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La Universitat no ha aprendido nada en 500 años

La Universitat no ha aprendido nada en 500 años

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La Universitat de València, con sus distintas denominaciones históricas, existe desde hace más de 500 años. Pero no parece haber aprendido gran cosa en materia de organización de determinados actos, tediosos y aburridos en grado sumo.

Esta semana he asistido en el Palau de la Música de Valencia a la ceremonia de graduación de los alumnos del Grado en Ciencias Políticas y de la Administración Pública, Grado en Criminología, Doble Grado en Derecho y Ciencias Políticas y de la Administración Pública, Doble Grado en Derecho y Criminología. Un acto solemne de casi tres horas de duración, dos de ellas de discursos.

De los 16 pronunciados, la mitad corrió a cargo de autoridades, padrinos y profesores, con desigual suerte. Uno de ellos empleó en su alocución el infinito “salir” en lugar del imperativo “salid”, que no está mal para empezar. Era profesor. Además, todos los discursos empezaron con una larga retahíla de saludos protocolarios (ilustrísimo señor fulano, ilustrísima doña mengana, … hasta una docena) que sólo los últimos abreviaron, y no todo lo que debieran haberlo hecho a tenor del murmullo general en la sala.

Los otros ocho discursos fueron los respectivos cinco minutos de gloria de otros tantos alumnos, a dos por titulación. ¿Por qué dos?, ¿eran un hombre y una mujer?, ¿o leía uno en valenciano y el otro en castellano? Pues no, lo mismo salían dos representantes del mismo género o dos hablantes de la misma lengua que justo lo contrario. Total, para decir lo mismo con más o menos gracia: lo importante que ha sido para ellos estudiar en la Universitat de València.

Pero hubo una excepción, la de los representantes de los alumnos de Políticas, que pusieron a caer de un burro al Grado y a la Universidad. Por sexista, discriminatoria con el valenciano, aburrida, desmotivadora, de mala calidad y peor profesorado (con excepciones como la del profesor Joan Romero, el más aclamado de la tarde-noche). Una ristra de críticas que abarcaban todas las posibles en el ámbito universitario, y que despertó al auditorio del letargo y le sumió en el murmullo.

Estos alumnos, de paso, demostraron que no es lo mismo que la universidad pase por uno que uno pase por la universidad, al afirmar que Salvador Allende fue asesinado (según la Justicia chilena en realidad se suicidó, eso sí, acosado por Augusto Pinochet), que en España no se deja cantar a algunos (en referencia a Valtronyc, ése que pedía en una letra matar a guardias civiles), o que aquí hay presos políticos (en vez de políticos presos). Esos son algunos de nuestros nuevos politólogos. Igual tienen razón y alguien enseña algo mal en esas aulas.

Nota: enhorabuena a los nuevos titulados y a sus familias, que pusieron la emoción por la consecución del objetivo y la ilusión por intentar hacer un poco mejor esta sociedad. Seguro que hubieran agradecido un acto un poco más ágil para irse antes a tomar unas cañas.

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