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Cuando Requena prohibió el vino, a no ser que fuera “muy bueno"

La peste hizo que Requena prohibiera el vino “salvo que fuera muy bueno”. En Quesa se sigue festejando que La Peste mató a todo el pueblo menos a una familia.

Cuando Requena prohibió el vino, a no ser que fuera “muy bueno"

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La enfermedad medieval por excelencia fue La Peste. Una epidemia que asoló Europa y que llegó a Valencia en 1348, aunque tuvo brotes muy virulentos hasta el siglo XVII. Esta enfermedad fue la que hizo que Requena, hoy famosa por sus vinos, prohibiera este caldo “salvo que fuera muy bueno”. En el sur de la provincia, en Quesa, incluso hoy se sigue festejando que La Peste mató a todos sus habitantes menos a una sola familia.

La más famosa de las epidemias que ha padecido la humanidad ha sido La Peste. En torno a ella existen multitud de historias de todo tipo. A ella hay que atribuir también el insólito hecho, visto desde la actualidad, de que la comarca de Requena prohibiera el vino, a no ser que fuera “muy bueno”. Para asegurarse de que se cumplía la ordenanza, los gobernantes de la época, 1690, prohibieron también la apertura de mesones, con lo que deseaban evitar la parada de forasteros que vinieran de otras poblaciones.

La famosa oleada de muertes provocadas por La Peste, que también afectó a Valencia, se produjo a mediados del siglo XVI y ha llegado hasta nuestros días como una tradición festera ligada al culto religioso. Se trata de Correr la Bandera, con el que se intenta purificar los aires de los cuatro puntos cardinales.

Pero sin duda, una de las fiestas más curiosas ligadas a esta epidemia es la que se celebra en la localidad del sur de la provincia de Valencia, Chesa, donde los vecinos salen a la calle cada 14 de febrero para recordar la efeméride. Efeméride que es, ni más ni menos, que la muerte de toda la población a excepción de la familia García. Los hechos se produjeron en 1690, cuando La Peste llegó al pequeño pueblo y se prolongó durante cinco años. En 1695 solo quedaban viviendo en aquellas casas diez personas, todas de una misma familia. A consecuencia de aquello, los afortunados García decidieron invitar cada año a vecinos y viajeros a una comida con la que también pretendían repoblar aquel desolado conjunto de casas. Parece que el tiempo devolvió la sonrisa a Quesa, que actualmente sigue vivita y coleando.

El miedo que generó en la población medieval esta enfermedad fue de tal calibre que obligó, incluso, a la huida de reyes y corte. En 1362, Pedro IV el Ceremonioso huía por el puerto de Valencia con destino a Perpiñán junto a sus hijos. Al parecer, las noticias aseguraban que en la población de los Pirineos la epidemia ya había pasado. Hasta un total de seis oleadas de Peste se dataron en el siglo XIV.

En la mayor parte de estas epidemias, incluidas las del siglo XVII, se llegaron a convertir huertos enteros en cementerios, debido a la alta mortalidad que se generó. Las medidas para intentar frenar la enfermedad fueron diversas, aunque todas ellas más o menos ineficaces. Se ordenaba a los funcionarios tapiar las ventanas y puertas de las familias que se consideraban contagiadas. En otras ocasiones, directamente se les expulsaba de la ciudad; se quemaba ropa; se prohibía la importación de mercadería, de vino, de comida, de tejidos, de animales; incluso se estableció una vestimenta especial para los médicos que atendían a los enfermos: el famoso atuendo que hoy se ha extendido como icono de los carnavales. Una capa encerada, negra, sombrero de vuelo ancho, un bastó para medir la distancia a la que se podían acercar al enfermo y la famosa máscara con la nariz alargada, en cuyo interior se ponían hiervas aromáticas para camuflar el fuerte olor de las víctimas.

Vicente Javier Más Torrecillas. Doctor en Historia Contemporánea. Académico de la Real Academia de Cultura Valenciana