Músicas del Canyamelar
El Canyamelar, en la Valencia marinera, dispone de dos modernos auditorios donde la música suena maravillosamente: el Teatre El Musical y el auditorio del Ateneu Musical del Port
Es un hecho cierto que las Bellas Artes en Occidente hunden sus raíces en la antigüedad clásica, pero no es menos cierto que es en la cuna de la Iglesia donde han ido creciendo y tomando consciencia de su identidad hasta llegar a nuestros días.
No vamos a hablar, sin embargo, de la Iglesia como institución, sino de un minúsculo apéndice de la misma: la iglesia del Canyamelar, dedicada a la Virgen del Rosario.
Siendo un templo modesto en el corazón de un modesto barrio marinero, en el terreno musical tiene ya una extensa hoja de servicios cuyos primeros renglones fueron escritos en el último tercio del siglo XIX por un joven e inquieto sacerdote llamado Luis Navarro Oliver. Él fue el verdadero impulsor del legendario Patronato Musical de Pueblo Nuevo del Mar, del cual descienden, por línea directa, el actual Ateneu Musical del Port y, por vía indirecta, las sociedades musicales Unió Musical de Peixcadors y Societat Musical "Poblats Marítims", ambas del vecino barrio del Cabanyal.
Hay, además, un hecho cultural y social importantísimo, del cual se cumplieron veinticinco años en noviembre de 2016, que resume y simboliza ese in crescendo que en materia musical ha alcanzado el Canyamelar.
Se trata del concierto-homenaje tributado por el citado Ateneu Musical del Port al maestro Joaquín Rodrigo con motivo de su noventa aniversario, acto que tuvo como marco la iglesia del Rosario, en el transcurso del cual se nombró Socio de Honor de la entidad al maestro saguntino.
La noche del 30 de noviembre de 1991 el templo marinero brillaba como ascua de oro, luciendo sus mejores galas para recibir a un ciego genial que, aunque autor prolífico, ha legado una pieza imperecedera al repertorio sinfónico universal: el Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta, atreviéndonos a afirmar que no hay día del año en que esa joya de la música española no se esté ejecutando en algún lugar del mundo.
Esa noche, con la iglesia llena y con la puerta principal abierta para permitirle oír los parlamentos y músicas al numeroso gentío que había en el exterior, se reunió lo más granado de la sociedad del Marítimo para degustar algo irrepetible junto a quienes tanto se habían esforzado por recibir, como se merecía, al músico vivo más famoso del mundo (como se aprecia en la foto que ilustra este artículo).
Hace ya unos años que el Canyamelar dispone de dos modernos auditorios donde la música suena maravillosamente, el Teatre El Musical y el auditorio del Ateneu Musical del Port, ambos a escasos metros del alma mater rosariana fundacional, haciendo buena la identificación entre Canyamelar y Arte. Pero, si bien es cierto que en esos auditorios las notas musicales se alejan y agrupan en función de misteriosas atracciones, propiciadas por la acertada conjunción de la técnica constructiva y la sensibilidad artística de sus diseñadores, no suenan como esas que, envueltas por una pátina de siglos de luces y sombras, de cánticos y llantos y de campanas que voltean festivas o doblan abatidas, emergen del ábside de la iglesia de N.S. del Rosario.
Ese espacio eclesial está igualmente impregnado de recuerdos de todos aquellos que, de alguna manera, han tenido una participación más o menos notable en la construcción de esos monumentos sonoros en el último cuarto de siglo y que ya no están entre nosotros, como son, en el caso del mencionado concierto-homenaje al maestro Rodrigo, él mismo; Ernesto Furió, eminente pintor y grabador del Canyamelar, Socio de Honor también del Ateneu Musical del Port; Vicente Esteve, párroco a la sazón de esa iglesia, y Bernardo Chornet, presidente entonces de dicha sociedad musical.
Sí, la música en el Rosario, suena distinta.
*Coordinador de Canyamelar en marxa