Nueva vuelta de tuerca del régimen chavista
Los tiempos han cambiado. La bajada de los precios del crudo y una pésima gestión mantenida durante veinte años han conducido a una situación de verdadera emergencia humanitaria
El chavismo es y ha sido desde sus inicios un régimen tramposo que nunca creyó en el juego democrático. Apoyado durante años en el alto precio del barril de petroleo, no creó riqueza, sino que montó una extensa red clientelar que recibía sustanciosos beneficios por apoyar incondicionalmente a su mesiánico líder fundacional, Hugo Chavez, y a su posterior sucesor, Nicolás Maduro.
Al principio, una oposición absolutamente desunida y carente de coordinación contribuyó a las aplastantes victorias iniciales de Chávez en las urnas. Más tarde, con una oposición arrinconada y más unida, consciente de enfrentarse a la mayor amenaza para Venezuela de toda su historia, fue el uso partidista de los resortes del Estado, especialmente de un poder judicial cuya independencia se perdió hace mucho, lo que impidió a la oposición actuar con libertad
Pero los tiempos han cambiado. La bajada de los precios del crudo y una pésima gestión mantenida durante veinte años han conducido a una situación de verdadera emergencia humanitaria que es imposible ocultar por más tiempo. El hambre y la carencia de productos básicos afecta no solo a los contrarios al chavismo, sino a buena parte de sus partidarios, quienes además van disminuyendo por momentos.
Sin embargo, el movimiento creado por Chávez no ceja en su empeño de no admitir una equivocación y seguir aplicando soluciones incorrectas, derivadas de diagnósticos erróneos, a males creados por ellos mismos. La última gran idea que ha surgido, posiblemente chivada por el espíritu de Chávez en forma de pajarito a Nicolás Maduro, ha sido inhabilitar sin juicio a Juan Guaidó por presuntas irregularidades en la declaración de su patrimonio y por el gasto en viajes.
No es la dictadura bolivariana la más indicada para hablar de irregularidades en la gestión de patrimonio, cuando las cifras que han dilapidado desde que alcanzaron el poder son de absoluto vértigo. Se trata de una nueva maniobra del régimen para intentar frenar a quien todos los gobiernos europeos y casi todos los americanos reconocen como presidente legítimo.
Comparándolo con situaciones pasadas, estamos ante una señal de debilidad absoluta de Maduro, quien no se atreve abiertamente a detener a Guaidó. En otro tiempo, no le temblaba el pulso para encarcelar impunemente a opositores, a pesar de las protestas y presiones internacionales. Hoy, con la popularidad por los suelos y arrastrándose a duras penas, el chavismo dispara sus últimos cartuchos sin osar tocar a Juan Guaidó.
Si de verdad desea terminar con esta larga agonía, que a nadie beneficia y perjudica sobre todo al conjunto de la ciudadanía venezolana, el chavismo debe reconocer su derrota, huir de la tentación de usar al ejército y apoyarse además en la violencia de unas milicias paramilitares fuera de control, y permitir la reconciliación nacional de una sociedad empobrecida y fracturada.
*Politólogo y abogado.