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Entender la inmigración

Si no analizamos bien el problema corremos el riesgo de caer en populismos xenófobos que, como se ha demostrado, tanto daño han hecho a Europa en el pasado siglo XX

Entender la inmigración

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Boom demográfico, tecnología, despoblación, envejecimiento, o refugiados. Son conceptos que no suelen aparecer en las crónicas televisivas que hablan de las muchas pateras y barcazas que llegan hasta las costas españolas cargadas de personas provenientes del África subsahariana y también del norte del continente o incluso de países tan remotos como Afganistán, Pakistán o Bangladesh.

Evitar que mueran personas ahogadas en el mar debe ser nuestro fin último, por humanidad, pero no el único.

Hemos de entender que la inmigración en Europa es positiva en tanto en cuanto aporta población en edad de trabajar, y por tanto de cotizar, a una Europa con países como España que tienen una población envejecida y que ve como zonas cada vez más amplias de su territorio nacional adolecen de despoblación.

Para combinar la necesidad y capacidad de acogida inmediata de los países y las legítimas aspiraciones de quienes buscan mejorar su vida o de quienes huyen de sus países de origen por persecuciones diversas, necesitamos más y mejor coordinación europea. Y sí, debemos hablar también de cooperación al desarrollo y ayudas directas a proyectos que permitan fijar las poblaciones de todos los países africanos que ven como su esperanza de vida aumenta con unas economías destrozadas, frágiles y ante gobiernos despóticos e ineficientes. Si quienes se ven forzados a cruzar el desierto a merced de mafias tienen un sustento en sus países de origen no se arriesgan a tal peripecia cara y peligrosa.

Además de la desesperación hay que tener en cuenta que miles de jóvenes en todo el mundo ven, a través de las pantallas de sus móviles, un mundo nuevo de oportunidades que, por malas que puedan ser, serán infinitamente mejor que lo que dejan atrás.

Llegados a este punto es muy recomendable escuchar lo que el ministro Josep Borrell explica habitualmente cuando se le habla de tan espinoso tema. Cooperación en los lugares de origen, actuación conjunta de todos los países de la UE y muy especialmente la pacificación del norte de África, que es la primera frontera real de Europa.

Por ejemplo, evitar que existan estados fallidos como lo es Libia y que actúan como un auténtico colador para las mafias que trafican con seres humanos y que los embarcan rumbo a Europa en un viaje que muchas veces les causa la muerte, sería muy útil. En similar sentido, trabajar para mitigar los efectos del cambio climático es otra de las grandes políticas que se deben empezar a llevar a cabo de manera urgente. Si el Sahel no se desertifica a pasos agigantados y se pueden seguir trabajando sus tierras seguramente la población de estas zonas no se vea obligada a moverse para poder sobrevivir.

Son sólo ejemplos, pero por algún lado hay que empezar. El espino y las concertinas no les van a frenar como tampoco les frena el mar. Hay que buscar otras soluciones. En definitiva, ahondar en todo un conjunto de políticas europeas y de calado es la única manera de que este problema no se cronifique e incluso aumente teniendo en cuenta el aumento de la población africana y la falta de medios de vida en aquellas tierras. Si no analizamos bien el problema corremos el riesgo de caer en populismos xenófobos que, como se ha demostrado, tanto daño han hecho a Europa en el pasado siglo XX. Reflexionemos, todos.