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Alcoy, la pequeña Manchester

Pilar maestro de la industria valenciana, el sector textil destacó por su receptividad a las innovaciones técnicas y por lo tanto, gozó de una mayor afluencia de inversiones

Alcoy, la pequeña Manchester

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Carlos Mora *

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En la segunda mitad del siglo XIX, aunque la economía valenciana fuese predominantemente agrícola (más de la mitad de la población activa trabajaba en el campo), no es posible ignorar el notable grado de desarrollo que alcanzaron sus actividades manufactureras desde finales del XVIII. De hecho, la producción industrial valenciana se situaba en el tercer puesto a nivel nacional. En muchas comarcas existía una arraigada tradición al respecto, como por ejemplo, la del esparto en la del Vinalopó, que dio lugar a la aparición de la industria del calzado en Elda y de alpargatas en Elche. En la misma zona podemos mencionar la de alfombras en Crevillent o la de juguetes en Ibi y Onil. En las comarcas centrales, favorecida por la proximidad de la capital, la cerámica de Manises es otra mención obligada.

Resulta necesario advertir sobre el aparente retraso y debilidad de la industria valenciana. No se trataba, como en otros países industrializados, de actividades relacionadas con la industria pesada, características de la primera industrialización europea. Dada la falta de carbón y materias primas, evolucionó más bien a una profusión de pequeñas industrias, de producción de bienes de consumo, bien adaptaba a las posibilidades y necesidades locales.

Entre todas ellas quisiéramos tratar ahora sobre Alcoy, pues fue en estos años cuando se consolidó la producción textil, que también contaba con una tradición precedente de nivel protoindustrial. La comarca contaba con importantes cabañas ovinas que suministraban la lana y con cursos de agua capaces de suministrar energía hidráulica. La implantación del sistema fabril implicó también un uso creciente de mano de obra femenina e incluso adolescente. Las condiciones de trabajo eran muy duras, y las jornadas, larguísimas, a menudo superiores a las 12 horas.

Pilar maestro de la industria valenciana, el sector destacó por su receptividad a las innovaciones técnicas y por lo tanto, gozó de una mayor afluencia de inversiones. Los primeros intentos de mecanización del cardado y el hilado de la lana datan de finales del XVIII con el reemplazo masivo de los husos manuales. A partir de 1840, la energía hidráulica comenzó a ser sustituida por la procedente de las máquinas de vapor.

Por todo ello, no es causal que se localizase en Alcoy (1821) la primera revuelta de obreros industriales con destrucción de máquinas en España (ludismo), al considerar que tales ingenios amenazaban sus puestos de trabajo. Las protestas y la resistencia obrera retrasaron la mecanización completa en todo el proceso productivo, pero finalmente se acometió rápidamente desde 1880. A principios del siglo XX, menos del 10% de los telares seguían siendo manuales.

Una ventaja comparativa importante de la industria textil alcoyana era que atendía la demanda de diversos mercados, lo que le permitía superar mejor las coyunturas negativas. Especializada en productos de calidad media-baja, abastecía preferentemente al sur de España, los pedidos del ejército e incluso, a las antiguas colonias americanas. En 1860 se estima que se localizaban en Alcoy 54 empresas y 16.000 máquinas, que daban trabajo a unos 8.000 trabajadores. El nivel de actividad fue tan intenso que mereció el sobrenombre de “la pequeña Manchester”.

A pesar de todo, si bien la manufactura textil alcoyana dinamizó la economía de una extensa zona (como Concentaina y Ontinyent), no tuvo el empuje suficiente como para liderar un proceso de industrialización general en el territorio valenciano. También asfixió otros centros productores tradicionales, como Enguera, incapaces de competir. El problema de fondo estribaba en la extendida preferencia por las inversiones en tierras o en actividades comerciales y financieras fuertemente especulativas, sobre todo en las décadas centrales del XIX: el negocio bancario, las grandes obras públicas y los ferrocarriles.

En 1841 se fundaba la Caja de Ahorros y Socorros de Sagunto (la segunda más antigua de España) y en 1846, el primer banco español de inversiones, la Sociedad Valenciana de Fomento. Estas instituciones financieras orientaron el capital valenciano a la obras públicas: en 1852 se inauguraba la línea Valencia-Grao y apenas dos años después se conectó Valencia con Xàtiva. Atraídos por tales beneficios, aparecieron otros grupos financieros, como la Sociedad de Crédito Valenciano, que logró la adjudicación de las obras del nuevo puerto de Valencia en 1859.

También fueron los años en que comenzó a resquebrajarse el enclaustramiento orográfico de Alcoy, conectándose la localidad con Gandia por ferrocarril (1893) y con Xàtiva (1904), lo que permitía, por tanto, enlazar directamente con Madrid, a través de Valencia.

*Doctor en Historia. UV. Dottore di ricerca-UniCa

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