El dietario de Mossén Pere Joan Porcar
En sus miles de anotaciones nos informa sobre los grandes acontecimientos históricos, como la expulsión de los moriscos, y también sobre costumbres, nevadas, tasas y conflictos en Valencia
Los dietarios, una escritura privada y personal, pertenecientes a la denominada literatura memorialística, constituyen una valiosa fuente para varias disciplinas, como la historia o la filología. Como ejemplo ilustrativo para la ciudad de Valencia, hemos seleccionado el dietario de mossén Pere Joan Porcar, Coses evengudes en la ciutat y regne de València.
Nuestro escritor nació en la ciudad del Túria en 1560. Siguiendo los pasos de sus ascendientes familiares, accedió a la carrera notarial primero y a la eclesiástica después, como beneficiat de San Martín, a partir de 1595.
Es decir, era un cargo subalterno del clero secular que percibía un beneficio o renta (por lo general, modesta) del templo al cual pertenecían a cambio de ayudar en los oficios litúrgicos. En la Valencia de la época constituían un grupo numeroso que sobrepasaba los dos centenares de beneficiats.
Su dietario, con 3.415 entradas, abarca cuatro décadas de acontecimientos en la ciudad entre 1585 y 1629, año en que se produjo su fallecimiento. Miles de anotaciones que nos informan sobre los grandes acontecimientos históricos, como la expulsión de los moriscos, pero también sobre las costumbres, el mundo eclesiástico, los conflictos de precedencias, festividades... todo ello referido a la cotidianidad de la Valencia de los siglos XVI y XVII.
Una sociedad manifiestamente violenta, en la cual eran habituales las venganzas, los ajustes de cuentas o los desafíos entre orgullosos nobles. Abundan noticias sobre todo ello. En la noche del sábado 19 de junio de 1604 mataron a 4 hombres a espada y puñal, y el 6 de septiembre de 1628 se acuchillaron los condes de Carlet y Olocau.
De hecho, en una riña acuchillaron al propio Porcar en una mano. La proliferación de armas de fuego con cañones recortados y llave de pedernal, a pesar de las prohibiciones, incrementó el número de víctimas. Entre los más ilustres, don Felip de Cardona, hijo del marqués de Guadalest, a quien descerrajaron un tiro en el portal de Valldigna la noche del 13 de septiembre de 1627.
Si el clima es una temática de rabiosa actualidad, los fenómenos atmosféricos, sobre todo cuando el río Túria todavía atravesaba la ciudad, también lo eran. Algunos de ellos nos resultan familiares, como la falta de lluvia o el exceso de la misma, que provocaba súbitas crecidas del río (como la del 2 de noviembre de 1617), mientras que otros son ahora recuerdos lejanos.
De hecho, en su primera entrada el dietarista describe la nevada que cayó sobre la ciudad el primero de enero de 1589 y que llegó a acumularse un palmo de nieve. En 1624 cayó el doble y se heló el Túria varios días: «No y avia memòria de homens haver vist tanta neu».
Junto a los sucesos que se repetían periódicamente como los autos de fe, las corridas de toros o las cadenas de galeotes al Grao, lo extraordinario e inusual, y a veces, lo macabro y monstruoso atrajo la atención del dietarista en sus entradas. En 1599 tembló la tierra y en 1600 tuvo lugar un eclipse de sol. En 1624 se exorcizaron unos peces y también recogió la noticia del gatito muerto con cola y patas duplicadas que parió una gata en marzo de 1625.
Al contrario que en otros escritos, Porcar no escondió su particular y crítica visión sobre los acontecimientos que le tocó vivir, en especial contra las autoridades municipales y nobleza local, a las que acusaba de colaborar con una monarquía que atropellaba los derechos valencianos.
Si en las Cortes de 1604 consideró que quienes votaron el servicio de 400.000 libras (frente al tradicional servicio de 100.000 precedente) habían vendido «a la matexa pàtria y trahït aquella», dedicó peores palabras a los que aprobaron en 1626 el mayor servicio de toda la época foral, 1.080.000 libras a pagar en quince años.
Aquellas desdichadas Cortes constituyeron una gran desgracia, a las cuales solo acudieron valencianos temerosos y amedrentados, molls (muelles) y folls (locos). En lugar de ser castigados, el rey los recompensaba con títulos, honores y mercedes: «Axí paga lo rey a qui fa lo que ell vol, encara que sia contra sa pàtria».
Para pagar todos estos servicios se impusieron nuevos impuestos: «Y confia's que nostre Senyor vengarà sa causa, puix és contra la gent pobra y al senyor rey dimidiarà los seus dies». A lo largo del dietario son abundantes las referencias a las tasas que gravaban el pan, el vino o la carne. Alguno de sus comentarios eran particularmente irónicos, como que se impusieran impuestos sobre la nieve (que tenía múltiples usos en aquella época) cuando esta la hacía caer Dios graciosamente del cielo.
Denunció igualmente corruptelas y disposiciones contradictorias y absurdas de los cargos municipales: «Són coses de Valéncia... Y axí may faltarà mal any en la terra». Tampoco se salvaron los reyes. Para Porcar Felipe III estaba adormilado y amodorrado.
Si bien Felipe IV despertó una simpatía inicial, pronto sus decisiones políticas le hicieron cambiar de parecer y a no dar ninguna validez a su palabra. Y por supuesto, se hizo eco de las iras populares hacia el valido del rey, el odiado conde-duque de Olivares.
Sin que faltase la socarronería valenciana, el 22 de marzo de 1626 apareció un dibujo en la Plaza del Mercado. En él se representaba al valido en mitad de unas llamas (como un ninot), tirando hacia sí del escudo de la ciudad y del pie del rey con unas cuerdas. El ingenuo monarca preguntaba a dónde iban los valencianos, a lo cual el conde-duque respondía con guasa que cuando notasen el fuego, lo sabrían. Por todo lo cual, «se pot dependre en quant menys té, lo dit señor rey, als valencians que als aragonesos y catalans».
*Doctor en Historia-UV. Dottore di ricerca-UniCa