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¿Hablamos de ética?

No existen partidos políticos corruptos, ni ciudadanía corrupta, sino situaciones que facilitan, castigan o previenen estas prácticas.

¿Hablamos de ética?

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Carlos Manzana *

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“Solo son tres o cuatro manzanas podridas”, “solo me han salido rana dos altos cargos”, “solo son diez o quince casos aislados”…En el último barómetro del CIS del mes de abril, la preocupación de los españoles por la corrupción subió cuatro puntos, hasta el 38,3%, consolidándose como el segundo problema más importante por detrás del paro.

Para cualquier demócrata que crea y defienda la credibilidad y legitimidad de las instituciones del Estado, el hecho de que prácticamente una de cada dos personas desconfíe de sus representantes, de su honradez y preocupación por el interés general, o lo que es peor, que se instaure el mantra del “todos son iguales” de ladrones, es de una gravedad de incalculables consecuencias para la salud democrática de nuestro país, especialmente si proviene de las capas más jóvenes de población.

Vuelve a plantearse la premisa rousseauniana del hombre bueno por naturaleza, corrompido por la sociedad; aunque personalmente me inclino por la opinión del profesor Zimbardo, “si quieres cambiar a una persona, debes cambiar la situación”, es decir, nuestra bondad o maldad dependerá de las circunstancias y las oportunidades del contexto para llevarlas a cabo. No existen partidos políticos corruptos, ni ciudadanía corrupta, sino situaciones que facilitan, castigan o previenen estas prácticas.

El mejor antídoto contra la corrupción es la transparencia y la rendición de cuentas. Tras el estallido de la crisis económica y la explosión mediática de casos de malversación, chiringuitos y comisiones ilegales, fruto del trabajo periodístico y la fiscalización de una ciudadana cada vez más informada y exigente con el uso que se hace de sus impuestos, la indignación no ha hecho más que crecer, especialmente, entre quienes teníamos que apretarnos el cinturón mientras otros se los desabrochaban en mariscadas pagadas con dinero negro.

Pero si algo sabemos es que con la ley no basta. Hay que perseguir al corrupto y proteger al denunciante, establecer mecanismos de control y condenas ejemplarizantes, claro que sí, pero más aún hay que preocuparse, como con todo, por garantizar una educación en valores cívicos y democráticos, basada en la igualdad de derechos y deberes, el respeto a la ley y a la convivencia. Una sociedad ética es una sociedad libre de corrupción.

*Secretario de Comunicación de Joves Socialistes

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