El VAR de Pedro Sánchez
Entretenía mi espera en la peluquería con la visión de las fotos de las insustanciales revistas del corazón, las que allí suelen ser habituales, porque no dan para una lectura de interés.
En eso, uno de los empleados decidió poner en funcionamiento el televisor que presidía la estancia. Hora de tertulia mañanera. Los que la componían se afanaban en decir la suya respecto del lío protocolario que se formó en el llamado besamanos, la recepción que ofrecen los Reyes de España tras el desfile de las Fuerzas Armadas el Día de la Hispanidad y Fiesta de España.
Los tertulianos, apenas iniciado el coloquio, fueron subiendo y subiendo los decibelios de sus intervenciones. Cada uno de ellos trataba de reforzar sus argumentos interrumpiendo y elevando la voz, con lo que eclosionó el guirigay. Y como suele ser habitual en este tipo de rifirrafes dialécticos, las posturas quedaron claramente definidas, sin que réplicas y dúplicas hiciesen cambiar de opinión a ninguno de ellos. Los unos hacían únicamente responsable de la metedura de pata al afán de protagonismo de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno y doctor horroris causa por los evidentes plagios de su tesis. Hubo otros que derivaban las culpas hacia el protocolo de la Casa Real, y lo justificaban en el mismo comunicado que ésta había publicado, y en el que se decía que todo respondía a un “malentendido sobrevenido”. Llovían tanto críticas como disculpas para los responsables del regio ceremonial. ¿Acaso no sería el momento apropiado y excepcional, pensé viendo el panorama, para hablar de protoculo? Siguió el gatuperio y al presidente del Gobierno alguien le adjudicó el papel de “reina por un día”, rememorando así un conocido y muy popular programa de los albores de la televisión en España, cuando ni siquiera teníamos el UHF, que era el segundo canal.
Estando así de enconada la diatriba, uno de los conductores del programa recurrió al VAR. Sí, sí, el sistema ideado en el mundo del fútbol para saber si ha sido o no penalti; dilucidar sobre jugadas dudosas; o si el balón ha entrado del todo o sólo la puntita. En el VAR se vio una y otra vez la llegada del matrimonio Sánchez-Gómez; el saludo de ambos a los Reyes; y la “ocupación” que aquellos hicieron del espacio a la derecha de los monarcas, para también ser y sentirse protagonistas del besamanos. ¿Creen que sirvieron de mucho los reiterados pases del saludo y el inmediato momento posterior? Para nada. Cada uno de los charlistas siguió defendiendo sus tesis y posturas. Y por más que se ralentizasen las imágenes; que las volviesen a pasar y repasar, no hubo manera de que se consiguiese alguna coincidencia.
Tengo para mí que el presidente del Gobierno, que de defenestrado por su propio partido volvió a Ferraz por la puerta de la calle y desde allí a Moncloa, vía ganadora moción de censura, no es de los que da puntada sin hilo. Sánchez, que no era la primera recepción real a la que asistía, trató de chupar cámara al quedarse junto a los Reyes. Y si la cosa no cuajó fue por la celeridad con que un responsable del protocolo real advirtió al matrimonio Sánchez-Gómez de su metedura de pata. La misma que los más sanchistas tildan de lapsus sin mayor importancia.
No pude seguir atendiendo cuanto se decía en el debate, acompañado del sustancial y sustancioso juego del VAR, que permitía avances y retrocesos de las imágenes tratando de buscar en el lenguaje corporal culpas, simplezas o afanes de protagonismo. Era mi turno y me tocaba someterme a un recorte de mis cabellos, por lo demás cada vez más ralos. “Qué morro que tiene”, me dijo el peluquero, tijeras en mano, a modo de saludo e inicio de la conversación. Como no sabía a quién se refería, preferí preguntar. Y me lo aclaró al instante: “Si, hombre, si, la cara dura ese de la Junta de Andalucía que se gastó el dinero de los parados en putas”.
Otro estupendo asunto, me dije, sobre el que hablar y del que tan poco se habla. Lógico, el putero en cuestión no es del PP.