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Qué importa quién es el candidato o la candidata

Si el voto es en clave nacional, no importa mucho para sumar o restar (aquí, cuidado). De hecho, a cinco meses de las elecciones la mayoría de nombres todavía no se ha puesto sobre el tapete

La falta de decisión de Pablo Casado sobre quién encabezará la candidatura de Valencia provoca ya un hastío resignado

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"Nos hemos acostumbrado a trabajar sin pensar en quién será candidato o cuándo lo harán oficial". Con esta frase resume una persona del entorno de uno de los previsibles aspirantes a la alcaldía de Valencia por parte del Partido Popular su estado de ánimo. El del equipo y del aspirante. Hace medio año esperaban que la designación se produjera antes de verano.

Pasó lo que pasó, con Pablo Casado sustituyendo a Mariano Rajoy, y quedó pospuesta la decisión para "después del verano". Luego fueron discurriendo los días con una fumata negra tácita tras otra, hasta que la proximidad de las elecciones andaluzas hizo relegar a otras prioridades la valenciana (como suele ocurrir en Madrid con tantas cuestiones).

Después llegaron las andaluzas y las subsiguientes negociaciones para pactos. Y así compartieron todos los previsibles aspirantes cena navideña en Feria Valencia sin saber quién sería escogido. Y ahora "son malas fechas" por la Navidad. Nunca parece llegar el momento adecuado.

Al final, por necesidad de plazos en presentación de listas, no podrá el PP dilatar más el proceso. Con medio año largo ya ha sido suficiente para que la paciencia de los Luis Santamaría, María José Catalá o Eusebio Monzó (por solamente citar los nombres más repetidos, que no los únicos) se haya convertido en hastío resignado. "Ya llegará lo que tenga que ser", suelen indicar cuando se les pregunta en cada acto al que asisten. Mientras, cada uno sigue su camino.

La dirección nacional del Partido Popular cree que la situación en Cataluña, el empuje de la marca si gobierna en Andalucía o el efecto Casado (¿efecto o defecto para el PP?) acabarán movilizando más que un candidato u otra.

Como en Ciudadanos, donde el nombre del partido tira al alza y no se ha erosionado al apenas formar parte de ejecutivo alguno (tiene una decena de alcaldías en la Comunidad Valenciana).

Su dirección sí que dejó claro desde septiembre que el calendario de primarias para candidatos a presidentes autonómicos y alcaldes de grandes ciudades saldría en enero y de este modo se han mantenido. Por lo menos hasta que lleguemos a enero. "Se votará en clave de política nacional", subrayan desde la formación de Albert Rivera.

A esa consigna lo juegan todo en el partido emergente (ahora Podemos y Ciudadanos ya son consolidados) Vox, que también ha ido alargando su proceso de primarias. Ya lleva dos meses de retraso desde la fecha prevista de noviembre. En cuanto a perspectivas electorales, poco o nada tiene que influirles. Les basta la situación en Cataluña y las debilidades del resto para capitalizar votos.

Por el lado contrario el envite se lo juegan a la gestión. El PSOE, a la de Pedro Sánchez y, sobre todo, a la de Ximo Puig y el Consell del Botànic (más a la del primero) y a la de sus alcaldes y alcaldesas (raro es el caso de quien lo es y no repite como candidato de su partido; hasta el investigado Jorge Rodríguez en Ontinyent lo hace). Fue el primer partido de los cinco de Les Corts en realizar sus primarias y en escoger (o en el caso de alcaldes, en ratificar) a quien encabezará sus listas en los comicios del último domingo de mayo de 2019.

Compromís, por su parte, no solamente no ha iniciado el proceso, sino que tampoco ha abierto el debate. Y en su caso las primarias se caracterizan por un complejo sistema de cuotas entre partidos y votos ponderados, que, además, suele variar en la previa de cada elección. No acostumbran a repetirlo. Sí, se presupone quien liderará cada candidatura; no obstante, falta confirmarlo y configurar el resto de la lista, que no será tarea sencilla en los puestos de salida para una coalición ya acostumbrada a gobernar.

Mientras, Podem ha escogido candidatos, pero ahora necesita encajar su lista con la de Esquerra Unida y de ahí cuadrar el resultado final. Ha apostado de nuevo para la Generalitat por un aspirante ajeno a la política y aupado por el aparato del partido. Y también desconocido para gran parte del electorado.

En 2015 le salió más o menos bien con Antonio Montiel. Pero entonces la marca pujaba al alza. Ahora ya lleva cuatro años de desgaste, sobre todo por la inequívoca vinculación a los vaivenes de su líder nacional, Pablo Iglesias. Y aquí no puede exhibir gestión, porque no la ha hecho en el Consell, y en los municipios donde ha formado parte del gobierno ha sido bajo el paraguas de marcas filiales. Además, ha perdido a la mitad de sus diputados autonómicos por el camino, porque no quieren repetir. (¿Por qué será?)

Por tanto, cerramos 2018 con casi todas las cartas con los nombres de los candidatos por poner en el tapete de la mesa de juego. ¿Y realmente importa tanto? Si se va a votar en clave nacional en las autonomías y grandes ciudades, no. Y si los candidatos escogidos finalmente no restan, tampoco. Aunque cuidado con este último matiz. Tanto para encabezar la lista como encajar en los puestos de salida.