La ciudad no es para mí. Instalados en la trampa
Son demasiados tres aeroplanos para irse de vinos a Valladolid, le dieran o no ictericia a Rajoy los helicópteros.
Llevo unos días dándole vueltas a la siguiente cuestión: ¿quién y cómo se llama el Mister Hyde del doctor Sánchez? Y ¿quién creó a quién? es duda que me asalta en este caso. Porque la bipolarización se me antoja obvia, aunque el símil pudiera ser distinto. Yo a Boston y tú a California, por ejemplo. O los hermanos Dalton, llevándolo al extremo.
Trastorno o no, soy de los que creo y opino que nada es torpeza sino arrogancia, nada ignorancia sino malicia, nada error sino estrategia. El presidente del gobierno desempeña sin disimulo tal grado de desafección hacia la Corona y el Jefe del Estado –su gestualidad lo manifiesta sobradamente- por mucho que una palabrería hueca pretenda ser excusa suficiente. Otros hablaron a su caballo hasta hacerlo senador.
El ultraje a la bandera nacional simboliza la suma de todos los ultrajes. Merecedor de todas las condenas. Los que la quema o ensucia, los que la insultan, los que la ocultan también, son merecedores del mayor de mis desprecios (como el cómico mocoso). La Constitución, el Estado de Derecho, el Rey, el Parlamento, el Poder Judicial, no pueden ser permanente e indolentemente mancillados. E impunes sus actores.
Pero cuando algo así se perpetra con la mirada del Gobierno hacia otra parte, como si la cosa no fuera con ellos –o con su complicidad, ¿sí o no sr. Casado?- el diagnóstico deviene más complejo. Y más grave también. El remedio tardío, si lo hubiere, más contundente.
No valen, sra. Vicepresidenta egabrense –que como a “la sonrisa del régimen” franquista por supuesto, le viene a usted tan bien el latín- argumentos tan cínicos como esa esquizofrenia de “dos en uno” como si de un lubricante doméstico se tratara (por mucho lubricar que fasa falta). No sirve repetir, por insistentemente que se haga, somos gobierno. El Rey Sol está obsoleto. Y hay que gobernar.
Son demasiados tres aeroplanos para irse de vinos a Valladolid, le dieran o no ictericia a Rajoy los helicópteros. Chunga la explicación. Lo del presupuesto o lo del indulto –ambos presuntos- para otro día.
No recordaba yo a Calviño hasta la llegada de su hija al Ministerio. Ni me aflige que, como cada quisque, estudie fórmulas para ablandar su tributación. Lo que ocurre es que es ministra de ese gobierno que se autodefine como feminista (Santa Coloma aparte) y, por eso, el caso es distinto al de mi vecino de abajo, que es un currante. Por eso y por mucho más, ya lo decía el otro (Sánchez) no hace ná como si fuera coplilla del Quichi imputado.
Aquí, Marzá aprovecha las últimas bocanadas presupuestarias para arrimar una pasta al catalanismo. Y Oltra a Ápunt. Toma ya.