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El Valencia vuelve a la senda de la escasa productividad

Valencia 0 – Espanyol 0. En un choque marcado por las oportunidades de gol desaprovechadas, los de Marcelino dicen adiós casi definitivamente a sus opciones de alcanzar la Champions vía Liga

Ezequiel Garay

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Sin el concurso de Rodrigo, esta vez de forma obligada a diferencia de lo que ocurrió de inicio en el

duelo frente a la Real, al Valencia CF volvió a penalizarle su falta de definición. Ocasiones de gol se

crearon; no demasiadas, pero sí alguna diáfana en relación a su claridad. Sin embargo, nueve

igualadas en 13 partidos como local en la competición liguera conforman un balance ciertamente

descorazonador.

Con Gayá profundizando y Parejo asomándose permanentemente a zonas de remate, el conjunto de

Marcelino comenzó embotellando a los pericos. Un RCD Espanyol al que únicamente mantenían

indemne las buenas intervenciones de su veterano arquero Diego López y, muy fundamentalmente,

la colaboración del palo derecho del marco que el meta gallego defendía, al repeler éste un disparo

que violentamente Kevin Gameiro estrelló tras un gran pase de Ferran Torres entre líneas rozando

la media hora de juego.

Mientras tanto, esporádicas combinaciones entre Melendo y el exótico Wu Lei – la comunidad china

se daba cita en Mestalla para seguir sus evoluciones – obligaban a una zaga che en la que el

recientemente incorporado Facundo Roncaglia cada día parece más asentado a no bajar la guardia.

La confrontación se igualaba y el Valencia era conocedor de que el tiempo para quemar sus naves

vendría algo más tarde, como así lo demostraría. Después del paso por los vestuarios y con la

convicción de buscar el primer tanto, las acciones en el interior del área blanquiazul se

multiplicarían. A punto estuvo Garay de abrir el electrónico con un testarazo cruzado que rozó el

palo derecho visitante en los albores de la segunda mitad.

No obstante, el dominio valencianista aún se iba a intensificar, y la fantástica parada de Diego López

frente a otra llegada a quemarropa del capitán Parejo era de las que hacen época. La parroquia

reclamó de forma insistente penalti sobre Daniel Wass en un rechace previamente anulado por el

VAR alegando un dudoso fuera de juego.

Gayá, inasequible al desaliento, no dejaba de profundizar por su carril. En una de sus incursiones,

volvía a habilitar a un Gameiro que pecó de precipitación al desaprovechar su franca situación

disparando con potencia pero desviado. Era el ejemplo perfecto de los defectos de un equipo, tan

inoperante en los metros finales como encomiable en su despliegue en líneas generales, que viene

necesiatando de excesivas ocasiones para concretar a lo largo de todo el curso. Un mal endémico

aún corregible. Aunque el tiempo pasa.

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