Delirio místico mesiánico o narcisismo paranoico
Por un lado, el narcisismo paranoico de Carles Puigdemont y, por otro, el delirio místico mesiánico de Fray Junqueras
Me gustaría que las palabras que dan nombre a este artículo se me hubieran ocurrido a mi, pues debo reconocer que es la más sintética y concisa descripción de las dos corrientes que se disputan en estos momentos, y con estrategias procesales diametralmente opuestas, el liderazgo del independentismo catalán: por un lado, el narcisismo paranoico de Carles Puigdemont y, por otro, el delirio místico mesiánico de Fray Junqueras. No es una distinción banal
Puigdemont sigue disfrutando de los placeres de la carne, del vino, pescado, marisco, chocolates... sólo Dios sabe de lo que el expresident, y el escolta que cata cada una de sus comidas, no disfruta en su dorado exilio de Waterloo y durante los múltiples viajes que realiza por Europa para difundir su causa, en medio de un descrédito cada día mayor.
Junqueras, continuando con el fervor místico que ya mostró en Estremera, lo continuó en Lledoners añadiendo algo más terrenal: el despacho que amablemente le cedieron en el ala de psiquiatría de la prisión para que pudiera seguir moviendo los hilos de la política catalana y donde recibía a diferentes autoridades virtualmente a diario.
Si Puigdemont pensó que no le causaría desgaste ni un cierto resquemor por parte de sus antiguos socios el hecho de haber huido a escondidas y sin avisar, virtualmente obligando a la declaración de la prisión provisional del resto del Govern por el objetivo riesgo de fuga, vistos los precedentes, erró en el diagnóstico.
Lo que realmente ha ocurrido es que el PdeCat ve su influencia y sus expectativas de voto progresivamente reducidas, con un Quim Torra ineficiente y carente de todo carisma, en favor de una ERC que le sobrepasará sin duda en las próximas elecciones.
En las sesiones que hasta hora llevamos del juicio a los responsables del referendum ilegal del 1O y la esperpéntica declaración de independencia, la única coincidencia entre todos los procesados ha sido el victimismo y la denuncia que, en su opinión, el juicio distará mucho de ser justo.
También continúan aludiendo al presunto mandato democrático, insostenible tanto de modo numérico como legal, que el pueblo catalán les había otorgado para declarar la República Catalana.
La negativa a reconocer la realidad, incluyendo el echar la culpa de los hechos violentos que se pudieron producir a la Policía Nacional y la Guardia Civil, sigue siendo una constante, pero al Tribunal lo que le interesa son los hechos, y así se lo han hecho saber a los encausados y sus defensas, que en lo sucesivo deberán procurar centrarse en aspectos procesales y jurídicos, y no en alegatos y discursos políticos.
El mundo entero está pendiente estos días de cada detalle del juicio, y no precisamente porque España sufra un descrédito internacional, como mantienen los independentistas. Si algo se ha visto desde el fallido pulso al Estado, es que todos los organismos internacionales y europeos, así como los países de nuestro entorno, han apoyado sin fisuras al gobierno español y mostrado su confianza en nuestro sistema judicial.
Dejemos trabajar a la justicia.
*Politólogo y abogado