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¿Hacia una sociedad teledirigida?

Debemos aprender a pedir tiempo para reflexionar y tomar decisiones, de modo que éstas no sean en caliente ni condicionadas por una falta de información que impida una visión global

¿Hacia una sociedad teledirigida?

Publicado por
José Luis López Valenciano *

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A finales de los años noventa, el politólogo italiano Giovanni Sartori publicaba un libro, Homo videns: La sociedad teledirigida, en el que alertaba sobre como este medio de comunicación modificaba y empobrecía el aparato cognoscitivo del Homo Sapiens. La capacidad de abstracción,y con ello el necesario alejamiento de las cosas que nos permite una reflexión crítica sobre cualquier tema, desaparece.

Sartori debía tener en mente el imperio mediático de Berlusconi en Italia, que al extenderse a España dio lugar en esa misma década a productos televisivos que hoy nos sonrojan, como las mama chicho o el muy patrio y cañí, las noches de tal y tal, con Jesús Gil y Gil; obviamente, la inspiración directa de nuestro José Luis Torrente. El paso de los años tampoco ha acabado de servir para que se diera un cambio a mejor.

Lo dicho en relación a la televisión, salvo honrosas excepciones, sigue tan de actualidad como cuando el texto fue escrito, pero toca añadir nuevas herramientas digitales que no existían o estaban en pañales en la época, y que han añadido un componente de inmediatez y frustración a la espera que nos convierte en impacientes crónicos, incapaces de tomarnos un tiempo para reflexionar y procesar si aquella información que nos llega, de la que a duras penas leemos el titular, es correcta, sensacionalista o simplemente mentira.

Peor aún, puede ni importar la verdad si se opone a nuestras creencias.

Trump ya ha demostrado esa impaciencia y conflicto con la realidad en numerosas ocasiones, gobernando por impulso a golpe de tuit, aderezada por su actitud inmadura de niño descontento porque no le dejan (con razón) hacer todo lo que quiere o le reprochan abiertamente que lo haga. Así, en cuestión de segundos ha destruido décadas enteras de política exterior que habían sido mantenidas tanto por administraciones demócratas como republicanas sin excepción.

La última reunión del G7 terminó con una espantada y una fenomenal pataleta del presidente norteamericano, sólo porque sus socios, con educación y un tono muy medido, pero firme y enérgico a la vez, le habían criticado por su actual política arancelaria y el carácter unilateral de sus decisiones. Trump, con un solo tuit, impidió la firma del acuerdo de mínimos al que se había llegado en la cumbre.

Aunque teniendo en cuenta las notables diferencias entre ambos países, esta actitud infantil, autoritaria, pendular y de desprecio por la oposición, ya sea del resto de la clase política o de los medios de comunicación, con los que mantiene una guerra abierta, puede explicar cómo Trump ha pasado en menos de un año de calificar al dictador norcoreano, Kim Jong Un, como "hombre-misil" a abrazarse con él y soltar perlas sobre las posibilidades hoteleras de las playas de Corea del Norte.

Olvidar tan rápidamente el pasado y dar giros tan bruscos en política, como si de una epifanía moral se tratara, nunca es una buena señal, sino razón de alarma. La política, y más la exterior, en un mundo complejo e interdependiente como el actual, debe ser estudiada detenidamente, a largo plazo y con una visión de conjunto que permita evitar el (natural) egoismo de buscar el mayor beneficio para una sola nación.

Creo que ha llegado la hora de replantearse cómo tomamos las decisiones y el tratamiento de la información que recibimos. No se trata de exigir neutralidad u objetividad absoluta a los medios de comunicación, sino que el receptor de la noticia tenga el criterio suficiente para clasificarla y darle el valor real que merece. Sobre todo, debemos aprender a pedir tiempo para reflexionar y tomar decisiones, de modo que éstas no sean en caliente ni condicionadas por una falta de información que impida una visión global del problema.

¿Qué tipo de sociedad desean?

*Politólogo y abogado

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