El secreto de la Bahía de Gibraltar tenía un precio
Cuando la II Guerra Mundial ya estaba decidida, las autoridades españolas ofrecieron comprar 3 petroleros civiles italianos a los que el conflicto les había sorprendido en nuestras costas
Para cualquiera que haya leído algo sobre los intentos por controlar el Mediterráneo durante la II Guerra Mundial el nombre de los barcos “Fulgor” y “Olterra” no le serán desconocidos.
Bajo la apariencia de petroleros civiles, en realidad eran bases secretas -en aguas españolas- desde las que operaba la “décima flotilla” de la Armada Italiana. Su misión principal era realizar acciones de sabotaje contra cualquier embarcación aliada que intentara cruzar el estrecho de Gibraltar.
Este plan se urdió minuciosamente antes del estallido del conflicto: se suponía que a estas embarcaciones “civiles” el inicio de la guerra les había sorprendido en tránsito por la Bahía de Algeciras. Era la coartada perfecta.
Los supuestos marinos mercantes que tripulaban estos petroleros eran en realidad expertos buzos militares que por las noches abandonaban el barco por ocultas escotillas para colocar cargas explosivas en los buques aliados. Así hundieron decenas de ellos.
Los radares de Gibraltar no conseguían localizar cómo ni de qué manera sus barcos eran atacados, y en los cuarteles generales aliados se pensó que era obra de pequeños submarinos alemanes que operaban desde el norte de África.
Al acabar la guerra, el “Fulgor” y el “Olterra” volvieron a Italia y fue entonces cuando se descubrió que la oleada de ataques a mercantes aliados no había sido a causa de los submarinos alemanes, sino debido a los sabotajes de los buzos italianos desde estos barcos camuflados.
Aquello supuso un grave problema para Franco, pues británicos y estadounidenses entendieron que esta estrategia debió contar necesariamente con el visto bueno y colaboración de las autoridades españolas de la época.
En Londres y Washington apenas molestó que España mandara una División contra Rusia, pero claro, otra cosa es que hubiera colaborado en los ataques que sufrieron sus buques. La revelación de aquel secreto hizo que el régimen español se tambaleara y en algunas cancillerías se pedía hacer pagar a Franco su “traición”.
Durante las pasadas semanas he estado leyendo diversos documentos del “O.S.S.” –agencia de inteligencia norteamericana precursora de la CIA- fechados en 1943 y desclasificados a finales de 2016.
El 19 de julio de 1943 un cable “secreto” enviado desde la Embajada de EEUU en Madrid a Washington recoge la oferta de España a una Italia en bancarrota por la guerra y casi ya derrotada. Ofrece 100.000.0000 de pesetas a cambio de tres de sus petroleros (“Pagao”, “Fulgor” y “Olterra”) y de ocho pequeñas embarcaciones más.
Las autoridades norteamericanas no vieron con buenos ojos que España se hiciera con aquella flota y comunicaron al gobierno italiano casi un mes después –el 14 de agosto- que no tenían su “visto bueno” para la operación.
Un poco tarde; una primera transferencia de 4.000.000 de pesetas se había librado ya desde un banco británico por la compra del “Pagao”, así que Londres pidió a sus aliados norteamericanos que -al menos- aprobaran esa venta.
Y así ocurrió: el “Pagao” pasó a manos españolas y el “Fulgor” y el “Olterra” recibieron la orden de volver a puertos italianos donde se descubriría –como hemos visto- su verdadera naturaleza.
Es muy posible que si se hubiera autorizado la compra de toda aquella flota, el misterio de aquellos sabotajes hubiera permanecido sin resolver.
Y creo, además, que la oferta española de 100.000.000 de pesetas por aquellos barcos era la penitencia que España quiso pagar para expiar sus pecados contra los aliados.
La “décima flotilla” (que se llamaba así en honor a la antigua “décima legión del Imperio Romano”) fue disuelta en abril de 1945. Su jefe, el Capitán Borghese, fue sentenciado a 12 años de prisión, pero en 1949 el gobierno norteamericano solicitó su ayuda para crear unidades de contraespionaje ante la amenaza comunista y fue puesto en libertad.
Así se escribe la Historia: a los aliados les hundieron una decena de cargueros en Gibraltar y el jefe de estos comandos acabó enseñando sus técnicas de sabotaje a sus antiguos enemigos.
El secreto de la Bahía de Gibraltar tenía un precio que España estuvo dispuesto a pagar para tapar su colaboración “pasiva” en los sabotajes. Al final, las sospechas norteamericanas por la compra de aquellos barcos destaparon todo y el misterio salió a la luz.
Bueno, al menos, nos ahorramos 96 millones de pesetas que diría aquél.
*Experto en seguridad y geoestrategia.