Y que cumplas muchos más
Con las reformas que garanticen la solidez de su estructura y los retoques estéticos que sea menester para mantener su lozanía, larga vida en paz a la Constitución de 1978
Tenía previsto hacer mi particular y sentido homenaje a la Constitución, cantándole a mi manera un cumpleaños feliz, con el añadido “y que cumplas muchos más”. Quería hacerlo así: “El suyo fue un amor juvenil. La conoció muy poco después de haber terminado la carrera y comenzaba a dar sus primeros pasos en la profesión. La vio y le vio. Y bien puede decirse que se gustaron".
"Iniciaron un idilio que al día de hoy mantiene todos los ingredientes necesarios para que la unión no se vea resentida por el aburrimiento, el propio desgaste de la convivencia, los celos ni las intrigas, ni tampoco la arruga, que ya es mutua y que puede que no sea del todo bella, pero que es compartida".
"Una declaración de amor y fidelidad con la que festejar los cuarenta años de nuestra Carta Magna, apreciado fruto de la reconciliación generosa a la que se aprestaron nuestros padres y abuelos, con el fin de enterrar para siempre los odios que provocaron la mayor desdicha que puede sufrir un pueblo, que no es otra que matarse en una guerra que no pudo ser más incivil…”
Sí, quería haberme extendido más en un homenaje florido, pero en eso que llegó Dolores Delgado (¿y por qué no Delgada si tan dada es ella a feminizar todo?), que sigue siendo ministra, y de Justicia para más inri, para volver a meterse en un charco, charca en su caso. Usurpando el papel que corresponde a quienes forman el Tribunal Constitucional, vino a decir la que, repito, todavía es ministra de Justicia, que todos los partidos que están al día de hoy en el arco parlamentario “son plenamente constitucionales”.
Acabáramos. La mera aceptación “por imperativo legal”, como bien se encargaron de poner de manifiesto en su toma de posesión los miembros y miembras de Bildu, PdeCat, ERC, Podemos y Compromís, no les confiere constitucionalidad alguna. Ni a ellos ni a sus partidos. Lo son por conveniencia coyuntural.
Ninguno de ellos deja pasar ocasión, además de tenerlo por escrito en sus programas y proclamas, para manifestarse contra el espíritu de la transición; de querer modificar hasta desnaturalizarla la Constitución de 1978, modificando la forma del estado para hacer posible el advenimiento de una república. Esa es la constitucionalidad que les reconoce la señora Delgado, la misma que tres veces ha sido censurada por el Congreso, sin que tan contundente varapalo haya hecho mella en su marmóreo rostro.
Semejantes afirmaciones las hizo la que, insisto, sigue siendo ministra de Justicia, pese sus devaneos y cuitas con Villarejo, Garzón y otros del montón, como contrapeso de su crítica al emergente partido Vox, al que niega, tanto como a los otros otorga, que sea un partido constitucional.
"Ha irrumpido un partido que rechaza partes de la Constitución y eso es lo que tenemos que valorar". Se le preguntó si no pensaba lo mismo de los partidos que apoyan al gobierno del viajero Pedro Sánchez, del que ella forma parte y ella, también sin despeinarse, respondió que "hasta ahora todos los partidos hemos aceptado la Constitución en nuestra forma de ser".
La ministra Delgado, ignorante como ella demuestra ser cada vez que habla, debería saber que somos muchos, inmensa mayoría, los valencianos a los que nos preocupa la flagrante inconstitucionalidad de planteamientos como los de ERC y PdeCat, cuando insisten en sus tesis “pro països catalans” que ya ni disimulan, con la complacencia de Compromis que aplaude.
El artículo 145 de la Constitución que hoy festejamos quienes la queremos y respetamos, dice: “1. En ningún caso se admitirá la federación de Comunidades Autónomas. 2. Los Estatutos podrán prever los supuestos, requisitos y términos en que las Comunidades Autónomas podrán celebrar convenios entre sí para la gestión y prestación de servicios propios de las mismas, así como el carácter y efectos de la correspondiente comunicación a las Cortes Generales. En los demás supuestos, los acuerdos de cooperación entre las Comunidades Autónomas necesitarán la autorización de las Cortes Generales”.
Si la mera federación de comunidades autónomas está fuera de nuestra Constitución, cuanto más el empeño de pretender unos países catalanes que los más osados ya rebautizan como la “Catalunya gran”.
Con las reformas que garanticen la solidez de su estructura y los retoques estéticos que sea menester para mantener su lozanía, larga vida en paz a la Constitución de 1978.