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Gabriel necesita un Santiago

Estoy completamente convencido de que el diputado de ERC Gabriel Rufián está deseando la llegada de Santiago Abascal, de VOX, para seguir alimentando a su electorado

Gabriel necesita un Santiago

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Me pasó hace algunos días que, alrededor de una mesa, una persona simpatizante del nuevo partido VOX me dijo que no sería malo del todo que, en caso de que diesen las clasificaciones, los simpatizantes del Futbol Club Barcelona pitasen al himno de España en la final de la Copa del Rey. A mí no me gusta el fútbol, ni que piten a ningún himno. Pero tampoco me quita el sueño.

Hay a quien sí le puede llegar a quitar el sueño, y me parece respetable. Cada uno se vuelca en lo que quiere, o en lo que puede. Pero me pareció llamativo que quien más quiere al himno desee que lo piten quienes no creen en él.

Cuando pregunté se me informó de que no era más que una estrategia electoral, pues a mayores ataques a la simbología española por parte del independentismo más votos cosecharía determinado partido.

Mi sospecha de que los extremos y los discursos facilones se retroalimentan y necesitan se me confirmó. Y ahora, tras la convocatoria de elecciones y el no a los Presupuestos Generales del Estado han quedado dos puntos claros: que el independentismo, y especialmente el de izquierda (léase ERC) pone por delante de los derechos y los avances sociales la bandera y el sentimiento nacional, y que el independentismo lo pasa peor con los gobiernos moderados y que se mueve como pez en el agua con las soflamas y las frases duras.

Estoy completamente convencido de que el diputado de ERC Gabriel Rufián está deseando la llegada de Santiago Abascal, de VOX, para seguir alimentando a su electorado. Una vez agotada la vía unilateral tras el fallido referéndum del 1 de octubre, al independentismo sólo quedar ganar el relato internacional y para ello un partido que eche gasolina al conflicto es la mejor inyección para seguir radicalizando a un sector de la población.

Como siempre la Ley es lo que nos garantiza la democracia y la convivencia, sin ella, y sin sus propios mecanismos para ser modificada, nada es posible. Fuera de ella los extremismos se tocan y retroalimentan como Gabriel y Santiago.