El interior de unos sueños de escayola
La sentencia obliga a la editorial a pagarme unos derechos más intereses que nunca cobraré y a dejar de distribuir unos libros que quizás algún día encuentre en una librería de saldo
Puede que algunos recuerden una demanda que un gran número de autores interpusimos contra Carena Editors por incumplimiento de contrato. Ocasionalmente lo he comentado en algún escrito. Las sentencias han ido saliendo de manera escalonada en los últimos meses, hubo que interponerlas de modo individual por las diferentes circunstancias de cada cual. Ahora, por fin, ha salido notificada la mía.
Como no podía ser de otra manera me ha sido favorable. La sentencia obliga a la editorial a pagarme unos derechos más intereses que nunca cobraré y a dejar de distribuir unos libros que quizás algún día encuentre a uno o dos euros en una librería de saldo o algún mercadillo. Así son las cosas. Tanto la editorial como su actual dueña, Mª Ángeles Gervilla, son insolventes, no tienen ningún bien a su nombre y por lo tanto ni yo ni el resto de afectados cobraremos jamás por la estafa de una editorial que llevaba veinticinco años como referente del libro valenciano.
Hoy, recuerdo indignado como mientras yo firmaba mi contrato cargado de emoción, el anterior propietario, Quique Olmos, de modo callado y a escondidas, hacía lo propio con esa mujer, cuya ocupación es comprar empresas en crisis. Luego, apenas cinco meses después de habernos dejado atrapados con unos contratos vacíos, Quique Olmos, quien dijo sentirse también engañado, montaba otra editorial llamada Editorial Sargantana, que ahora publica autores y títulos a la velocidad del AVE.
Esta es la sociedad que estamos creando, una sociedad en la que, de manera legal o no, los fuleros y mendaces, los más listos, son quienes salen ganando. El resto, la gente, siempre perdemos.
No es mi intención explicar aquí todo el suceso y quien es cada uno en esta trama, por ello os invito a leer estos artículos, muy interesantes. Los dos últimos apenas me costó una ligera búsqueda por la red encontrarlos. Bastaba con poner Mª Ángeles Gervilla en la barra de direcciones de Google. Espero que a alguno le ayude a abrir los ojos:
La justicia sentencia a la Editorial Carena ante los autores valencianos estafados
Una empresaria del mundo de las subastas toma el control de “El Triangle”
La farsa del Triangle (recomiendo sobre todo ir al bloque final llamado “En manos de una liquidadora de empresas” y a los comentarios que suscita)
Es fácil imaginar el sabor agridulce que me ha dejado recibir esta sentencia. Por un lado la satisfacción de saber que ya todo ha acabado, que el libro vuelve a ser mío por completo, por otro la abatida sensación de que ha terminado un ciclo. Imposible para mí encontrar editorial para una obra ya publicada.
Hoy no puedo evitar recordar cuando comencé a escribir las primeras líneas de Sueños de escayola, que como anécdota diré que durante sus primeros borradores se llamó “Tiempos de escayola”. Porque eso fue lo que desde su origen quise trasmitir con esta historia, aquellos tiempos en los que ceñidos por escayolas, que envolvían las tremendas operaciones, conocimos el desconcierto, el desamparo y la soledad, tiempos de no poder entender por qué siendo tan niños nos había tocado precisamente a nosotros sufrir el estigma de la polio, condenados a una vida de cicatrices entre monjas de toca ancha, frailes, médicos y enfermeras, prisioneros de hospitales y sanatorios, rodeados de paredes grises altas como castillos, en una época oscura en la que, como dice el propio Pablo: “… nunca tuve muy claro si ese muro servía para protegernos del mundo exterior o si era el propio mundo el que deseaba mantenernos alejados a nosotros”.
Lo cambié porque pronto entendí que, incluso en las más adversas circunstancias, cualquier niño sueña con encontrar algún día el mundo de Oz.
Mi intención fue contar aquellas infancias imposibles a través de la mirada de Pablo. Retratar nuestra niñez enclaustrada antes de que desaparezcamos como parte del ciclo de la vida. La novela iba dirigida a quienes sufrieron la polio, como no podía ser de otra manera, pero sobre todo quería hacerlo llegar a quienes no la conocieron o a los que sencillamente lo olvidaron, porque esta sociedad camina excesivamente deprisa.
Que supieran que no hace tanto todo aquello sucedió, que este país se llenó de niños con cuerpos de trapo porque no se les quiso administrar una vacuna, que jamás tuvimos culpa alguna y que nosotros, los supervivientes de la polio, somos parte de la memoria histórica de este país.
Ni que decir tiene que el objetivo apenas he podido cumplirlo a medias. Desgraciadamente. Yo solo, sin ningún apoyo, con el puñado de libros que logré conseguir, he llegado hasta donde he podido.
A pesar de todo estoy muy orgulloso de cuanto ha sucedido en este tiempo. Fue corto pero intenso el tiempo que Sueños de escayola estuvo en el mercado (las distribuidoras escondieron los ejemplares en cuanto saltó el escándalo y a mí se me acabaron hace más de un año). Verlo, aunque solo fueran unas pocas semanas, en las estanterías de El Corte Ingles, en el Fnac y en tantas otras librerías fue una enorme satisfacción.
Mágico ha sido vivir la excitación de las presentaciones y las firmas. Aquel Salón Circular de la Malvarrosa embriagador de recuerdos, lleno, rodeado de amigos y familiares, pisar las casetas de la feria del libro de Valencia, escuchar a la entonces consellera, hoy ministra de Sanidad, citar mis sueños de escayola como referente de la polio, la invitación a presentarlo en Málaga, en Madrid, en Alcoy... Todo inalcanzable para mí no hace tanto. Un verdadero sueño hecho realidad.
Me engañaría si no dijera que también hubo situaciones desagradables aparte de la jugarreta de la editorial. Inevitable, imagino. Puertas que se cerraron (en realidad se cerraron bastantes más de las que se abrieron), y desaires, alguno especialmente doloroso por lo inesperado y cruel. Yo siempre fui de cara y con la verdad de una historia vertida desde lo más adentro. Muchas lágrimas derramadas, compensadas con los cálidos abrazos de ánimo en forma de estos mensajes escritos y otros que llegaron de palabra, a quienes las andanzas de Ceferino y el Cordobés les emocionaron.
Personas que me confesaban sentir tristeza al ver llegar las últimas páginas de la novela y a los que les daba miedo enfrentarse a ella. Mi reconocimiento a ellos y a la gente buena que me ayudó en las presentaciones, a los que me prestaron sus micrófonos y los que me dedicaron sus crónicas. Mi deuda con vosotros sin duda es impagable.
Hoy termina esa etapa, paso página, que no significa cerrar el libro porque los futuros nunca fueron escritos. A todos los lectores de Sueños de escayola, de corazón, muchas gracias por todo.
*Autor de Sueños de escayola.