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El tabú de los retoques estéticos

Con los retoques estéticos podemos engañar al tiempo, pero no a las personas que nos rodean. Puedo plancharme la frente sin más justificación que la de “porque me apetece”.

El tabú de los retoques estéticos

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Soy una chica normal, con un aspecto normal y con unas pretensiones normales sobre mi físico. No obstante, como a todo el mundo, el tiempo me ha ido cayendo encima cual lluvia fina recubriendo lo que fui, hidratando los recuerdos y ajando, como la gota que cae en el mismo sitio cada día, las comisuras de los labios (seguramente de tanto que reír), las ojeras (probablemente de poco dormir) o la misma frente (de tantos maravillosos días al sol).

Estar hecha de todo esto durante casi 40 años, te pone alas en el corazón y arrugas en la cara. Y aunque la arruga sea bella, no me da vergüenza decir que yo me veo mejor sin ellas.

Cuento todo esto porque veo continuamente a gente recomendando dermatólogos, peluquerías, cremas, pero… ¿por qué nadie recomienda a dónde ponerse el Botox?

¿Se creen que nos hemos caído del sexto y nos creemos lo del peeling facial?

¿Se creen que nos hemos caído del sexto y nos creemos lo del peeling facial? Siempre me ha parecido una farsa hacerse la joven con 40 y 50 años, sin reconocer que la estética ha hecho todo lo demás.

Luego oímos a la gente quejarse de las celebrities. De las que van con el cuento de que beber 4 litros de agua al día y dormir 14 horas, es su truco de belleza. ¡Anda ya!

Con los retoques estéticos podemos engañar al tiempo, pero no a las personas que nos rodean, si es que queremos mostrar la misma honestidad que exigimos a los presentadores de la tele, actrices, actores y otros embajadores de la juventud eterna.

Yo sé perfectamente quién soy por dentro pero también sé quién fui por fuera, así que cuando me lo puedo permitir, voy al doctor Ochandio y me devuelve el cutis de cuando cumplí 30.

No tengo miedo a la estética ni tabúes sobre su uso. Creo que sentirse bien es importante e igual que me tiño el pelo, me pongo extensiones o me depilo el cuerpo, puedo plancharme la frente sin más justificación que la de “me apetece”.

La diferencia entre los que nos sentimos bien compartiéndolo y los que lo ocultan, es que los primeros sabemos de sobra que esa mejora es un extra, los segundos quieren creer y hacer creer que lo suyo venía de serie.

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