mí. Semana de (o para) bobos
Tal es el hastío que produce la saturación de la insensatez continuada, que la ciudadanía segrega, como mecanismo de defensa, una suerte de ablandamiento intelectual por el que se rebaja su gravedad para considerarlo simple estulticia.
“Cuídate del bobo” me decía mi suegro probablemente citando –sin saberlo- clásico o tradición oral. “Al malo se le ve venir” (salvo que sea más bobo que malo).
Van a pastar las autóctonas ovejas Guirra por las riberas del nuevo cauce –y no es alegoría- por mor de entendimiento entre Ayuntamiento y Ramaders, mientras Telefónica decide implantar su centro de ciberseguridad en la Marina que fue Real, en una nueva apuesta de reciclaje urbano que alimenta ese “cluster” que Rita Barberá imaginó y proyectó.
Dicen los agricultores periurbanos que sin huerta productiva no hay huerta protegida. Lo que es sabido. Y ahí sí que hay que fajarse para encontrar equilibrio entre protección y producción sin fanatismos ni predisposiciones.
No ha resultado muy piadosa À punt el día de la Mare de Dèu –precisament dels Desemparats- ni ha esperado más para enseñar el plumero. Aviso para navegantes. Ya lo anunció Isabel Bonig, valiente, en 24 horas de TVE, recordando estrategias vecinas que parecen ser modelo de políticas de dudosa valencianía ejercidas ahora por el govern del canvi.
Ni ha salido muy airoso el senador Mulet –así se llama el de Compromís- en su tuiteo con el escritor Pérez Reverte a propósito del franquismo precoz de Don Pelayo. En piedra, papel y tijera, sr. Mulet, el papel gana a la piedra (insulto arriba, insulto abajo).
El profesor Oya, represaliado por denunciar el adoctrinamiento y la manipulación de la verdad y de la historia en Catalunya a la vez que rebajan requisitos de calidad en la última convocatoria, es la prueba del nueve del argumentario fascista del autoconfesado fake-president Torra. El del despacho impoluto, el “balido” del rey, o quizás Torra el breve, rezará en la escueta página que la historia –generosa- pudiera dedicarle.
¿Desgranarán los diputados de ERC y PdCat las seis mil quinientas enmiendas a los presupuestos? ¿O bostezarán al olorcito dulce y caliente del voto precocinado, mientras los de Podemos defienden las suyas, en número similar a los metros de parcela de ese kasoplón cursi y cruda imagen de su cínico liderazgo?
Y si en Italia los extremos se tocan, pueden hacerlo también aquí aunque salten chispas.
Los ciudadanos, aburridos de estos mediocres actores de papeles recitados sin entusiasmo, atareados en lo secundario, y alejados –tal vez fugados- de la realidad, sopesan pasarlos de la categoría de bobos a la de inútiles.
Parecen tomarnos por bobos, pero consta que los bobos son ellos.