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Los paros del metro movilizan la indignación y apuntalan el voto de castigo

La Federación de Vecinos de Valencia alerta de la escasa frecuencia del transporte público, el barómetro de opinión de la ciudad lo subraya como problema y, pese a todo, nueva huelga en FGV

Los paros del metro movilizan la indignación y apuntalan el voto de castigo

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Lo están volviendo a hacer. Otra vez llevamos semanas de huelga en el metro y ni la empresa (Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana, en otras palabras, el Consell) ni los sindicatos convocantes parecen tener prisa en agilizar la negociación. El resultado: servicios mínimos que provocan una frecuencia de paso ínfima y hacinamiento de ciudadanos en los vagones.

Por ejemplo, en pleno día 5 de enero, jornada de sábado de compras y de multitudinaria cabalgata de Reyes Magos en Valencia, hay tramos horarios en los que habitantes de algunos municipios del área metropolitana tienen que esperar más de una hora entre el paso de un convoy y del siguiente. Vamos a la concreción: de La Canyada (Paterna) a la parada de Ángel Guimerá (Valencia) sale un tren a las 20:31 y el siguiente no lo hará hasta las 22: 31. ¡Dos horas después!

En pleno sábado de compras y de cabalgata de Reyes habrá tramos de dos horas sin pasar el metro por La Canyada o de 80 minutos sin hacerlo por Bétera o Villanueva de Castellón

El camino opuesto, para quienes se hayan desplazado a la metrópoli y quieran retornar a su residencia periférica, tampoco será sencillo. La persona que pierda el metro de las 19:13 habrá de esperar hasta las 20:31 para coger el siguiente. ¡80 minutos! El mismo tiempo que entre Villanueva de Castellón y Ángel Guimerá para quien no suba a las 19:50, ya que deberá de aguardar hasta las 21:10. O de Bétera a la citada Ángel Guimerá (es la estación por antonomasia de transbordos), sin transporte entre las 18:56 y las 20:16.

¿Qué sensación genera en el usuario? Indignación, que va desbordando el vaso de una paciencia escasa y ya tensada por los numerosos problemas de movilidad ocasionados en el capital autonómica, con un acceso en vehículo privado restringido por los continuos cortes del centro y por la supresión de carriles. Por mucho que ese ciudadano se refugie en la aparente indiferencia de centrar su mirada en el teléfono móvil, el hartazgo va calando.

El balance de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia de 2018 divulgado esta semana dedicaba más de una de sus cinco páginas a los problemas de movilidad en la ciudad. Además de pedir regulación para patinetes y la prohibición de que estos vehículos y las bicis sean conducidos en zonas peatonales, alerta de la insuficiente frecuencia de paso de autobuses públicos (EMT) y metro (FGV). En un día normal, en hora punta y sin huelga, el metro con destino a Torrent pasa alrededor de cada 2o minutos por la parada de Bailén, situada bajo la estación del Norte, punto neurálgico de la ciudad. Poner otro ejemplo ilustrativo.

El primer barómetro de opinión de la ciudad de Valencia, realizado hace casi dos años, ya advertía de que los principales problemas para sus habitantes los constituían la falta de aparcamiento y la circulación. Nada ha mejorado. Por el contrario, la situación respecto al primero se ha agravado progresivamente con la supresión de plazas y la falta de aparcamientos disuasorios, mientras que en el segundo tampoco ha mejorado. Más bien ha empeorado con los continuos cortes de calles, el incremento de las aceras que impide absorber a más vehículos en las vías urbanas y, cada demasiado poco tiempo, la cruenta huelga de metro.

Y esta última va cargando porque, cuando empieza, no se sabe cuando terminará por la aparente apatía de las partes en buscar una solución. El Consell la desoye, trata de hacerla desaparecer de la agenda pública, de aparentar que no existe. No obstante, decenas de miles de ciudadanos la sufren en silencio cada día. Y en esta última edición ya han pasado tres semanas de paros sin el menor atisbo de solución, sin imágenes de negociación o de intento de acuerdo.

Sobre estas cuestiones no habla el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, en su discurso navideño. Tampoco se refiere a ellas el alcalde de Valencia, Joan Ribó, cuando alude a la transformación que ha experimentado Valencia con el denominado gobierno del cambio. Por cierto, la Federación de Asociación de Vecinos, en su citado balance anual, le afea esa grandilocuente sentencia. Para ambos cargos públicos parece no existir este problema. No obstante, está ahí y lo padecen cada día en sus desplazamientos a sus casas, a sus trabajos, al colegio, al centro de salud, al estadio de fútbol o a donde quiera que sea miles de usuarios hastiados por la falta de soluciones.

"Las elecciones, a veces, son la venganza del ciudadano. La papeleta es un puñal de papel", como subrayaba David Lloyd George. Y quedan menos de cinco meses para las elecciones

La indignación crece, aunque todavía se sorprenda algún miembro del equipo de gobierno, en este caso de Valencia ciudad, cuando lee encuestas como la publicada hoy por El Periódico de Aquí que deja la suma de PSPV, Compromís y Podemos con únicamente entre 12 y 13 concejales (hoy tienen 17, la mínima mayoría absoluta que les permitió formar gobierno en 2015).

El ciudadano de a pie ya tiene bastantes problemas en su día a día buscando trabajo o tratando de mantener o mejorar el suyo, intentando afrontar las cuestiones de salud o educación que surgen en cada familia, tramitando ayudas por discapacidad, para residencias o préstamos para compras de viviendas. Generarle más en una paciencia al límite puede desbordarla y movilizar el voto de castigo a quien gobierna. No de apoyo a la oposición. Sino de castigo. Y quienes se beneficiaron de ese voto de castigo al rival, como lo hicieron PSPV y Compromís en 2015, ahora pueden sufrirlo con un cambio de tornas.

Como subraya David Lloyd George, británico que alcanzó el cargo de primer ministro entre 1916 y 1922, "las elecciones, a veces, son la venganza del ciudadano. La papeleta es un puñal de papel". Y pocos sentimientos movilizan más al elector que la venganza o al castigo. Ningún partido está libre de soportarla. Y quedan solamente cuatro meses y medio para los próximos comicios locales y autonómicos.

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