El diálogo como bandera
Vemos a menudo líderes que quieren ejercer y no lo son. Pretenden generar impacto y solamente provocan risas, vergüenza y gastos inútiles
Cada vez escucho con más frecuencia la necesidad que tenemos las personas, las sociedades y las naciones de entendernos. Quizá porque estamos viviendo en un momento en que la coexistencia de un extremo u otro, de ideas, formas, modos,…es lo habitual en este mundo.
Por ello, es frecuente que a las generaciones más mayores les cueste entender a las más jóvenes. Eso siempre ha sucedido así. Pero lo normal es que acaben conviviendo, entendiéndose, o más bien tolerándose. Se impone, pues, en el nivel más básico, primario diría yo, de la organización social, la necesidad de activar la escucha y el entendimiento, como necesarios e imprescindibles.
Así, aplicando parámetros organizacionales del ámbito privado al público, nuestros dirigentes están obligados por la sociedad a ejercitar el diálogo como base de cualquier propuesta. Diálogo entre diferentes, a modo de enriquecer el contenido de normas e ideas, y diálogo entre parámetros legales, porque sólo entre ellos está garantizada la igualdad real de las personas.
Porque en lo privado se tienen muy claras las habilidades necesarias de un líder, cosa que en el ámbito público se suele confundir la autoridad con el poder, de manera que sólo puede ejercerse el mismo por quien lo ostenta.
Creo que es un error, un líder lo será quien tenga más capacidad de escuchar y de ser oído, de manera que el diálogo sea el instrumento para conseguir sus objetivos.
Creo que es oportuna esta reflexión, cuando vemos a menudo líderes que quieren ejercer y no lo son. Ni el título, ni las formas, ni los modos son los que se requieren. Aunque se envuelvan de entornos que pretenden provocar impacto y sólo generan risas, vergüenza y gastos inútiles, que a menudo sufragamos todos ( y que conste que no me estoy acordando sólo de las imágenes de un “Falcon”, una recepción, o una exigencia fiscal incumplida).
Quizás todo esto sea anecdótico si lo comparamos con el apoyo al quebrantamiento de la ley o a la desautorización a las fuerzas de la ley y la justicia.
Como consecuencia obligada aparecen las reacciones , a las situaciones insensatas, abusivas,.. desde el otro extremo, que generan la necesidad social de una reacción contundente, combativa de conductas, que quizá surjan desde el otro extremo de la democracia, esgrimiendo postulados que nos retrotraen a otras épocas.
Por ello, no hay más remedio que la imposición del diálogo, que siempre ha sido y debe ser la base de la “convivencia pacífica y en paz”, y que ya se ha enarbolado como bandera en otras ocasiones, y que constituye junto con el derecho a voto la base de la democracia.