La ciudad no es para mí. Las manos de Puig
Han conseguido enredarnos en esa madeja de gestos, nobles en ocasiones, que se suceden al ritmo pausado y seguro –un tanto chulesco también- con el que camina el presidente Sánchez. Cabe incluso admitirlo como una forma discreta de asegurarse un tiempo de reflexión que antes no pudo ser. O como precalentamiento más que ensayo.
Ha ocupado titulares y fotografías de gran formato en los medios, ha entretenido a tertulianos y analistas con comparaciones y antecedentes. Hasta llegar a las manos (entiéndase).
Pero en las casas y en las calles seguimos empeñados en lo nuestro, produciendo con el día, tal vez más cautos, algo expectantes. Mirando al futuro. Apurando la fecha para pagar la renta –y en dos plazos mejor- cuando dicen que hemos superado el calendario de lo trabajado para el fisco. Bendito sea Dios.
Ya han subido los carburantes y no se detienen los alquileres, eso sí lo notamos. Y el posible aumento del precio del gasoil, además de magros ingresos a la hacienda pública, puede introducir no pocos trastornos en el consumo. Retraído por cierto en las últimas mediciones económicas.
Las manos de Ximo Puig, determinadas como las de su correligionario presidente del Gobierno, han tenido que intervenir en el más que desafortunado episodio coprotagonizado por un tercer presidente, el de la Diputación Provincial de Valencia, y la policía. (No soy de los que se recrea en ese tipo de imágenes de difícil calificación por contenido y forma). Mal llegada sea la noticia, inoportuna como siempre lo es la desgracia, y de incalculables consecuencias.
He oído que lo han hecho atadas por otros –en alusión a Sánchez y Ábalos, claro está- y lo cierto es que hablaron primero. Con sus manos atadas ha acreditado otras veces movimiento el molt honorable. La vicepresidenta es más patosa.
De manera que las manos de Puig se han enredado también en el ovillo gestual con la determinación de quien sabe que le toca mirar en la basura. No le arriendo la ganancia.
Y sin embargo no será muy distinto lo que le espera a Pedro Sánchez. Tendrá que separar la basura probable que esconderá el discurso de un interlocutor que así lo ha anunciado ya desde Washington. Impecable el embajador Morenés, pragmáticos los americanos, contundente el ministro Borrell.
Intolerable lo de estos mequetrefes con el Rey.
Nos queda La Roja. Que nos tiene en vilo desde el episodio del seleccionador, pero alimenta la esperanza empate a empate. ¿Quién será el portero? Esas manos –con guantes- sí son importantes sin lugar a dudas.